Por Samuel Lagunas

Estrenado en México en el Festival Internacional de Cine de Morelia 2016, este fin de semana se estrenó en salas nacionales “El buen cristiano”, el documental de Izabel Acevedo que narra el juicio por genocidio que se realizó en Guatemala en contra del expresidente Efraín Ríos Montt.

Decía el teólogo suizo Karl Barth (1886-1968), o al menos a él se le atribuye, que todo predicador debía llevar en una mano la Biblia y en otra el periódico. José Efraín Ríos Montt (1926-2018), dirigente de la iglesia neopentecostal “El Verbo”, cumplía aquello de tener las manos ocupadas, sólo que éste en vez del periódico cargaba siempre, además del Nuevo Testamento, una guía del soldado. Por ello, el 23 de marzo de 1982, día en que Ríos Montt asumió la presidencia de Guatemala tras un golpe de estado, hizo hincapié frente a las cámaras en tres puntos: “soy soldado”, “soy siervo de Dios” y “a este país hay que ordenarlo”.

“El buen cristiano”, tercer trabajo de la guatemalteca Izabel Acevedo, toma como punto de partida dichas declaraciones de Ríos Montt y sigue con minuciosidad el juicio al que fue sometido en 2013 acusado de genocidio. Muy pronto, la trama se concentra en el equipo de abogados que accedió a la para ellos honrosa y mesiánica misión de defender a Ríos Montt en el proceso. La adopción de ese punto de vista -el de los responsables- acerca “El buen cristiano” a “El alcalde” (Diego Enrique Osorno, Emiliano Altuna, Carlos F. Rossini, 2013), documental que atiende sólo la voz y los argumentos de Mauricio Fernández Garza, regidor de San Pedro Garza García, opulento municipio de Nuevo León. Así, las entrevistas de Acevedo a militares, asesores, y empresarios permiten que el espectador se asome a las ideas y creencias que motivaron uno de los acontecimientos más atroces en la historia reciente de nuestro continente.

Sin embargo, “El buen cristiano” no se reduce a lo investigativo: compilar videos, recolectar versiones oficiales y confrontar argumentos legales; junto a ello -aunque atenida a los límites convencionales del género-, Acevedo sigue el caminar de Francisco Chávez Raymundo a lado de su hermana por la comunidad indígena de Chajul. Es el pasado que Francisco revive ante su hermana el que enmudece los corazones y remueve las entrañas: el amor fraternal que rezuma en cada hecho referido (el asesinato de los padres, el desplazamiento forzado, las confesiones obligadas) se proyecta como un ejemplo de solidaridad que no debe ser desestimado. Y es que, si algo muestra implícitamente “El buen cristiano”, son las profundas polarizaciones que zanjan la sociedad guatemalteca: de clase, de etnia, de idioma; barreras que hacen que los procesos de paz y reconciliación se alejen más en el horizonte de posibilidades.

“El buen cristiano” desnuda también problemas compartidos por los países latinoamericanos: el constitucionalismo, el pragmatismo político y las oscuras consecuencias de la estratificación militar así como las lealtades juradas en su interior, son algunos de los desafíos que demandan mayor atención; sobre todo, en tiempos como los nuestros en que el campo de acción de los militares aumenta y, saliendo de los campos, se insertan en la vida cotidiana de las ciudades y los pueblos llevando como bandera dogmas irrebatibles que Ríos Montt conocía al dedillo: “obedecer es salvar al país”. La obediencia ciega, tanto a los dioses como a cualquier superior humano, es ya principio de violencias y detonante de crímenes y odios. Ésa es la gran paradoja del documental de Acevedo: un “buen cristiano” que se dice movido por el amor acaba, de una manera u otra, avalando el extermino de los ixiles. No se trata en “El buen cristiano” de evidenciar la banalidad del mal —y del malo—, sino de dejar en claro que hay formas perversas de comportamiento que deben castigarse, pero que, gracias a los laberínticos sistemas judiciales que mantenemos, quedan impunes.

Más que venganza, justicia, “porque la justicia es un requisito para la paz”, enfatizó con emotividad la jueza Yasmin Barrios al emitir la sentencia que condenaba a Ríos Montt, misma que a los pocos días fue anulada por una instancia mayor. Frente a ello, la memoria queda como un madero del cual asirse para sobrevivir, un deber que el documental no rehúye. Recordar, porque, ya lo escribió Maupassant, “nuestra memoria es un mundo más perfecto que el universo; le devuelve la vida a los que ya no la tienen”.

  
Ficha técnica:
Título original: El buen cristiano. Año: 2016. Duración: 120 min. País: México. Dirección/Guion: Izabel Acevedo. Producción: Henner Hofman y Karla Bukantz. Productoras: CCC. Música: Galo Durán. Fotografía: Pamela Albarrán. Edición: Izabel Acevedo y Gabriel Adderley