Por José de Jesús Chávez Martínez

El tema de la familia es difícil de abordar desde diversas perspectivas sociológicas. Ahora imaginémoslo tratado con la visión del arte cinematográfico: elaborar un retrato de la familia en tiempos del teléfono celular, de las tabletas y de las redes sociales es un reto titánico. El director de “Guía para la familia perfecta” (“Le Guide de la famille parfaite”, 2021), Ricardo Trogi, lo intenta y en general sale bien librado. Pero, para empezar, como en todo lo que tiene que ver con las personas, nada es perfecto.

En tono de comedia (“dramedia”, le llaman algunos), la historia cuenta el caso de Martin Dubois (Louis Morrisette) un ejecutivo que trabaja en una “empresa verde” y que vive en Montreal, en un suburbio de clase acomodada, con su segunda esposa Marie-Soleil Blouin (Catherine Chabot), su hija Rose (Émilie Bierre) fruto de su primer matrimonio, y el insoportable mocoso Mathis (Xavier Lebel) producto de la unión con Marie-Soleil. Vista desde un esquema general, la historia se centra más en la rebeldía y en los conflictos existenciales de Rose, pues enfrenta la presión de su padre por ser una estudiante exitosa y por cumplir con actividades extraescolares como la práctica del hockey sobre hielo y la danza, lo que la vuelve una chica que incluso hace trampas para pasar los exámenes, además de consumir drogas y así hacer más llevaderas sus pesadas encomiendas.

Pero también se muestra cómo Martin no puede con su trabajo en la empresa ni con los problemas familiares. Debe enfrentar (con resultados infructuosos) el cierre de contratos con otras organizaciones y lidiar con Pierre-Luc Roy (Jean-Carl Boucher), un milennial que, como muchos otros de su tipo, es en realidad un holgazán insufrible disfrazado de ejecutivo novel.

Como se puede apreciar, el francocanadiense Trogi ha decidido abordar en su octavo filme una problemática compleja que plantea el desafío de reflejar el embrollo de toda la avalancha de situaciones actuales, donde las relaciones sociales se ven mediadas por los dispositivos y por las redes sociales. Una escena muy afortunada para explicar lo anterior es cuando la familia Dubois monta un escenario colorido en la cabaña del patriarca Robert (Gilles Renaud), padre de Martin, quien pregunta el porqué de tanta parafernalia, sus nueras le contestan que es para tomar fotografías y agradar a unas primas en Facebook, y el simpático anciano les revira: “¿o sea que hacemos esto sólo por ellas?”. Así es, hoy todo lo que se hace se sube a las redes sociales en fotos para agradar/presumir a los demás.

De esa manera la historia va hilando situaciones difíciles que vuelven insostenible la convivencia de Martin con Rose porque ésta no acepta las condiciones en las que vive; como típica adolescente que además sufre de depresión diagnosticada por un psicólogo, también rechaza (y con razón) a su medio hermano, a su madrastra y desde luego a su padre. La cabaña de Robert parece ser una alternativa para mejorar las cosas entre ambos, pero no resulta así. Todo empeora. Rose decide ir a vivir con su madre biológica Caroline (Isabelle Guérard), una bailarina que vive su soltería con mayor libertad, entonces esa salida de Rose no funciona y la lleva a deprimirse aún más, casi hasta tocar fondo.

Como cereza del pastel, Marie-Soleil explota en ese ambiente familiar que parece perfecto que incluye dietas, ejercicio, yoga, los cuidados de su monstruito y hasta un juguete sexual. Martin entonces termina por aceptar su realidad llena de resultados adversos en Montreal que, según un locutor de un programa radial, es una ciudad de perdedores porque no consigue nada en la liga de hockey, ni en beisbol ni en nada, en comparación con Toronto. Tal vez sea el resultado en el imaginario de los quebequenses esa intención separatista que históricamente en Canadá ha planteado Quebec, una provincia con diferente idioma pero que en el plano económico ha representado mucho para todo el país.

El relato tiene momentos cursis, a diferencia de lo que por tradición el cine de Canadá ha mostrado, con historias y personajes pesimistas y sombríos, pero eso sí, siempre rodeados de tecnologías. Llaman la atención las escenas muy luminosas, soleadas y personajes estereotípicos, de ahí que “Guía para una familia perfecta” sea catalogada una comedia dramática, con risas y llantos, con discusiones que no explotan del todo y donde todos necesitan amor, por eso la canción “Love”, de John Lennon, como parte de la banda sonora. Una cinta muy recomendable producida y difundida por Netflix, la cual nos ofrece aires diferentes a los de Hollywood.

Título original: Le Guide de la famille parfaite. Año: 2021. Dirección: Ricardo Trogi. Producción: Le Films Pale, KO 24, Telefilm Canada, SODEC Québec, Gobierno de Canadá, Radio Canada, Le Fonds Harold Greenberg, Fonds QUÉBECOR, Netflix. Productor ejecutivo: Louis Morrisette. Productores: Félize Frappier y Luis-Philippe Drolet. Dirección de producción: Marie-Claude Beaulieu. Fotografía: Geneviéve Perron. Edición: Yvann Thibaudeau. Dirección artística: Jules Ricard. Música: Frédéric Bégin. Intérpretes: Louis Morrisette, Émilie Bierre, Catherine Chabot, Gilles Renaud, Isabelle Guérard, Xavier Lebel.
 

Por José de Jesús Chávez Martínez

Comunicólogo egresado de la UAM Xochimilco. Profesor investigador en la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de Occidente Unidad Culiacán, con las líneas comunicación y educación, y el cine como dispositivo didáctico, de las cuales se han desprendido diversos artículos científicos y tres libros. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (SNII). Desde 2021 es colaborador de correcamara.com