*Un viaje a los conflictos de los años noventa
Por Hugo Lara
años noventa, tenía que ver con la frágil situación económica que afectaba la vida
familiar y que derivaba en graves dramas o comedias de humor ácido. La
crisis económica es también la causante de los estragos familiares que
atestigua la pequeña niña de Elisa antes del fin del mundo (Juan
Antonio de la Riva, 1996) y que decide conjurar por sus propios medios,
mediante un intrépido plan para asaltar un banco ella solita.
El dinero es un ingrediente de la armonía familiar, y para salvar a los padres hay que conseguirlo como sea. Jaime Humberto Hermosillo ya había ensayado una propuesta sobre los astutos remedios de una familia para enfrentar la crisis económica, en La Tarea, donde los personajes de María Rojo y José Alonso ponen en práctica su aprendizaje del soft-porno para hacer su propio video casero y así ganarse un dinero extra, hasta que sabemos que se trata de un matrimonio hecho y derecho cuando sus dos hijos interrumpen su tarea.
Asimismo, las carencias materiales pueden aproximarse peligrosamente a conflictos freudianos de dimensiones insospechadas, y entonces los roles familiares son sometidos a un escrutinio hipnótico, como en la insólita Crónica de un desayuno (1999), de Benjamín Cann, en la que una galería de personajes variopintos, miembros de una familia, se sumergen en sus muy personales debates internos, y hacen de las cosas rutinarias los símbolos de su soledad, como ver en un sillón rojo a la placenta materna.
Una de las películas que ofrece muchas texturas sobre las relaciones familiares en el fin de siglo mexicano es El Bulto (1992), de Gabriel Retes, una fábula que confronta las brechas generacionales mediante un original truco del salto en el tiempo: la permanencia por veinte años en estado de coma de un hombre.
Cuando despierta, sus hijos son tan jóvenes y tan inexpertos como su progenitor, quien ha envejecido de cuerpo pero que de conciencia sigue siendo el mismo que entró en el letargo dos décadas antes. En ese lapso, su esposa se ha casado con otro hombre ya, y sus hijos han crecido tanto que están comenzando su vida independiente y profesional.
Ha sio desplazado naturalmente de sus antiguos lugares como hijo, esposo y padre, de suerte que su vuelta a la vida significa un trastorno para todos, incluyéndose él mismo, pues es un camino confuso y lleno de obstáculos la manera en que ha de reincorporarse a su entorno, en rehacer o crear completamente las relaciones con su familia, en comprender la transformación de la historia y de la sociedad mexicana.
La premisa de El Bulto se torna tan fascinante que propone al espectador varias alternativas de análisis y reflexión. En cambio, una visión amable acerca de los avatares de la desintegración familiar está retratada en Cilantro y perejil (1996) una comedia romántica dirigida por Rafael Montero, que toma de pretexto la separación de un joven matrimonio con dos hijos.
Se trata de dos profesionistas exitosos en sus especialidades (Demian Bichir y Arcelia Ramírez), dos yuppies chilangos que intentan iniciar cada uno por su cuenta una vida independiente y con ello encontrar nuevas relaciones sentimentales, pero, al final, son reunidos por el amor y, desde luego, por sus hijos. Así la familia se salva. Cilantro y perejil se halla pretendidamente próxima a la comedia romántica de Hollywood, al estilo de las películas de Meg Ryan.
El gusto por la comedia ligera y evasiva de los años noventa encontró en Cilantro y perejil uno de sus ejemplos más logrados, un cine que rehuye de la temática de la miseria urbana y de los temas duros en general.
Su propuesta se orienta a mostrarnos un modelo de vida cosmopolita, los conflictos de una burguesía individualista de las zonas clasemedieras del D.F., que se permiten giros semi-dramáticos como el de un malogrado romance que ella tiene con un homosexual cuya ex pareja sentimental está muriendo de Sida, o los insoportables apuntes de un Germán Dehesa erigido como gurú que reflexiona sobre el amor. (Del libro: Una Ciudad Inventada por el Cine, Hugo Lara Chávez, Cineteca Nacional, México, 2006).