Por Jessica Oliva
@Pennyoliva
Raquel Serrano es la femme fatale y– al mismo tiempo– la deidad de mármol que agita los deseos de Antonio Ituarte en el clásico mexicano “La diosa arrodillada” (Roberto Gavaldón, 1947), filme que inauguró la 56 Muestra Internacional de la Cineteca para hacer honor a otra diosa, que pertenece al panteón cinematográfico nacional: María Félix.
A cien años del nacimiento de “La Doña”, quien debutara en la pantalla grande a lado de Jorge Negrete en “El Peñón de las Ánimas” (1942), esta versión restaurada de la que es una de sus películas más memorables fungió como punta de lanza del ciclo de proyecciones. Fue el rostro de esta diva, su legendaria ceja levantada, su lunar esquivo y su carácter de hermética amazona– que tanta huella dejaron en las mentes de sus compatriotas¬– las que, paradójicamente, abrieron la puerta a lo mejor del cine extranjero actual.
Su historia es una de traición, seducción, homicidio y sospechas, digna representante del cine negro o film noir, que no tardó en llegar desde Hollywood a la era de oro de la cinematografía mexicana. Gavaldón fue uno de sus principales cultivadores (“La otra”, “En la palma de tu mano”, “Días de otoño”), quien sumergió a las luminarias de la época en dramas urbanos oscuros y moralmente comprometidos, con contrastes visuales que encuentran su inspiración en el expresionismo alemán y en los filmes franceses como los de Jean Renoir. Aunque claro está que, en el caso de La diosa arrodillada, se podría decir que la sombra más grande que se cierne sobre sus personajes es la culpa.
Basado en el relato del escritor húngaro Ladislao Fodor, el guión tiene como héroes a dos amantes tan glamorosos como imperfectos, tentados constantemente por la pasión y la lujuria. Por un lado, se encuentra Antonio, interpretado por Arturo de Córdova, un químico industrial casado con una mujer enferma pero devota (Rosario Granados), a quien respeta y considera. Desafortunadamente, sus pasiones se inclinan ferozmente hacia otra figura femenina llamada Raquel (María Félix), su amante y objeto de deseo, quien además es la perfecta encarnación de esa mezcla de belleza intocable y devoradora de hombres que definía a la misma Doña.
Este personaje, cuyo encanto es capaz de inspirar asesinatos, sirve entonces como un icono: no sólo es interpretado por la actriz, sino que, para quienes ahora la vemos, es la actriz en sí misma, pues evoca y nos hace revivir las mismas cualidades y espíritu de feroz emperatriz por las que ésta fue conocida. María Félix es Raquel, pero ahora– a doce años de su muerte– Raquel también es María Félix o, al menos, lo que concebimos de ella. Dentro del argumento, la estatua de la diosa es una representación de Raquel que Antonio no puede dejar de ver porque le provoca las mismas sensaciones que ella: no es una estatua de ella, es ella. Para nosotros, esa Raquel de vestido negro entallado, que entra altiva y segura a una fiesta sin invitación, tiene ese mismo efecto en el espectador. Es nuestra propia diosa arrodillada que, en el 2014, no puede más que hacernos sentir que estamos frente a frente a la mismísima “María Bonita”. Y qué mejor forma de honrar la memoria de una actriz que invertir el proceso: traerla a la vida con uno de los personajes a los que ella dio vida. Después de todo, tal como los homenajes, los iconos tienen el don de proyectarnos hacia el pasado.
El cinefotógrafo Alex Phillips captura la esencia del género noir con su iluminación de bajo perfil, los obligados claroscuros y ángulos descentrados, mientras que el guión, elaborado por Gavaldón y por el escritor José Revueltas, añade el crimen, el chantaje, los destinos funestos y los héroes de acciones cuestionables. Se trata de una joya mexicana, representante de una era, y que aun ahora tiene el poder de transportarnos y de recordarnos (como si lo necesitáramos), qué tipo de historias solían bañar de oro a nuestro cine.
FICHA TÉCNICA
Dirección: Roberto Gavaldón. Producción: Rodolfo Lowenthal. Guión: José Revueltas y Roberto Gavaldón, sobre un cuento de Ladislao Fodor, con la colaboración de Alfredo B. Crevenna y Edmundo Báez; Fotografía: Alex Phillips. Escenografía: Manuel Fontanals. Música: Rodolfo Halffter; canciones: Agustín Lara (“Revancha”) y Dr. Egor Newmann; coreografía: Mari Jinishian. Reparto/Cast María Félix, Arturo de Córdova, Rosario Granados, Fortunio Bonanova, Carlos M. Baena, Rafael Alcayde, Eduardo Casado, Luis Mussot, Carlos Villarías, Natalia Gentil Arcos, Paco Martínez, Rogelio Fernández, Alfredo Varela.