Por Daniel Ramírez


“Yo no esperaba nada cuando hicimos la película. No tenía ninguna espectativa. Solamente pensé que valía la pena mostrar a Emma (la protagonista) como es” dijo Miguel Calderón ante los aplausos de la gente en la presentación de La discípula del velocímetro. Lo anterior en el marco del 6o Festival Internacional de Cine Contemporáneo de la Ciudad de México.


La discípula del velocímetro se construye alrededor de las actividades de Emma, una mujer adinerada de edad madura que vive de la adrenalina, de la acción y de su personalidad extrovertida. Corre autos, practica karate, se aferra a la creencia de la energías cósmicas y sobrenaturales.


Emma puede ser considerada una bruja moderna, una femme fatal (rodeada por sus guaruras y afición a los tigres) que cree controlar todo lo que se le ponga enfrente. Por su parte, el hijo de esta ricachona loca, es un joven obsesionado por las armas, colecciona pistolas, rifles y escopetas, aquellas armas consideradas de “terroristas”.


La obra de Miguel Calderon se balancea, puede refugiarse tanto en el estilo documental, como en escenas chuscas pertenecientes al área de la ficción. La discípula del velocímetro es rítmica, es graciosa, es kitsch. Grabada en mini DV, el trabajo de Calderón parece mostrar un video casero. “Esto no pretendía convertirse en una película” dice el director.


Miguel Calderón dijo que la razón que tuvo para retomar a Emma como personaje de su mitad verdadero y mitad falso documental fue que simpatizó con ella y se identificó de alguna manera. “La experiencia que rescato, es el seguir haciendo cosas con o sin presupuesto, de manera diferente” concluyó Calderón.