* Año Bisiesto: Camino a los Arieles. Parte 2
Por Hugo Lara Chávez
Segunda Parte de la entrevista con el australiano-mexicano Michael Rowe, director de Año bisiesto, ganadora de la Cámara de oro, el premio a la mejor opera prima en el Festival de Cannes de 2010 y una de las cintas favoritas para consagrarse en los Arieles 2011.
En la parte anterior, Rowe narró cómo fue la gestación de su película y su fructífera asociación con la compañía Machete Producciones, una joven empresa que creyó en él y logró sacar adelante con habilidad e inteligencia su controversial proyecto.
En esta entrega, Rowe nos explica sus inicios como poeta en Australia y las insólitas razones que lo trajeron hace 17 años a México.

Imagen de Año bisiesto. Mónica del Carmen.
Michael Rowe: Esta es la historia real. Era yo muy obsesivo, me creía poeta. Empecé a publicar a los seis años, a ganar concursos.
CC: ¿A los seis años?
MR: Sí, en un periódico local. (Ríe) Tampoco era algo grande. Era un concurso de poesía infantil en Ballarat, Australia. A los 16 años decidí, con la humildad que uno tiene a esa edad, que quería cambiar el mundo de la poesía en inglés.
CC: ¿Publicabas desde entonces?
MR: No, tenía muchas aspiraciones, escribía 30 poemas al día y así. Y un mal día un poema. Diario escribía. No intentaba publicar porque pensaba que no tenía nada listo todavía. Tenía una visión a largo plazo. El año que decidí escribir entré a un concurso con cinco poemas. Puse mis cuatro favoritos y uno que escribí a los 16 años, y gané con éste último. Empecé a leer la poesía desde autores antiguos hasta el presente, para tener la historia de la poesía mundial, antes de empezar a escribir mi obra. A los 22 años estaba en eso todavía y leí por vez primera a T.S. Elliot. Valió todo. Lloré y lloré y lloré. Leí todos su poemas. Y dije ‘yYa no, dame 10 años y te hago uno igual, pero no tengo de dónde sacar talento para superarlo. Imitarlo sí, superarlo, jamás. No puedo hacer un cambio de paradigama donde estuvo él’. Entonces renuncié a la poesía. No había hecho nada en mi vida profesional, realmente. Había trabajado en un super en la prepa y en una oficina de correos en la universidad. Esa era toda mi experiencia.
CC: ¿Fue en ese momento cuando entró el teatro a tu vida?
MR: Ya había terminado la carrera y estaba preparando mi curriculum para el super que estaba junto a la universidad. Y de repente, entre mi desilusión dije: ‘A ver: tengo cierto talento para escribir. A lo mejor prostituyendo eso de otra forma que no sea la poesía puedo vivir un poco mejor que en el super. Ese día vi un concuso de obras cortas de teatro en la universidad. Escribí dos obritas y gané el primero y el segundo lugar. Me los pusieron en escena y me comenzaron a llover chamba. Un señor que quería el libreto de una ópera, un funcionario de la secretaría de educación que quería una obra didáctica para universitarios sobre el acoso sexual, y luego unos tipos que eran mis héroes, un grupo de dramaturgos independientes. Había ido a ver una noche de obras cortas de ellos, eran brillantes, en Melbourne. Vi las cuatro noches. No le veía las grietas. Uno de ellos fue a ver unas obras y llevó a los otros y luego me contactaron. Fuimos a tomar una cerveza y me dijeron: ‘Queremos invitarte a un proyecto’. Tenían 40 años y yo 22 años. Me sentí soñado por los dioses y les dije que por supuesto. Y me contaron el proyecto: era una serie para televisión. Y si el teatro era prostitución para mis pulgas, la tele era prostitución sin condón en el lodo. Entré en una crisis horrible. Soy muy malo para decir que no y cuando tenía 22 años era peor. Llegué al final de la noche sin haberme atrevido a decirles que no, habiendo dicho que sí. Pensaba -‘Llegando a la casa les hablo y les digo’. Llegué a la casa y dije -‘Bueno, en la mañana’ Y luego dije- ’Si ponen la menor resitencia, si me dicen ‘no no seas así’, voy a decir que sí y voy a pasar mi vida encerrado en una oficina, escribiendo televisión y voy a morir’. No supe resolver. Tenía dinero ahorrado suficiente para un boleto de avión, nada más. Compré un boleto lo más lejos que pude, para asegurarme que tendría que recorrer al menos la mitad del mundo para regresar. Ese lugar era México, si ves el mapa. Compré un boleto a Estados Unidos, estuve dos semanas con unos amigos y crucé a México. Antes de irme les hablé y les dije -‘No puedo entrar al proyecto porque me voy a vivir a otro país’. Y ya ni modo, me había gastado mis ahorros, había perdido mi trabajo así que me fui. Llegué a México con 76 dólares, 760 pesos, sin conocer a nadie. El taxista me llevó a una casa de huéspedes en la Narvarte. Pagué 500 de renta en un cuarto para un mes. Me quedé con 260, un jueves. El viernes, Semana Santa de 94, conocí a un wey que me ofreció un boleto para Pink Floyd y me quedé con 60 pesos. Y me fui a ver a Pink Floyd. Es la historia verdadera.
CC: ¿Te gusta tomar decisiones de ese tipo, tan arrebatadas? ¿Cómo te definirías?
MR: Siempre he sido muy obsesivo. Yo lo veo normal, pero veo a la gente y me doy cuenta que no. Por ejemplo, la decisión de no mover la cámara en Año bisiesto. El fotógrafo me decía ‘wey, pero una correccionsita’. ‘Nel. Nada, no se mueve. Punto’. ‘¿Pero porqué?’ ‘Porque ese es el régimen, esa es la película”… Soy muy así.
CC: ¿Ya llevaste tu película a Australia?
MR: Ya la vio mi mamá. Mi gente ya la vio.
CC: ¿Debe ser muy especial regresar así?
MR: Me dio mucho gusto, me hubiera gustado que estuviera gente de mi universidad pero ya no tengo contacto con ellos. No regresé durante cinco años. La primera vez que volví mis padres me ayudaron pagando el boleto. Ya una vez que comencé a escribir en español ya no tenía porque irme.
CC: ¿Tus papás como reaccionaron ante la película?
MR: En el tiempo que yo viví en la casa, 17 años, yo recuerdo que ellos vieron una película y lo que hay en la tele. Esta película para ellos fue muy fuerte. Cuando salimos de la sala me dijeron: ‘Ah, muy bien, muy bonito’. Salieron a fumar con mi mejor amigo y mi hermano. Mi amigo me contó el chisme después: ‘Tu mamá dijo: está muy fuerte ¿no?’ Y mi papá: ‘Bueno. Algo ha de saber, mira hasta donde llegó’.
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