Xavier Robles*
La oruga y la mariposa: los géneros dramáticos en el cine es un libro que nació, no sólo de mis inquietudes profesionales, sino también de las de algunos de mis compañeros y amigos escritores de cine, y de las de mis alumnos, hace unos 8 años, cuando comencé a escribirlo.
Esas inquietudes se remontan a finales de los años 70’s, cuando los jóvenes escritores de cine carecíamos de textos teóricos trascendentes sobre nuestra actividad profesional, y pergeñábamos los pocos libros de cine que había en las librerías. Ninguno de los textos que podíamos obtener analizaba seriamente el tema de los géneros dramáticos y cinematográficos, con excepción de las reflexiones que al respecto circulaban con base en los conocimientos teóricos de la maestra y dramaturga Luisa Josefina Hernández, y que prácticamente solo eran conocidas y discutidas por sus alumnos.
Yo no tuve la suerte de ser alumno de la maestra Luisa Josefina Hernández y llegué tarde a sus conocimientos, hasta mediados de la década de los 80’s. Anteriormente, en el Taller de Escritores que presidía nuestra querida amiga y maestra Josefina Vicens, siempre terminábamos enfrascados en discusiones estériles sobre el carácter genérico de una obra, por falta de conocimiento y de elaboración teórica sobre el tema.
Y no quiero demeritar en modo alguno la labor de este Taller, que para mí significó la luz en muchos sentidos. Allí tuve el gusto de intercambiar opiniones con escritores cinematográficos tan respetados como la propia Peque Vicens, Ricardo Garibay, Juan Manuel Torres, Gonzalo Martínez, Francisco Sánchez, Rubén Torres y muchos otros compañeros. Lamentablemente algunas opiniones se limitaban al “me gusta” o “no me gusta” y no se podía uno siempre internar en el análisis estético y profundo de los libros cinematográficos que allí eran leídos por sus autores.
¿Pero cómo dilucidar el contenido de las obras, si carecíamos del mínimo rigor para determinar su género dramático y cinematográfico? Por consiguiente era prácticamente imposible establecer las características particulares de los textos que eran leídos y la confusión se volvía enorme.
Años después, en los diversos talleres que tuve oportunidad de participar o coordinar, tratábamos de suplir nuestras carencias teóricas con el debate y la discusión de los escritores participantes sobre estos temas, y así me fue naciendo la inquietud de escribir algunas notas al respecto.
Luego, poco a poco fueron apareciendo un par de libros mexicanos sobre el tema, pero a mis alumnos, compañeros y amigos nos seguían pareciendo insuficientes y me impulsaron a escribir los primeros textos que dieron pie al nacimiento de este libro que el día de hoy presentamos a ustedes.
Hace unos pocos años empezó a circular en nuestras librerías otro libro importante, Los géneros cinematográficos, escrito por el analista e investigador estadunidense Rick Altman, un texto de notable interés para mis propias investigaciones, ya que en él se establecían dos cuestiones fundamentales: 1) Que los géneros cinematográficos están en evolución permanente; 2) Que los géneros cinematográficos tienen identidades y fronteras precisas y estables, por lo que cada película pertenece, íntegra y permanentemente, a un solo género.
Estas precisiones se correspondían de mejor manera con mis propios análisis e investigaciones y ello me alentó a seguir escribiendo. Sin embargo, había aseveraciones del propio Altman con las que no podía estar de acuerdo (lo cual preciso en el capítulo respectivo de mi libro), por lo que había que seguir trabajando, investigando y analizando decenas de películas.
Comprendí paulatinamente que la cuestión de género estaba ligada también a la ideología misma del filme, por lo que enriquecí mis análisis con un método de interpretación de la realidad, basado en el materialismo histórico y dialéctico, lo cual fue provechoso en todos sentidos para la caracterización de los géneros dramáticos y cinematográficos. Había que pasar el conocimiento a través del filtro de la interpretación de la realidad y ello favorecía el análisis de algo que cada vez se volvía más complejo. Además, mis alumnos y la realidad cinematográfica me sorprendían cada día con textos y posibilidades a las que también debería dar una respuesta en mi libro.
Por si fuese poco, comencé a asistir a las tertulias dominicales que mi querido amigo Francisco Sánchez organiza todavía en el café de la Cineteca Nacional y allí pude expresar mis preocupaciones a los compañeros, lo cual dio pie a varios debates divertidos que todavía se recuerdan allí, particularmente con el escritor José de la Colina y el productor Fernando Gou. Sin embargo, la mayor ayuda la recibí de otro querido amigo, Jaime Casillas, recientemente fallecido, y de los comentarios amables del tertuliano y amigo Adolfo Guarneros.
A medida que avanzaba la elaboración del libro, tuve oportunidad también de recibir las enriquecedoras opiniones del doctor José Luis Díaz, de la doctora Reyna Paniagua, del director y actor Homero Matturano y de la escritora y maestra Alcira Fridman. El libro seguía creciendo.
Factor decisivo fue la beca que recibí del Sistema Nacional de Creadores y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, para terminar de escribir el libro, el cual ya sumaba más de mil páginas al terminar mis investigaciones y análisis. Así fue que tenía en principio un extenso borrador, al que ahora había que reducir en extensión, al tiempo de hacer más comprensible y amena su lectura.
Es entonces que entra en acción el querido amigo Rodolfo Peláez, editor de este libro, quien me formula una sugerencia que de inmediato acepté y que permitió el recorte de unas 500 ó 600 páginas, básicamente fichas y datos que era posible conseguir en otras fuentes. Es verdad que pienso que la lectura de este libro tiene que venir acompañada de ver las películas mencionadas o por lo menos investigar sobre ellas, pero Rodolfo rápidamente me convenció de que no era necesario elaborar tantas fichas y datos de los diversos filmes y de esta manera el libro se acercó mucho a su forma definitiva actual.
Pero soy un terco corrector de mis propios textos, y no vacilé en darle una total revisión al libro, aun cuando ya estaba prácticamente en prensa y ello significó nuevas impertinencias para mi editor, que pacientemente incluyó dichas revisiones en el texto definitivo, después de regañarme, por supuesto, y de asegurarme categóricamente que no aceptaría ni una sola corrección más.
Esta es, pues, a grandes rasgos, la historia de este libro, que yo entrego ahora mismo a su consideración e indulgencia por los errores que pudieran encontrar, que desde luego no han sido motivados por la mala fe.
Sólo me resta agradecer las muchas horas de paciencia, elaboración de fichas, lecturas y relecturas, y comentarios siempre lúcidos de mi compañera de toda la vida, Guadalupe Ortega, quien es “mi amor, mi cómplice y todo”, como la definiera bien el poeta Mario Benedetti sin conocerla.
*Texto leído en la presentación del libro La oruga y la mariposa, el 16 de marzo en la Ciudad de México.
Xavier Robles durante la presentación del libro.