* Parte 1

Por Javier González Rubio I.

En la 52 entrega de Los Arieles, el presidente de la Académica de Ciencias y Artes Cinematográficas, Pedro Armendáriz, invitó a la comunidad a debatir y hacer propuestas que mejoren a la industria. El problema principal, según su apreciación, continúa siendo el mismo: la distribución y exhibición de las cintas mexicanas, desde que hace 20 años desapareció Compañía Operadora de Teatros, la empresa estatal que controlaba la mayoría de cines del país.  

A propósito de esa invitación, proponemos aquí en tres entregas algunas reflexiones y propuestas para enfrentar el conjunto de problemas del cine mexicano: Exhibición y distribución, Calidad fílmica, y Promoción y recuperación. 

Problema 1. Exhibición y Distribución.  

La producción fílmica nacional se ha movido con enormes altibajos en cuanto a cantidad en los últimos 20 años. Un año se producen 10, otro 18, y últimamente se ha llegado a 70 (hablo en números redondos).  Las menos son buenas. Muchas no encuentran pantalla, y si lo logran no duran en exhibición más de una semana. Hay que reconocer también que  en ocasiones, por criterios de contador desinformado, tampoco algunas buenas películas encuentran un distribuidor adecuado.  

Durante años una parte de los miembros de la industria: productores, directores y actores, han insistido en que se aplique lo más rigurosamente posible el tiempo de pantalla, es decir que las películas mexicanas tengan una salida garantizada en una cartelera en términos absolutamente mayoritarios abarrotada por el cine estadunidense, incluso con cintas malísimas. Otra parte de la industria, porque también lo son, los distribuidores y exhibidores, se resisten a ello como gatos panzarriba.  

Y no sólo eso sino que paulatinamente, como la humedad, cada vez son más las películas extranjeras que con el pretexto de que son para niños se exhiben dobladas al español, algo que antes de las modificaciones a la Ley Federal de Cinematografía (publicadas en 1999) sólo era viable para las películas de animación y algunas de las “tipo Disney”.  Esta situación evidentemente ha perjudicado al cine mexicano porque deja de ser “el único” en español.  Exhibidores y distribuidores tienen el respaldo del  artículo número 8 de la Ley. Ni modo. Si no hay sexo, hasta una película de terror –que puede hacer mucho más daño a las mentes infantiles- puede ser para niños y exhibirse doblada.  

Pero volvamos, con la Ley en la mano, a la exhibición. 

Según la Ley en su artículo 19 “Los exhibidores reservarán el diez por ciento del tiempo total de exhibición, para la proyección de películas nacionales en sus respectivas salas cinematográficas, salvo lo dispuesto en los tratados internacionales en los cuales México no haya hecho reservas de tiempo de pantalla. 

“Toda película nacional se estrenará en salas por un período no inferior a una semana, dentro de los seis meses siguientes a la fecha en que sea inscrita en el Registro Público correspondiente, siempre que esté disponible en los términos que establezca el Reglamento”. 

Aquí las violaciones a la Ley han sido constantes. ¿Se denuncian? Quién sabe, lo más probable es que no. Muchas películas mexicanas no se exhiben no sólo en el periodo señalado (6 meses) sino que no se exhiben prácticamente nunca. El mínimo de una semana es la tabla de salvación para los exhibidores. En cualquier hueco que tienen por ahí mientras viene la programación de estrenos de Estados Unidos, meten una peliculita mexicana que se exhibe en el más absoluto desamparo: sin promoción ni publicidad efectivas. Una semana no basta para el conocido recurso de la recomendación “de boca en boca”, así que cuando concluye la semana y vendió muy pocas palomitas y refrescos, ¡adiós! y next.  

Acorde con las cifras de la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica y de Video (Canacine) en 2009 teóricamente “se estrenaron” 54 películas mexicanas, una cifra récord de las últimas décadas. Pero se incluyen cintas apenas exhibidas en la Cineteca Nacional, y poco más de 40 apenas estuvieron la semana de rigor para cumplir el expediente. En cambio se estrenaron 235 películas extranjeras de las cuales 181 fueron de Estados Unidos y apenas 9 Latinoamericanas. El total de ingresos en taquilla fue de de 243 millones en números cerrados; de ellos el cine mexicano apenas se acercó a los 4 millones, también en números cerrados. Es decir, en taquilla no se recuperó ni el costo equivalente al de una sola producción. La situación es patética, dramática y agréguenle el adjetivo que se les ocurra. Ninguna película puede conocerse medianamente sin una publicidad adecuada.  

Pero existe un problema adicional: la Ley no dice prácticamente nada útil, para nuestros intereses, respecto a la Distribución. Y si no hay distribuidor es muy difícil meter una película al cine. Y resulta que la mayoría de las distribuidoras fuertes son estadunidenses. Fueron los distribuidores los que más pelea dieron precisamente cuando se estaba gestando la Ley que publicó en 1999.  

Están surgiendo pequeñas empresas distribuidoras, pero su camino es difícil porque necesitan la comprensión e interés de los exhibidores, dentro de los cuales sólo Cinépolis ha mostrado la mejor disposición a exhibir material nacional.  

Efectivamente, la distribución y la exhibición son problemas graves, y dentro de ambas hay otros bastante delicados, como los porcentajes que llegan al productor, pero no nos adelantemos. 

Pedro Armendáriz

Propuestas  

No hay soluciones totales ni ideales. Lo único que se puede lograr es avanzar, mejorar lentamente las condiciones. 

El problema de exhibición y distribución es común a todas las cinematografías en lengua española y portuguesa. Los argentinos y los españoles, se quejan de lo mismo; los brasileños no tanto, pero también. ¡Se quejan Francia, España, Alemania! 

Tengamos presente que ninguna distribuidora va a sobrevivir distribuyendo únicamente películas mexicanas. No nos hagamos ilusiones, no es factible económica y comercialmente.  

Del tiempo en pantalla vamos a olvidarnos por ahora. El Artículo 19 de la Ley, para nuestra realidad, dice Sí, pero no. Véanlo ustedes: “Los exhibidores reservarán el diez por ciento del tiempo total de exhibición, para la proyección de películas nacionales en sus respectivas salas cinematográficas, salvo lo dispuesto en los tratados internacionales en los cuales México no haya hecho reservas de tiempo de pantalla”. Gracias, muy amables, pero resulta que cuando se negoció el famoso TLC la cultura brilló por su ausencia en la parte mexicana. Por ahora no podemos tener ese tiempo de pantalla; Estados Unidos, como ya lo ha hecho cuando se intenta (1998, 2001) se nos viene encima. Quien sea Presidente de la Motion Pictures Association de EU siempre es recibido en Los Pinos.  

El asunto es que para Estados Unidos su cine no sólo es un tema comercial y de negocios sino de interés nacional, de cultura; así ha sido desde la Segunda Guerra Mundial. Y saben cómo protegerlo. En México se hacen discursos.  

A)    La primera opción válida sería lograr la creación de por lo menos dos distribuidoras de cine iberoamericano con apoyo gubernamental. Los países con mayor producción y oferta harían las mayores aportaciones de capital.  

Una compañía plurinacional podría garantizar la distribución y exhibición de un mínimo –al menos mayor del actual- de las películas iberoamericanas y, lo más importante, su circulación internacional, al menos entre los países miembros.  

Esta idea no es nueva, pero no se ha logrado poner en práctica por muchas razones, entre otras, desde luego, un liderazgo para el proyecto.  

B)    La segunda opción, y no excluyente de las otras dos, sería que el Gobierno Federal otorgara estímulos fiscales a las compañías de distribución de películas mexicanas e iberoamericanas; estímulos que deberán cumplir requisitos eficaces –nadie pretende que se regale el dinero-. Esto abriría nuevas puertas a la distribución, pero también a la exhibición, se mejoraría la competencia del mercado fílmico y se ofrecerían mayores opciones al público, tantas veces privado de apreciar magníficas películas en nuestra lengua o en portugués que jamás, ni por error, aparecen en pantallas nacionales.  

C)    La tercera, casi imposible, sería reformar el artículo 19 de la Ley para obligar al menos al 5 por ciento del tiempo de pantalla para cine mexicano. Sería un justo medio, con “tratados internacionales” o sin ellos. Sería un asunto de interés nacional e incluso de dignidad.  

Ninguna de las propuestas es fácil y sus caminos no son sencillos. A la Secretaría de Hacienda, que está incluso molesta por la existencia de FIDECINE, no le va a agradar dar más estímulos a la industria, pero habría que luchar para que el Gobierno asuma cabalmente el cumplimiento del Artículo 14 de la Ley que a la letra dice: “La producción cinematográfica nacional constituye una actividad de interés social, sin menoscabo de su carácter industrial y comercial, por expresar la cultura mexicana y contribuir a fortalecer los vínculos de identidad nacional entre los diferentes grupos que la conforman. Por tanto, el Estado fomentará su desarrollo para cumplir su función de fortalecer la composición pluricultural de la nación mexicana, mediante los apoyos e incentivos que la Ley señale”  En este artículo está, en muchos aspectos, la salvación y el progreso de la parte débil de la industria cinematográfica mexicana. Ya volveremos. 

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