Por Lorena Loeza
En un país de mujeres y familias que buscan afanosamente a sus hijos e hijas, dominado por el narco, el dolor, la pérdida y angustia, una película como ésta no sólo es necesaria, sino consecuente.
Podríamos pensar —antes de ver la cinta— que el cine mexicano ya se ha ocupado más de una vez de documentar historias terribles de mujeres muertas y desaparecidos; o de la salvaje guerra contra el narco; y hasta nos pareciera que no hay mucho que aportar al asunto, como no sea el siempre actualizado golpe de realidad que nos produce ver este tipo de películas, como público espectador.
Sin embargo, “Sin señas particulares” se construye a partir de la misma premisa, aunque propone una reflexión muy diferente, igualmente dolorosa e impactante, pero aportando un punto de vista distinto. El resultado no deja de ser de denuncia, pero provoca una pregunta pocas veces planteada: ¿puede haber algo peor que morir o desaparecer?
La película ofrece una inquietante respuesta y es por ello que resulta tan novedosa y relevante. Fernanda Valadez, construye su historia a partir de la problemática que —tristemente— no nos resulta a ajena o distante. En primer término, nos presenta a Magdalena, una mujer de quien su hijo se despidió un día para cruzar la frontera junto con un amigo en busca de empleo y una mejor calidad de vida.
La falta de noticias acerca de los muchachos la lleva a pensar que algo pudo haberles sucedido, siendo así que en compañía de la mamá del amigo con quien su hijo partió, deciden ir a buscar respuestas por parte de las autoridades. Magdalena se enfrenta entonces a las instituciones y su actuar insuficiente, corrupto, e insensible, además de conocer las historias de otras mujeres y familias que han sufrido el dolor de la pérdida atravesado por la lucha contra el propio sistema.
Hasta ese momento, “Sin señas particulares” deja en claro que lo que vamos a presenciar es el trayecto de esa búsqueda y el de las personas que Magdalena encontrará en su camino. Un road movie desesperanzador. Para lograrlo, Valadez decide contar la historia centrada en Magdalena, por lo que poco sabremos de los otros personajes. De un modo casi onírico, las otras personas aparecen, juegan su rol y vuelven a desaparecer.
No obstante, Magdalena encuentra un aliado, una víctima que sin saberlo jugará un papel crucial en la búsqueda, pero también en el impactante desenlace. La sabiduría popular nos advierte siempre que el que busca encuentra, pero nadie nos prepara para encuentros tan demoledores como el que la película ofrece.
La cinta, por algunas de las razones comentadas, constituye un buen ejemplo de creatividad combinada con cinematografía, de cómo construir personajes cuya participación podrá ser breve pero definitoria, y de cómo estructurar una narrativa de muchas voces y pocos rostros. Un fino engarzado de historias y personajes que llevan irremediablemente a la comparación con nuestro propio bagaje de sueños, pesadillas y leyendas.
Personalmente, el final me provocó una reflexión que no me abandonó por varios días. A veces pensamos que, si buscamos algo, la historia se termina con el encuentro o con la declaración del fracaso. Esta película construye un arco narrativo muy diferente, porque el encuentro no es un cierre, sino un nuevo —y aterrador— inicio.
Morir en el recuerdo de los seres queridos, morir en vida, y las cosas peores que existen más allá de la muerte es una reflexión poderosa que se ofrece con esta historia. “Sin señas particulares” es una muestra de un cine mexicano diferente que sigue siendo denuncia y documento de nuestras más profundas tragedias, sin abandonar nuestra eterna fascinación por explicarnos de modo casi místico, las muchas maneras que existen de morir y desparecer.