Perros callejeros que no llegan a ser millonarios. La mirada cinematográfica de la población callejera.

Pero si ni nombre tengo. ¿Qué quieres ser? ¿La Sra. de Perro?

Valentín Trujillo. Perro Callejero 2

Por Norma Lorena Loaeza

El fenómeno de las personas en situación de calle, no es nuevo en modo alguno. Personas desamparadas, indigentes, dedicados a la delincuencia y la mendicidad, – como son nombrados por mucho tiempo- existen desde los censos de la Nueva España en nuestro país. La paulatina urbanización de nuestro país y en general del mundo trajo consigo contingentes de migrantes que dejaban el campo para buscar nuevas oportunidades en las Ciudades, demostrando que la pobreza podrá ser diferente en lo rural que en lo urbano, pero siempre conserva su misma descarnada forma: la negación del derecho a todo, la exclusión y la marginación por el simple hecho de carecer de oportunidades de acceso a una vida digna.

La mirada hacia las poblaciones en situación de calle, se fue transformando con el tiempo, pero nunca dejaría de ser considerada como una agria expresión de la injusticia social. Para el siglo XX, las personas que viven, trabajan y desarrollan su vida enteramente en el espacio público, constituyó una situación que merecía mayor atención: esta pobreza urbana no sólo no desaparecía – pese a las medidas asistencialistas y tutelares con las que se atendía tradicionalmente- sino que tomaba nuevos matices.

En México, los años cincuenta empiezan a descubrir el fracaso del modelo modernizador y las primeras señales del fracaso de los ideales postrevolucionarios empieza a hacerse presente. Por aquella época, el cine también se separa del melodrama clásico explotado en la época de oro y comienza a realizarse un nuevo cine, con cineastas críticos y propositivos que mostarían este otro México a los espectadores.

Por lo que toca a las poblaciones en situación de calle, la evolución de personajes con estas características fue encontrando personajes más complejos y cargados de dramatismo dentro de las historias que se contaban. De los niños boleros o papeleritos de las clásicas películas de arrabal, -en donde estos personajes ponían un toque pintoresco a los retratos de los pobres urbanos- pasamos a los Olvidados (L.Buñuel, 1950) hoy considerada una gran obra maestra de la cinematografía mundial.

Buñuel logra una cinta realista acerca de la pobreza y el desamparo de niños y jóvenes en el ambiente urbano, que llega a extremos francamente perturbadores. La película no tiene una intención de crítica social sino que es una historia orientada a narrar las condiciones del drama humano, un retrato de la vida misma y la fatalidad del destino. Sin embargo, en su momento, la película recibió enconadas críticas por mostrar una imagen de México tan violenta y desoladora. ¿Dónde estaba el mexicano alegre que le cantaba con mariachi a sus tristezas? La doble moral mexicana trató con desprecio a la cinta aunque aún ahora es innegable su importancia para el cine de habla hispana de todos los tiempos.

Sin embargo, la temática no desparece, entre otras cosas, porque la problemática crece con el aumento de las migraciones del campo a las urbes y con el agotamiento de un estado de bienestar que no asegura el empleo ni las oportunidades de desarrollo para miles de personas. Las ciudades crecen y se multiplican rápidamente y con ellos el número de personas –niños, niñas, jóvenes, hombres, mujeres y adultos mayores- que hacen de la calle el último refugio de la precariedad.

En 1980, se filma la primera película “Perro Callejero” (G. Gazcón, 1980) estelarizada por Valentín Trujillo y que resultaría tan exitosa que termina por tener una secuela. La película advierte de entrada que su intención es muy diferente a la de Buñuel. Basada en estudios sociológicos, – no se mencionan cuales- pretende retratar cómo es la vida en las calles para jóvenes víctimas de la violencia y el desamparo en a Ciudad de México. Perro Callejero se llama así por que no se conoce su nombre ni el de sus padres, ha nacido y crecido en las calles haciendo de todo por sobrevivir.

Sin embargo, a pesar de su pretendida mirada sociológica, la cinta es se basa en estereotipos y diferentes tipos de prejuicios que van desde la conmiseración hasta la pretendida evidencia de que para los desprotegidos no hay nada más allá de la tutela y caridad.

La película sin embargo, ayuda a mirar el fenómeno como continuo, evidenciando otras problemáticas urbanas como la prostitución, y el uso y tráfico de drogas, temas que se volverían recurrentes en el cine de escenario urbano hasta nuestros días. Valentín Trujillo logra ser recordado por este papel que lo posiciona como una de las grandes figuras populares de nuestro cine.

En 2001, se filma “De la Calle” (G. Tort, 2001) que hace un acercamiento diferente a la misma problemática. La cinta narra la historia de Rufino, un chico que vive en la calle y sobrevive haciendo trabajos en el ambiente informal. Un día se involucra en robo, lo que lo coloca en una situación de persecución y acoso. La cinta es la adaptación al cine de una puesta teatral original de Jesús González-Dávila que se mantuvo en las marquesinas con bastante éxito.

Tort amplía el espectro para enfocarse no sólo a las personas desamparadas sino a las comunidades de personas en situación de calle. Las redes comunitarias y de apoyo que permiten la sobrevivencia de los marginados es un elemento a resaltar en esta cinta, que parece respaldar una verdad fundamental: son las construcciones emergentes entre los marginados lo que les asegura la sobrevivencia. Con personajes más reales, alejados de los estereotipos tradicionales la película se lleva buenas críticas, especialmente por las actuaciones que resultan enormemente convincentes.

A nivel internacional en años recientes una cinta en particular atraería comentarios en torno a este asunto, que en realidad no son tan diferentes a los que levantaron las cintas que se han comentado líneas arriba. Tal es el caso del debate mediático alrededor de la cinta Slumdog Millionaire, (D. Boyle, 2008) una producción indo-británica filmada en la India, específicamente en los barrios pobres de Mumbay (Bombay). La cinta narra la historia de un joven, Jamal Malik, que nació y creció en medio de la pobreza urbana, y que para sobrevivir, junto con su hermano, tuvo que hacer un poco de todo. Sin embargo, gracias a su participación en un concurso televisivo, está a punto de convertirse en uno de los hombres más ricos de Mumbay.

Slumdog Millionaire (traducida en México como Quisiera ser millonario) levantó polémica por varios motivos, más allá de su calidad cinematográfica, que le valió 4 Globos de Oro, 7 premios Bafta y 8 Óscares, entre ellos el Oscar a la mejor película.

En principio, la traducción literal (perro callejero millonario) le pareció ofensiva a ciertos sectores de la India que defienden los derechos de los grupos desprotegidos de Mumbay. Llamar perros a los niños pobres resultó un agravio del cual se dijo en su momento, ameritaría una demanda por ofender la dignidad de las personas. Y pensar que aquí se filmaron dos cintas enormemente populares con ese nombre y nadie alzó la voz para denunciarlo. Tiempos y momentos distintos sin duda.

Pero cuando la película es nominada a los premios Oscar, el debate se mueve: Deja de señalarse el asunto de los niños callejeros y la falta de respeto a su dignidad, para resaltar el hecho de que en esta película y con esta polémica, se enfrentan las industrias mas importantes de la producción fílmica: Estados Unidos y la India, quien fuera señalada por la UNESCO, como el país donde más se producen películas en el mundo.

Es decir que al final, el debate enfrenta a las dos industrias más prolíficas del mundo, aún y cuando la situación de los niños desprotegidos siga siendo la misma en muchas partes del mundo. Y ese debate que parecía prometedor a raíz de la película, parece que se ha ido desvaneciendo hasta dejar de parecer importante.

Sin embargo, un fino hilo conductor une las diversas propuestas aquí comentadas desde Buñuel hasta a Boyle: la falta de identidad y de nombre que darle a los personajes. El Jaibo, Perro Callejero, Rufino, Jamal, son los nombres de todos, de nadie. Un ser que no existe y que no importa en realidad como nombrarlo es una muestra más de la negación y de la enorme falta de dignidad y aprecio con que las sociedades se ocupan de sus marginados. Una deuda pendiente que espera todavía poder ser saldada.