Por Elisa Lozano   

“Todavía no se ha escrito el manual perfecto que pueda reemplazar la experiencia de una vida entera al lado de una cámara de cine”. Agustín Jiménez.

El el 26 de junio de 1974, un día antes del merecido homenaje de la familia artística a Don Alex Phillips en la Cineteca Nacional, falleció Agustín E. Jiménez Espinosa. Solo un par de diarios cubrieron la nota. Según consta en su expediente del STPC su último trabajo fue Cómo destruir la reputación del agente secreto más célebre del mundo, una producción francesa estelarizada por Jean Paul Belmondo y Jacqueline Bisset, cuyas locaciones se filmaron en Acapulco, Puerto Vallarta y Teotihuacan [1].       

Pero la trayectoria del cinefotógrafo se había iniciado muchos años antes, en su época de estudiante en la Escuela Nacional Preparatoria, donde trabajaría como reportero gráfico de varias revistas estudiantiles, etapa en la que se vincularía además con Carlos Toussaint, Julio Bracho, Juan Bustillo Oro y otros con los que coincidiría en el cine.     

Su padre fue el pintor y pionero cinematografista Agustín Jiménez García, de quien aprendió –al igual que sus hemanos- los secretos del oficio, al igual que de su maestro Carlos Muñana.  Muy joven se incorpora a la vida laboral como profesor y fotógrafo oficial de la Universidad Nacional de México, para la cual realiza el registro del quehacer cotidiano de ceremonias, eventos académicos y deportivos. En los años treinta se vincula con las figuras más importantes de la cultura y la plástica nacional, sorprendiendo con su estética vanguardista.  

En 1931 acompaña a Serguei Eisenstein durante el rodaje de ¡Que Viva México!  Y realiza los que pudieran considerarse stills de la misma. Por entonces sus novedosas imágenes impactan a la crítica especializada y aparecen en revistas, diarios de gran circulación e ilustran libros en México y el extranjero. Participa  en decenas de exposiciones e incursiona además en la fotografía publicitaria y el retrato promocional de estrellas. 

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Retrato de Agustín Jiménez. Foto de Leonardo Jiménez (atribuida). Archivo Familia Jiménez

Dos años después su actividad central será hacer hacer stills, para la incipiente industria cinematográfica y a partir de 1934, inicia su carrera como cinefotógrafo con dos cintas notables dirigidas por Juan Bustillo Oro; Dos monjes y El misterio del rostro pálido (1935). Filmará varios documentales durante el gobierno de Lázaro Cárdenas y durante los siguientes cuarenta años filmará ininterrumpidamente bajo la batuta de los directores más importantes del cine mexicano. 

Algunos de sus trabajos más propositivos serán las tres cintas que realiza con Luis Buñuel Abismos de pasión, El bruto, Ensayo de un crimen (por la que obtiene el Ariel), así como La Cobarde y La sombra del caudillo de Julio Bracho.

Su obra cayó en un inexplicable olvido, hasta que hace algunos años, investigadores como José Antonio Rodríguez, Eduardo de la Vega y Carlos Córdova –entre otros- propusieron una relectura de su obra. Quien escribe estas líneas,  realizó durante cinco años una investigación sobre su prolífica obra fílmica en diversos archivos públicos, y, sobre todo en su archivo particular, mismo que actualmente se encuentra en proceso de organización, gracias a una beca otorgada por el FONCA a la investigadora Patricia Priego.

Notas 

[1] J.H.Trujillo “Murió Agustín Jiménez. De una insuficiencia cardiaca a los 73 años”, Cine Mundial,  jueves 27 de junio de 1974, p.p.1-3. La nota comenta los aspectos más relevantes de su trayectoria; desde sus inicios vanguardistas y su labor docente en la Universidad, así como lo más destacado de su trabajo en cine. Se ilustra con 19 imágenes emblemáticas de su carrera fílmica en las que aparece con importantes personalidades.

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Ensayo de un crimen.

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La sombra del caudillo.