Por Manuel Cruz

“Adiós Dulce Hogar”, (Adieu, Plancher des Vaches!, 1999) se encuentra en la muestra del FICUNAM. El debut del cineasta georgiano Otar Iosseliani en México, propone un regreso al pasado del cine y la humanidad: su tono cómico descansa en la corporeidad y la sutileza, introduciendo una mirada a la clase alta y sus despilfarros, que comparte ciertas características con “El Discreto Encanto de la Burguesía” (Luis Buñuel, 1972).

El surrealismo explícito tiene una presencia definitiva en esta película: en algún lugar de Francia, existe una enorme mansión (similar al legendario Moulinsart de Tintín) habitada entre otros por una señora (Lily Lavina) que organiza fiestas para sus amigos aristócratas, siempre acompañada de un flamingo que se trepa en su espalda y añade caché a la situación: es como ver a Cruella de Vil sin los 101 dálmatas.

En la parte de arriba vive su marido (el propio Iosseliani), un anciano que encuentra su felicidad en trenes eléctricos, whisky, y disparar boomerangs junto a su viejo labrador, siempre que su mujer no haga de sus días un infierno. Sus hijas practican equitación, correspondiente a los lujos de la alta burguesía, pero el personaje más llamativo es su hijo mayor (Nicho Tarielashvili), quien toma una lancha a París cada mañana. Con esa transición del oasis lujoso a la auténtica ciudad, Iosseliani se aleja de la inicial comedia física en la cinta, a un sarcástico y profundo juicio de la civilización.

Ya que en París, este muchacho rico se convierte en un lavaplatos para el bar de la esquina. También ayuda a los pobres a crear mensajes ingeniosos para que consigan dinero y se cruza con su opuesto: un joven de clase baja (Philippe Bas) que, con un traje usado y una motocicleta prestada puede darse el lujo de vivir como alguien más ‘importante’ por unas horas.

Tales encrucijadas, similares a la forma en que Richard Linklater grabó a los fenómenos de su barrio para Slacker (1991), regresan a un elemento central del cine, descubierto por los Lumière en su inicio: la observación del ambiente. Detrás de ver a ricos y pobres existe una burla a todos los avances del ser humano en su neurótico ordenamiento del mundo (es decir, civilización). El muchacho rico y el mendigo no tienen una razón pre-meditada para su actual condición, aunque si hay un misterio por resolver. Este corresponde a la audiencia.

Lo más curioso de “Adiós Dulce Hogar” es que fue filmada en 1999, cuando la Unión Europea estaba en plena cúspide mundial. Y ahora en el FICUNAM, se convierte en una cinta que el mundo entero debería ver tomando notas, empezando por los griegos y hasta Putin y sus colegas dictador-socialistas. En un período histórico de múltiples crisis que no se irán pronto, esta pequeña cinta de un gran cineasta viene a recordar un detalle olvidado, pero esencial: ¿de qué sirve la clase social? ¿No nos habían enseñado en primaria que todos somos iguales?

HORARIOS:
http://www.ficunam.unam.mx/index.php/programacion/pelicula-2014/adieu-plancher-des-vaches

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