Por Jorge Alejandro Vázquez Valdez
La espera terminó y al fin llegó a las salas de cine “Joker”, del director neoyorkino Todd Phillips. En términos generales la película cumple, incluso aporta, pero a trasluz de los niveles que se han alcanzado con otras obras centradas o derivadas del personaje de la noche creado por Bob Kane, presenta limitaciones e incluso aspectos cuestionables. Sobre la primera de estas aseveraciones -la que se podría decir va dirigida al público en general- destaca la actuación de un Joaquín Phoenix que evidentemente se sumergió en el personaje y lo refleja como un actor camaleónico, versátil y capaz de manejar a un mismo tiempo las dimensiones íntimas o extrovertidas; desbocadas o en control; humorísticas o dramáticas.
La fotografía y la música (esta última de forma más marcada en la segunda parte de la película) resultarán sin duda un deleite para quienes gustan de analizar estos componentes fílmicos, y en suma, la creación de Todd Phillips le aportará un nuevo elemento al abanico humorístico que ha expuesto en “Due Date” (2010), “The Hangover” (2009) o “War Dogs” (2016), obras entretenidas, con un humor bien logrado pero sin la complejidad y la orientación de “Joker”.
Sobre la segunda de las aseveraciones hechas en este texto lo primero que hay que aclarar es que el filme es una versión de Todd Phillips sobre el antagónico más representativo de Batman, el Joker. Esto quiere decir que el director está posibilitado para “doblar” la historia en la medida que lo considere y generar una propuesta propia, lo que es enteramente válido. No obstante, y a pesar de ese grado de libertad por tratarse de una versión propia, la línea para cometer errores o sobreinterpretar es muy delgada, y es justo lo que ocurre –al menos de forma parcial- en esta película. En este sentido tómese en cuenta que el Joker, tradicionalmente, ha representado al villano por antonomasia en las obras del murciélago. En los comics, y en especial en las películas en torno a éste, el Joker se ha mantenido como un antagónico del héroe cuyos motivos impulsores son contrarios tanto a los de Bruce Wayne como a los de Batman. Si para ellos la justicia, la igualdad social o la vida son elementos clave que deben ser salvaguardados, para el Joker son objetivos a vulnerar ya sea por contrariar al murciélago, o bien para cumplir un objetivo delictivo, pero éste siempre se presentará como contraparte. Todd Phillips decidió alterar este orden al presentar un Joker que genera la empatía del público de manera lastimera; propone un personaje que de forma prácticamente ininterrumpida se ve expuesto a una serie de agresiones físicas, desventajas sociales, un trastorno mental, un entorno familiar disfuncional y un prolongado etcétera que lo posicionan como la víctima. Ello se puede ver como el largo y detallado relato de las causas que generaron al Joker, pero también se puede asumir como dos horas (duración del film) de machacar innecesariamente sobre un mismo punto por parte del director, pues éste queda claro desde un inicio: el Joker es la víctima de una sociedad desigual y cruel.
Esta reiteración, francamente, desgasta, pues es una fórmula repetida durante prácticamente toda la película, incluso después de los momentos de clímax y transformación del personaje. Pero incluso más allá de esto, tómese en cuenta que en términos de construcción de un personaje, la empatía con el público siempre será mucho más fácil de conseguir a partir de la lástima. Es decir, el Joker “conecta” con la gente gracias a sus desventajas sociales y a sus características físicas y emocionales, lo que sería infinitamente más difícil de conseguir si fuera estrictamente un villano cruel, insensible y enfocado en hacer un contrapeso real a la figura del murciélago. ¿Veremos algún día una versión del Joker de esa talla? La respuesta está en la actuación de Heath Ledger en “Batman: El Caballero de la Noche” (“The Dark Knight”, 2008) para notar que ya se ha alcanzado dicho nivel, pues muy a pesar de los fans del murciélago, y de la excepcional capacidad como actor de Christian Bale, Heath Ledger simplemente puso “la vara muy alta” y opacó al propio murciélago; se convirtió en el centro de atención de la segunda película de la saga de Christopher Nolan y cautivó al público desde una de las posiciones más complejas para un actor: la del villano que lo es no por ser una víctima, sino simplemente porque lo que quiere es “ver arder el mundo”.
Otro de los elementos a cuestionar es el del componente de la lucha de clases que la película expone, en la cual el Joker termina por ser emblemático y aparentemente cabeza de movimiento social tras ser sacado de una patrulla por sus seguidores. Como antes se dijo, el director tiene la libertad de llevar la historia por donde mejor le parezca. No obstante, ese componente de la historia carece de verosimilitud, termina por desentonar con un personaje cuya esencia no es la de encabezar causas justas, sino todo lo contrario.
Este tipo de aspectos se pueden criticar aún más si se ven desde la perspectiva del relato literario propuesto por Tzvetan Todorov, en concreto desde sus consideraciones sobre el sentido y la interpretación. El sentido es una función clave en la obra y posibilita la relación justificada con otros de sus elementos —de acuerdo a Todorov—, y para profundizar en este punto se puede referir “El regreso del Caballero Oscuro”, de Frank Miller (comic que por cierto fue retomado y convertido en una auténtica porquería en la versión protagonizada por Ben Affleck), obra ilustrada que justamente aborda el tema de grupos sociales marginados, sólo que lo hace en congruencia con la naturaleza de los personajes creados por Bob Kane, y no desde modificaciones a la historia de forma arbitraria. Ahí, el sentido está llevado a un nivel muy superior en tanto los personajes (Batman y Superman) son (re) interpretados y expuestos en sintonía con su esencia y en un contexto complejo: la geopolítica guiada por intereses estadounidenses, donde Superman es un instrumento de control de masas e invasión de países, y Batman es la cabeza de minorías excluidas y la contraparte natural de un sistema hegemónico de dominación.
Todd Phillips se dio gusto con una película que encaja, al menos de forma parcial, en el cine de autor, pues llevó la historia estrictamente hacia donde quiso, incluso insertando elementos de la comedia clásica en la escena de Chaplin, o en los componentes tipográficos. De cualquier manera su obra se agradece y engrandece la lista de versiones sobre el murciélago y sus antagónicos, posicionándose más cerca de las versiones de Tim Burton o Christopher Nolan, que de las de Zack Snyder o la de Joel Schumacher. Gracias por eso.