Por Sergio Huidobro

Son los años veinte del siglo pasado. Mes con mes, marejadas de migrantes europeos viajan en barcos atestados que tienen como puerto final de embarque la Isla Ellis, a la entrada de Nueva York. Europa sigue humeando entre los escombros de la Gran Guerra; los Estados Unidos, del otro lado, acaban de afianzar su posición global como punta del desarrollo económico, artístico e industrial. Eso, traducido al lenguaje de la calle, significa mucho trabajo bien pagado en todos los niveles: desde servicios de limpieza hasta novelistas de éxito, incluyendo un mercado en auge para la prostitución propia de todo gran puerto.

Aquí se trata de un juego a tres bandas: la víctima es Ewa Cybulska (Marion Cotillard), una joven migrante polaca con una familia desmembrada —literalmente— por la guerra. Viaja con su hermana, quien al llegar con síntomas de tuberculosis a la aduana, se queda varada a las puertas del sueño americano. Ewa se propone sacarla de la isla a cualquier precio, y sus devaneos entre la esperanza y la criminalidad para conseguirlo se convertirán en el núcleo argumental de la cinta.

En la otra pista están dos hombres que marcan su camino a través de los barrios bajos de Nueva York: Bruno Weiss (Joaquin Phoenix), un empresario teatral de ética ambigua, y el mago Orlando (Jeremy Renner), ilusionista del mismo teatro en el que Bruno presenta el show de sus “muchachas.” Ambos profesan un amor auténtico por Ewa, pero los métodos de cada uno para conquistarla van, por decirlo de alguna manera, de la cursilería al asesinato.

Este es el escenario de la película más reciente del neoyorquino James Gray, “La inmigrante” —si nos atenemos al título original—, rebautizada mediante un atracón de sentimentalismo como “Sueños de libertad.” Se necesita algo de valor para meterse en un terreno dominado por una iconografía tan conocida: “Érase una vez en América”, “Los violentos años veinte”, “Muerte entre las flores”, “Balas sobre Broadway”, “El Padrino Parte II” y hasta la televisiva “El imperio del contrabando” nos han contado y mostrado ya, bastante bien, lo que Gray promete. Y al final eso obtenemos: un relato de factura clásica, de alta escuela y con muy buen oficio, pero que deja un sabor a insatisfecho o a ya visto. Todo bien, pero nada nuevo.

El aplauso se lo lleva una estupenda Marion Cotillard, quien saca buen partido de un personaje algo esquemático para ofrecernos a una mujer presa de todos los rangos de la desesperación: desvalida o cabrona, pero siempre acorralada por las circunstancias. Joaquin Phoenix y Jeremy Renner, sus consortes, no están mal pero tampoco nos dejan ver nada que no les conociéramos antes, lo que desdibuja un tanto a sus personajes en el conjunto. Un cineasta que suele atinar en la formación de sus elencos, ha apostado esta vez por tres rostros de alta valía, pero no ha llegado a exprimirles todo el jugo.

Quien está aquí en plena forma es el fotógrafo americano-iraní Darius Khondji, uno de los directores de imagen más estremecedores del orbe y responsable de trabajos de iluminación como “Seven: siete pecados capitales”, “Delicatessen” o “Amour.” En “Sueños de libertad”, Khondji firma uno de sus mejores trabajos al evocar una Nueva York a la vez íntima y desgastada, llena de olores y texturas en interiores oscuros o en húmedas calles atestadas. Buena parte de la fuerza de la cinta radica ahí, en sus luces ocre y sus cámaras de movimiento suave que nos ofrecen una ciudad que respira personalidad por donde se le vea.

Un relato de migración es, desde la Biblia hasta hoy, el relato de todas las migraciones. La travesía de Ewa es, a fin de cuentas, un pretexto para pensar en una mañana cualquiera de nuestros días en el metro de Nueva York, que es lo más parecido a la Torre de Babel que el hombre ha llegado a construir. En esa capital contemporánea de las artes solo algunos sueños llegan a cumplirse mientras otros se estrellan de bruces contra el pavimento. James Gray, un retratista experimentado de las mafias urbanas y de los instintos viriles, se mueve con buen tacto entre los curiosos matices de sus creaturas: una femme fatale indefensa o un proxeneta que se enamora como adolescente.

“Sueños de libertad” es una película imperfecta, si, pero vale por los varios destellos de gran cine clásico norteamericano que riega por aquí y por allá. Cuando parecía que los herederos de esa tradición estaban a punto de extinguirse, James Gray sigue creyendo en los géneros fundamentales de su linaje: el cine negro y el melodrama. Como Ewa y el resto de la migración centroeuropea, él tiene la voluntad de construir una tierra nueva sobre raíces del pasado: un futuro que ya nace empapado de nostalgias.

“Sueños de libertad”  (The Immigrant, 2013)
117 min.
Dirigida por James Gray
Guión de James Gray y Ric Menello
Fotografía de Darius Khondji
Edición de John Axelrad y Kayla Emter
Reparto: Marion Cotillard, Joaquin Phoenix, Jeremy Renner


Vela si te gustaron:

“Amantes” (2008) o “La noche es nuestra” (2007) de James Gray
“Érase una vez en América” (1984) de Sergio Leone
“Los violentos años veinte” (1939) de Raoul Walsh
“La tierra de la gran promesa” (2006) de Emanuele Crialese