Por Hugo Lara

Los primeros apuntes que hice sobre “Cuando los hijos regresan” están fechados en abril de 2013. El desarrollo del argumento me tomó varias versiones hasta  el primer tratamiento del guión ya completo que escribí, firmado en agosto de ese mismo año. Aunque hoy parece mucho tiempo, en realidad ha sido un viaje fluido en términos de los plazos de producción de cine. Cuatro años y meses después, “Cuando los hijos regresan” se estrena en los cines este jueves 21 de diciembre, lo que para mí resulta muy emocionante y gratificante, como me imagino le ocurre a cualquier director-guionista con su primer largometraje.  Es, desde luego, una obra no sólo mía sino de varias personas que la hicieron suya y que aportaron su talento y esmero, que ayudaron en distintos momentos, con diferentes ideas y con su trabajo, especialmente mi productor Javier González Rubio, mi principal cómplice y socio.

Siempre tuve en mente el título “Cuando los hijos regresan” pero también me pareció una buena opción “Familia Muégano”, así que la registré con la suma de los dos. En seguida explicaré el término de “familia múegano”, pues al cabo de esta experiencia descubrí que no todo el mundo lo entiende. En México, “familia muégano” es una forma de describir a aquellas familias sumamente apegadas, que conviven todo el tiempo, que son muy unidas y codependientes en exceso. Lo de muégano hace alusión a un dulce típico mexicano que suele (o solía) venderse en los cines y que está elaborado con cuadros de harina pegados con miel unos con otros. Como dije antes, confirmé durante el rodaje que no todos estaba familiarizado con “el mueganismo” cuando Lidia Barros, mi rigurosa continuista española, me hizo la observación sobre lo que ella pensó que era un error en el guión: los miembros de la familia no debían apellidarse Irigoyen, sino Muégano, como señalaba el título, me dijo.

Por otra parte, “Cuando los hijos regresan” hace eco del melodramón clásico “Cuando los hijos se van” filmado en 1941 por Juan Bustillo Oro (de la que después se haría un remake, en 1967). Se trata de un guiño cinéfilo simplemente entre los dos títulos, distintos en el género, en sus planteamientos y en el desarrollo. “Cuando los hijos regresan” es una comedia contemporánea centrada en una familia de la actualidad, con conflictos también de hoy.

Aunque desapareció del título final, la “familia muégano” está en varios momentos de la película, en una serie de imágenes que trabajé junto con mi fotógrafo Ramón Orozco, donde capturamos a los Irigoyen amontonados, apretados, en espacios abarrotados, espiando detrás de la puerta, o sentados alrededor de la mesa, en la fila del baño o en el salón de baile. No sólo son situaciones físicas, sino un planteamiento de identidad de este clan, con el que quizá mucha gente en México se sentirá identificado, toda vez el fuerte arraigo que muchos tenemos con nuestras familias.

Esto fue bien entendido por el grupo actoral, que hicieron su parte para reforzar esta y otras ideas que se deslizan a lo largo de la trama (ideas, por ejemplo, como la del mundo de las apariencias o la de las aspiraciones económicas). Fue para mi un privilegio trabajar con todos los actores que intervienen en mi filme, incluso los que hacen pequeñas partes. Desde luego que hacerlo con Carmen Maura fue un sueño formidable para mí. Es una actriz enorme que siempre he admirado y que me dejó varias cosas que le agradezco. Lo mismo ocurre con Fernando Luján, no sólo un actor con una trayectoria impresionante, sino también una persona que derrocha simpatía. Cecilia Suárez e Irene Azuela siempre me han parecido estupendas actrices, con muchos recursos, sensibilidad e inteligencia. Igualmente grato fue trabajar con Esmeralda Pimentel, quien tiene mucho futuro por su tremendo talento, así como Erick Elías, siempre dispuesto y disciplinado, y Francisco de la Reguera, quien tiene sobrada frescura e ingenio. Fue un placer trabajar también con Takato Yonemoto, gran persona persona y gran actor. Y lo mismo puedo decir de los chicos Miranda y Ramiro Cid, así como de Anabel Ferreira, Tina Romero, Nacho Méndez, Lalo España,  Diana Bovio, Roberto Quijano, Poncho de la Borbolla  y  los demas.

El trabajo en el set con los actores fue una de las dinámicas más disfrutables desde mi experiencia. El set para mi es un espacio abierto a la creatividad delante y detrás de cámara, pero al que conviene llegar con la mejor planeación posible. Durante el rodaje, en ocasiones entramos en apuros por el tiempo, por la luz, por los ruidos del ambiente, por distintas razones. Tener un grupo de actores talentosos e inteligentes ayudó mucho para resolver las dificultades. Cuando lográbamos que caminara la maquinaria del set (la cámara, las luces, el sonido y todo lo que hay alrededor), era una gran ventaja tener actores así que entregaban una chispa genial en cualquier momento.

Y las chispas de los actores siempre le vienen bien a una comedia como ésta, que se maneja en distintos tonos, no sólo de humor sino también de drama y de ternura. A fin de cuentas, “Cuando los hijos regresan” es una comedia de situaciones donde hemos querido que los personajes parezcan de carne y hueso, con problemas reales, cuyas decisiones erráticas son lo que detonan el caos o la desesperación y, en consecuencia, la risa.

Otras cosas que el espectador podrá encontrar en esta película (y que espero disfrute), son los espacios retratados de la Ciudad de México además de la banda sonora que integra temas originales de Jordi Bachbush y David Rodríguez así como canciones de varios estilos y autores (mambos, danzones, boggies, boleros).

Como dije al inicio, este filme sumó la aportación y el talento de muchos amigos que lo hicieron suyo o que dieron atinadas ideas: además de lo que ya mencioné, se encuentra los queridos José y Ángeles Díaz, productores ejecutivos que desde el principio creyeron en el proyecto; Claudia González Rubio, mi coguionista que se incorporó a la mitad del recorrido y con la que trabajé el tratamiento del guión que filmamos; Quique Latapí, coproductor que siempre entrega buenas notas y buenos chistes; el sonidista Filipo Rastelli, Fernanda Contreras a cargo del arte, el vestuario de Abril Álamo, Alex de Icaza en el diseño sonoro, mi hija Renée que también me daba sugerencias, y tantos y tantos más.

 


Carmen Maura y Fernando Luján.

Diana Bovio, Cecilia Suárez y Poncho de la Borbolla.

Tina Romero y Nacho Méndez.

Fernando Luján y Erick Elías.

Tomás Rojas entrega el documento a Fernando Luján.

Cecilia Suárez.

Anabel Ferreira e Irene Azuela.

Irene Azuela y Erick Elías.

Fernando Luján y Carmen Maura en el Salón Los Ángeles.

Francisco de la Regueira y Miranda Cid.

Cecilia Suárez, Francisco de la Regueira y el resto de la familia celebran el baile en el Salón Los Ángeles.

La familia en el Salón Los Ángeles.

Fernando Luján y Carmen Maura revisan las cuentas.

Esmeralda Pimentel recibe el anillo de compromiso de parte de Francisco de la Reguera.

Francisco de la Reguera y Esmeralda Pimentel.

Fernando Luján en pleno brindis familiar.

La familia.

Esmeralda Pimentel y Francisco de la Reguera.

Fernando Luján encabeza la fila del baño.

Francisco de la Reguera en el mirador de la carretera de Cuernavaca.

La familia acampa en el boliche.

El actor Takato Yamamoto.

Francisco de la Reguera, Carmen Maura y Fernando Luján.

Francisco de la Reguera y Esmeralda Pimentel.

 

 

Por Hugo Lara Chávez

Cineasta e investigador. Licenciado en comunicación por la Universidad Iberoamericana. Director-guionista del largometraje Cuando los hijos regresan (2017). Productor del largometraje Ojos que no ven (2022), entre otros. Director del portal Correcamara.com y autor de los libros “Pancho Villa en el cine” (2023) y “Zapata en el cine” (2019), ambos con Eduardo de la Vega Alfaro; “Dos amantes furtivos. Cine y teatro mexicanos” (coordinador) (2015), “Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-201” (2011) con Elisa Lozano, “Ciudad de cine” (2010) y"Una ciudad inventada por el cine (2006), entre otros.