Por Samuel Lagunas
El futbol nació en el Reino Unido en el remoto siglo XIX. Dice la FIFA que, no obstante, hay registros de que un deporte muy parecido se practicaba en el siglo II en China. Pero ha sido en Gran Bretaña donde el deporte ha forjado una historia de mayor duración hundiendo sus raíces en códigos que datan del año 1100, donde se cuenta, por ejemplo, cómo unos chicos londinenses se enfrentaban violentamente en las calles para ganar una pelota y usaban mayormente los pies en vez de las manos. Los niveles de agresión llevaron a que el juego fuera prohibido en algunas ciudades. Fue en 1863, finalmente, que, para regular el comportamiento de los participantes, se creó el Código Cambridge y, con él, el primer reglamento internacional de futbol. Lo arraigado del deporte al territorio británico dota a la nueva película de los Estudios Aardman, “El cavernícola”, de un aura de homenaje.
Dirigida por Nick Park, creador de los populares muñecos de arcilla de Wallace y Gromit, “El cavernícola” nos cuenta la historia de Dug, un habitante de la edad de Piedra que deberá guiar a su variopinta y despistada tribu para enfrentar al Real Bronzio en un partido de futbol donde se jugará no sólo el honor de ambos equipos sino la recuperación del hogar de los cavernícolas o su condena a realizar trabajos forzados para el tramposo Nooth en una mina subterránea. Los más avezados dirán que la nueva película de Park guarda una estrecha relación con “Escape a la victoria” (John Huston), cinta de 1981 que recreaba aquel dramático y terrible episodio de la Segunda Guerra Mundial en el que un grupo de futbolistas hechos prisioneros de guerra desafió al equipo alemán más importante del momento derrotándolo contundentemente firmando así su sentencia de muerte. Una historia semejante la encontramos, también, en “Space Jam” (Joe Ptyka, 1996) donde Bugs Bunny y sus amigos deciden su destino a partir de un partido de basquetbol frente a unos extraterrestres dispuestos a esclavizar a los Looney Tunes en un parque de diversiones; o en “Metegol” (Juan José Campanella, 2013), película argentina en la que un partido de futbolito define el futuro de todo un pueblo. De la lucha por la libertad y la afirmación de la dignidad en medio de la inhumanidad de la guerra en “Escape a la victoria” a la resistencia a la gentrificiación absoluta de un pueblo pequeño en “Metegol”, el deporte es situado en estas cintas como espacio de negociación y resolución de conflictos o, en términos de Huiznga, al deporte le es devuelto su estatuto de juego: forma cultural en la que una comunidad reconoce a otra como humana y con derechos y donde las armas deben ser idénticas, las señale de principio y fin son claras y respetadas y el tiempo está prescrito. El juego como guerra justa o como combate sin guerra.
“El cavernícola”, animada en stop motion, o clay-motion como también se le llama a la técnica de animar muñecos de arcilla, no está nada lejos de la caracterización de Huizinga ya que enfrenta dos formas sociales tremendamente desiguales: una tribu de la Edad de Piedra y una ciudad ya bien metida en la Edad de Bronce. Para Nooth, el villano, no hay duda de que lo importante es obtener minerales para sostener su civilización y su petulante estilo de vida sin importar qué vidas se interpongan en su deseo. Por eso, el que el futbol aparezca como posibilidad, brinda una esperanza a Dug y a su tribu: no todo está perdido para ellos. No obstante, tendrán que aprender a jugarlo en el exilio (rodeados de peligros que deberán sortear, como un pato gigante o el fantasma persecutor de un pasado lleno de fracasos), y para ello les ayudará Goona, una talentosa jugadora de futbol que vive en la Edad de Bronce pero que tiene prohibido jugar futbol porque es un deporte sólo para hombres (¡y para humanos!). Así, el equipo de la tribu estará completo y sólo restará acudir a la fiel mascota Cerdog para emprender la aventura más arriesgada de sus amodorradas y rutinarias vidas (restringidas a la cotidiana tarea de cazar tiernos conejitos).
Con un humor punzante e inofensivo al mismo tiempo (casi “inocente”), los estudios Aardman se han caracterizado por contar fabulas orwellianas, es decir, a través de situaciones absurdas protagonizadas mayormente por animales realizar comentarios sobre problemas sociales acuciantes. “El cavernícola” no es la excepción y sin dejar de ser, sobre todo, una cinta familiar donde los mayores recuperamos nuestra infancia, logra encajarse en uno de los temas que más nos (pre)ocupan hoy como sociedades: las luchas por el territorio y por todo lo que éste implica (afectos, prácticas economías), disputas profundamente desiguales que, ya quisiéramos, pudieran resolverse con meter goles. Los Estudios Aardman, en esta ucronía que es “El cavernícola”, comenten el grandísimo acierto de devolvernos a esa edad —¡de oro!— donde creíamos que si algo salía mal, un balón podía solucionarlo.
Ficha técnica:
Título original: Early man. Año: 2018. Duración: 89 min. Países: Reino Unido. Dirección: Nick Park. Guion: Mark Burton y James Higginson. Música: Harry Gregson-Williams y Tom Howe. Fotografía: Charles Copping. Reparto: Tom Hiddleston,
Eddie Redmayne, Maisie Williams, Timothy Spall, Richard Ayoade, Mark Williams.