El hombre-orquesta “Pichirilo”, una vida en un libro
Presentó el Festival Mórbido libro sobre Federico Curiel “Pichirilo”
Por Hugo Lara
El sábado pasado resultó muy grata la presentación del libro “Curiel” sobre el actor, director, compositor y dibujante Federico Curiel “Pichirilo”, en el marco del Festival Móbido que se celebró en Pátzcuaro, Michoacán.
Un libro-omnibus escrito por diversas plumas, algunas de ellas muy cercanas a “Pichirilo” por lazos sanguíneos: su hija Rossana, apreciable escritora y guionista a quien tengo el gusto de conocer desde hace más de 20 años, y su nieto Álvaro, prometedor cineasta que debutó con el pie derecho con “Acorazado”.
Tanto Rossana como Álvaro estuvieron presentes en la concurrida presentación del libro, en la formidable Biblioteca Pública Municipal Gertrudis Bocanegra, ex-Templo de San Agustín en Pátzcuaro. También ahí estuvieron los otros auotres: Pablo Guisa, director general y showman de Mórbido; mi gran amigo Antonio Camarillo y el estimado Roberto Coria; el imprescindible Pepe Návar; el Botellito-de-jerez Armando Vega Gil, Gonzalo Rocha y Andrés Paniagua.
Una mesa larga pero de muy buen ánimo y de sabrosos comentarios que se complementaron con los que hacían algunos miembros del público, entre ellos varios “Curieles” descendientes de “Pichirilo”. Llegó a tal punto el diálogo entre autores y público que alguien comentó con humor que esta presentación sería recordada como la primera “en que los autores le preguntaban al público”.
Estas opiniones dieron nociones de la forma en que se conforma este libro colectivo, pensado para diseccionar las múltiples facetas de “Pichirilo” a través de textos como “Memorias desde la voz heredada” de Rossana Curiel; “Federico Curiel y la supremacía del vampiro” de Coria, “El cine de luchadores de Federico Curiel, Pichirilo” de Návar; “Las rancheras de Pichirilo” de Vega-Gil o “Para morirse… pero de risa” de Camarillo.
A mí me correspondió escribir sobre su faceta histriónica, que desarrollo en el texto “Pichirilo, la nomenclatura de un actor”. Descubrí en él a un frecuente actor secundario que había visto desde mi infancia en las películas mexicanas por televisión. Es el entrañable “Perico”, bandido elegante y de lenguaje rebuscado, que aparece con Pedro Infante en “Los gavilanes”. Y también junto a Víctor Parra en “El suavecito” como “El Brillantina”. Desde luego, es el ayudante de David Silva en la asombrosa “El barón del terror” y es el villano aterrador de “El Látigo Negro contra el ánima del ahorcado”.
Interpretó también varios papeles de bonachón, de sacristán o de cura. “El buen ladrón”, la película que le valió ganar el Ariel como mejor actor de reparto, en 1958, es hoy por hoy una película inconseguible, que ojalá pueda pronto aparecer.
Para mí, “Pichirilo” fue un reflejo del cine mexicano posterior a la época de oro, cuando entró en un lento declive, una etapa en que se le exigió a sus miembros todo su talento en condiciones cada vez más precarias. Pichirilo y varios creadores como él dieron lo mejor de sí para satisfacer esta demanda. Y su cine, su esfuerzo, es muy valioso por su honestidad y por obtener oro desde la humildad.
El libro “Curiel” es el segundo que edita Mórbido sobre cineastas mexicanos (el primero fue “Taboada”) y fue coeditado por Métis, Imcine y Conaculta.