Por Jean-Pierre Garcia
Desde Cannes en exclusiva
Cristian Mungiu es bastante conocido en Cannes y muchos de los cineastas de la selección oficial veían su película como fuerte competidora, pues el director rumano consiguió en 2007 la Palma de Oro con “4 meses, 3 semanas, 2 días”. En “Baccalauréat” (“Bachiller”, 2016) nos propone un retrato muy agudo de una de las plagas de Rumania: el tráfico de influencias. Paso a paso, el autor nos hace entrar en una realidad de gran dramatismo.
Romeo Aldea es médico en el hospital de una ciudad mediana del país, es serio y respetado por sus colegas y por los pacientes. Vive con su esposa pero no duermen en el mismo cuarto. La preocupación de la pareja es su hija única, Eliza, quien ha conseguido una beca para estudiar en Inglaterra. Le falta conseguir el certificado de bachillerato pero no temen este examen pues Eliza es muy buena alumna. En vísperas del examen, Eliza es agredida en la calle en pleno día por un rufián que trata de violarla. Lastimada del puño, es atendida en el hospital donde la encuentra su padre. Eliza está totalmente perturbada y ya no se siente capaz de pasar su examen. Para Romeo es una catástrofe, pues para él su hija no tiene ningún futuro en Rumanía. Después de varias charlas con ella y su esposa, convence Eliza de acudir al examen, pero las cosas no suceden conforme a lo esperado y su padre se ve en el dilema de apoyar la petición de un hombre muy poderoso de la ciudad (que busca conseguir en urgencia el trasplante de un hígado) y que le propone ayudarlo con las notas de su hija.
Sin entrar en detalles, toda la película va a mostrarnos como funciona el tráfico de influencia. Así, Romeo se da cuenta que casi todo el mundo en el pueblo le debe algo a otro y que no existe una verdadera justicia. El que era un hombre honesto y con valores, descubre la enorme trampa que constituye este mundo de favores indebidos. En largos planos secuencias, el director nos propone un análisis preciso y exhaustivo de todo este sistema, con una precisión casi cirúrgica.
Romeo entre en un universo de mentiras, que incluso alcanzan a su esposa y que tocan a su hija, pues no quiere que la apoyen. Romeo se siente sucio con todas estas situaciones deshonestas. Tanto el protagonista como su mujer habían soñado que después de la muerte de Ceaucescu el país iba a transformarse en una democracia verdadera y, de cierto modo, el futuro se le cae de las manos a pedazos. Es muy emocionante el desarrollo de los conflictos en la película, que Mungiu filma con mucha sobriedad, lo que da todavía mas fuerza.
Los actores manejan de modo perfecto sus personajes y dan sentido a esta película desesperada. Se trata aquí del trabajo de un maestro, a pesar de que a veces le falta un poco de sentido del humor… negro.