Por Ezequiel Obregón
  

EscribiendoCine-CorreCamara.com
  

Bs As, Arg.- El realizador uruguayo presentó en Competencia Internacional del BAFICI La vida útil (2010), film que tiene como protagonista a Jorge Jellinek, un reconocido crítico de cine. Transcurre en la Cinemateca de Montevideo, un personaje más dentro de esta historia.
  

“En el 2002, más o menos, había empezado a escribir un guión que trataba sobre un pibe de más o menos 28 años, uruguayo, que vivía en Madrid y trabajaba en una filmoteca en Madrid y volvía a Uruguay. Se trataba de una historia de re-encuentros con sus orígenes y con sus viejos colegas en la cinemateca uruguaya. Ese guión se terminó llamando “Semana de turismo”, y tardé un tiempo en escribirlo, en un momento en el que yo estaba viviendo en España y trabajaba en la filmoteca. Lo dejé de lado porque decidí hacer “Acné”, del 2008. Difundiendo la película en Uruguay conocí a Jorge Jellinek, el protagonista de “La vida útil”. Me puse a escribir para él adaptando ese viejo guión. Y también lo adapté para la Cinemateca de Uruguay, a esa especie de institución de fantasía que se cuenta en la película. Cuando me decidí a filmar, estaba todo adaptado para Jorge, también en función de la crisis de la edad del personaje. El tema de fondo cambió un poquito porque el personaje era otro, otra era la edad, otra la problemática. Pero el ambiente y algunas escenas son de ese guión inicial. Filmamos una primera parte de la película en diciembre de 2008. Había un guión entero, de largometraje, y filmamos una parte. Esa parte la editamos y me di cuenta de que yo no tenía ganas de filmar todo lo otro que teníamos escrito, que remitía a la vida doméstica del tipo: en la casa con su familia. Me parecía que eso que habíamos filmado tenía mucha más fuerza que eso otro que estaba por filmarse. Nos tomamos un tiempo para pensar qué hacer con la historia, con el proyecto y demás, y fue ahí que surgió la posibilidad de que junto a mi co-guionista llevemos el guión al lado que queríamos. Tuvimos una linda lectura de un amigo, Gonzalo Delgado, que también se transformó en co-guionista y actúa en la película. Interpreta al director. A través de esa lectura tomamos lo que queríamos del guión anterior a modo de puntapié. Lo que puedo decir como resumen, es que fue un proyecto bastante libre en su naturaleza y en su forma de hacerse, a todo nivel tanto en lo narrativo como en cuanto a la producción”.
  

Al comienzo aparece un cartel anunciando que la película no refleja la situación de Cinemateca. ¿Cuáles son los puntos de contacto?
  

Lo que dice el cartel de inicio es lo que es, la película no reconstruye la historia de la Cinemateca Uruguaya. Nosotros filmamos en algunas partes de ella, que es una institución emblemática a nivel nacional y a nivel mundial, porque hay creado un mito sobre esa Cinemateca. Hay gente que actúa en la película que son trabajadores de la real Cinemateca Uruguaya, además de que durante el tiempo de rodaje yo era directivo en la institución. Comencé a ir desde mi adolescencia. Era muy natural creer que podía ser un documental, o se estaba hablando de problemáticas reales, cuando en realidad las problemáticas que tenía en aquel momento eran mucho más jodidas de las que se cuenta en la película. La deuda que aparece en el film nos sirvió para dar cuenta de lo que pasa con el personaje. La Cinemateca real, como otras tantas del tercer mundo, tiene problemas mucho más graves. Yo ya había hecho en el 2002 un documental sobre los 50 años de la institución, en este caso la idea no era hacerlo. Pero hay algunos planos de “La vida útil” que son muy similares a los de documental.
  

Hay una simbiosis muy clara entre el personaje y el espacio, que me hicieron acordar de “Goodbye Dragon Inn” (Tsai Ming-liang, 2003) y “Fantasma” (Lisandro Alonso, 2006) , films que también hablan del cine como un dispositivo que va quedando en el pasado. ¿Cómo fue el trabajo con lo espacial?
  

Conocía muy bien el lugar, y las demás cinematecas que conocí también se caracterizan por ese encierro que no tiene por qué ser naturalmente claustrofóbica como se puede asociar, sobre todo tratándose del cine. Los archivos son así, cerrados y con luz artificial. Las salas son oscuras. Mi objetivo no era la nostalgia ni mostrar la decadencia, sino mostrar de dónde sale ese personaje. A mí “Goodbye Dragon Inn” me parece una película preciosa, “Fantasma” me gustó también, y me parece que hablan de cosas que me interesan mucho. Pero “La vida útil” no tiene como idea de fondo a la nostalgia, sino el dar un paso más y qué hacer con eso. El personaje que sale de ese mundo es como una resaca, y una de las motivaciones del film era mostrar qué pasa con él.
  

Por la película circulan estilos y menciones del cine a escala universal, pero percibo algo muy local en relación a los espacios y al humor y los tiempos. ¿Cómo ves esta dialéctica?
  

Yo no tengo muy claro ese parámetro de “localista o universal” a la hora de hacer una película, yo pienso en una historia que quiero contar. Yo soy uruguayo, conozco los lugares en donde se filmó, la película está hecha con actores uruguayos y música uruguaya. Es natural que alguien pueda sentir que es un film de mi país. Existe esa cosa de nuestra melancolía, que yo sé que existe y se habla mucho. Pero no soy partidario, no es la poesía que leo ni el tipo de cosas que me motivan. Me parece interesante que puedan leer la película de esa forma. No me propuse hacer una película para que sea definida de determinada manera. Intento ver la verdad o el alma que se esconde detrás de cada película. Las cosas son esas y “dicen”, tu acreditación colgada dice algo, por ejemplo.
  

Te detuviste mucho en la mirada y las caminatas del personaje de Jellinek, cuesta imaginar el personaje interpretado por otra persona. Pero no es actor, ¿cómo fue su ingreso en el dispositivo cinematográfico?
  

En cuanto a lo primero que dijiste me parece así, hubo un flechazo. Uní su cara, su físico y su manera de ser y estar en ese guión. Fue algo tan potente como para empezar a filmar una película endeudándome, con la suerte de tener amigos que me apoyaron y que estuvieron de acuerdo en hacerla. Gané latas por mi película anterior que pude usar en “La vida útil”. Fue como esas cosas que no te dejan dormir, te dan ganas y te van llevando. Cuando se lo propuse, ya tenía escritas cosas, y él sabía cómo iba a hacer la película. No a modo de amenaza, sino para que el entienda mi lugar de director le dije que si él me decía que no estaba en su derecho, y en ese caso yo a la película no la hacía. No tenía sentido sin él. Lo entendió y se animó. Fue muy tranqui, el mundo es parte de su vida. Hicimos pruebas y ensayamos mucho, además de que conocía muy bien la Cinemateca. El trabajo fue hermoso. Jorge hizo un trabajo precioso y fue extremadamente generoso conmigo y se dejó llevar tal como la película lo pide.
  

Es una película muy conceptual, luego del soliloquio sobre la mentira que hace el personaje se abre a otras posibilidades narrativas. Aparece un final muy a tono con el melodrama, muy edulcorado pero a la vez emotivo.
  

Eso está basado en un discurso que hizo Mark Twain, que hizo aproximadamente en 1890 y es hermoso. Tomamos algunas cosas de ahí. Necesitábamos un texto no escrito por nosotros, para que se vea lo literario, que es algo que viene de otro lado, que se notara su voluntad de hacer memoria para decirlo. En términos de emoción, lo que me sucede a mí es que no tengo tanto oficio de escritor. Cuando pienso en una película pienso en lo que me gustaría ver en la pantalla. Por lo tanto, lo que me emocionaría ver. Tanto el plano final como todo responde a eso. Respecto del final, fue una decisión natural. Tenía que terminar con un tiempo de recapacitación, de saber que ese personaje iba a continuar su vida. Me parecía que era el final que da el tiempo necesario para que el espectador retome su lugar, que antes de la encendida de luces resultaba un lindo puente para “volver”. Lo dejé largo al plano, quería que se vieran las luces. Fue pensado para eso, para pensar que tanto la vida del personaje como la del espectador continúan.