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Este jueves en la Berlinale nos acordamos de Gracián, es filósofo, religioso y escritor del Siglo de Oro español que más que por su obra pasó a la posteridad por una frase bastante discutible: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Ante la perspectiva de “Hele Sa Hiwagang Hapis”, una película filipina de Lav Díaz sobre la lucha por la independencia de su país respecto de la corona española, la única conclusión era -dado su metraje de ocho horas que al final fueron nueve al poner un intermedio de una hora- simpatizar con don Baltasar antes de acudir al Tribunal Europeo de los Derechos Humanos.

Las convenciones humanas no suelen ser caprichosas. No pasamos 10 minutos estrechando la mano de una persona a la que nos han presentado. No vamos a la escuela hasta los 57 años (aunque no sería tan mala idea), tampoco la jubilación se prolonga desde los 30 hasta la muerte… Cuando cada cosa tiene su tiempo suele ser por motivos generalmente racionales. Por tanto, perdóneme Dieter Kosslick, director de la Berlinale, perdóneme Lav Díaz, quien pese a presumiblemente llevar sangre española en sus venas (si nos guiamos del apellido) no simpatiza con lo ibérico ni para buscar gente que hable el español de forma comprensible, pero nueve horas de película… ¡es de juzgado de guardia!

Confieso que si mis obligaciones me lo permitieran, podría pasar un fin de semana ocho horas (una jornada laboral) apaciblemente viendo algunas de las series que me gustan si tuviera en la recámara ocho, o nueve o diez capítulos sin ver. Pero parando de vez en cuando, visitando el baño en función de la cantidad de cerveza consumida, yendo la cocina, mirando el email y el “guasap”… en fín, esas tareas humanas que hacemos en el siglo XXI. Rodar una película de 8 horas y pretender que se vea en dos tirones (con una horita para comer, mear y estirar las piernas en medio) a lo largo de 9, debería estar prohibido por crueldad mental.

Hay grandes largas películas en la historia del cine. “Lo que el viento se llevó / Gone with the Wind” fue un largo éxito. Sergio Leone consiguió que vieramos las tres horas de su “Erase una vez en América / Once Upon a Time in America” (versión del autor) sin mirar el reloj en ningún momento, pero si las películas duran habitualmente entre hora y media y dos horas es porque no se puede pedir mucho más a un espectador, salvo teniendo un talento como el de Leone, o David Lean…, del que el señor Lav Díaz no anda muy sobrado.

El perpetrador, en este caso, ha tenido cómplices. Díaz es uno de esos personajes que abundan en el cine de autor que deslumbran a los críticos de pro, esos que alucinan con lo que no entienden, mientras ven crecer la hierba ante la camara o cuentas las ovejas, una a una, que pasan sobre ella de principio a final del rebaño. Con todo el respeto que me merecen las tendencias masoquistas, debo reivindicar el cine como un acto placentero… y humano. Cualquiera debe ser capaz de contar una historia en un tiempo razonable, y si necesita más, pues que no haga UNA PELÍCULA, sino una miniserie, o una serie de 22 capítulos o de 7 temporadas… pero dividida en cómodos plazos de una horita.

Kosslick es un tipo de lo más ecléctico, capaz de hacer convivir en la competencia de su Berlinale cintas documentales, de ficción, de 80 minutos y de 8 horas, europudings comerciales con experimentaciones autorales, pero toda variedad debería tener un límite. Y la película de Lav Díaz podría haberse ofrecido fuera de concurso, en un apartado paralelo, pero obligar a los llamados “notarios de la actualidad” a ver al menos una parte de “Hele Sa Hiwagang Hapis” es un signo de crueldad manifiesta.

La película, claro, en ocho horas tiene hasta rasgos de genialidad (por puro orden de probabilidades), en su fotografía digital en blanco y negro, para colmo generalmente en planos fijos, pero como había que ponerle un punto de “más difícil todavía”, Díaz nos lo pone peor, ya que si no se es estudioso de la historia filipina, del quien es quien en su panoplia de héroes patrióticos, lo más posible es que no se entere uno de casi nada.

Simplemente un dato para la reflexión: Ninguno de los grandes medios internacionales del cine publicaron la crítica de esta película filipina, señal que o la vieron en parte o no la vieron. Y desde luego no seré yo quien tire la primera piedra contra ellos.