Por José Daniel Díaz
Noticine-CorreCamara.com
Madrid. Alex de la Iglesia cambia
el registro. Deja payasos, cómicos asesinos, anticristos, westerns,
vecinos con malas pulgas y demás fauna para entrar por fin en la vida
real. Y lo que se encuentra es, como decía Hobbes, a los hombres siendo
lobos de los propios hombres. La desesperación de unos se mezcla con la
maldad de otros para formar un explosivo resultado. “La chispa de la
vida”, en un tono tragicómico (más pesimista y negro que humorístico)
afronta todos estos temas con la muerte como telón de fondo. Acierta y
convence.
Uno de los atractivos de la película (que apenas se estrenó en España pero sin fecha de lanzamiento en México), era ver al televisivo José Mota
enfrentándose a un papel dramático protagonista. Pese a un inicio de
película renqueante, poco a poco se va sintiendo más cómodo, casualmente
cuanto más dramática se pone la situación. Deja un buen sabor de boca y
salva con nota esta arriesgada apuesta. Justa nominación al Goya de
“actor revelación”.
Alex de la Iglesia, como él mismo admite,
siempre ha intentado rodearse de cómicos para sus films porque hasta en
los momentos más trágicos puede surgir una sonrisa. Antes de José Mota
ya trabajó con Santiago Segura, El gran Wyoming, Guillermo Toledo ó
Carlos Areces por ejemplo. Los buenos resultados que le han aportado
estas colaboraciones le reafirman aún más en seguir arriesgando.
Comentaba
Alex, ante una sala de prensa abarrotada, que “el guión lo leí en una
hora y llamé a Andrés (Andrés Vicente Gómez, productor) para decirle que
la rodábamos ya”. Si bien el actor estuvo claro desde el principio, la
elección de la actriz fue más complicada. En un inicio se pensó en
Gwyneth Paltrow, toledana de adopción, que finalmente se deshechó para
recaer definitivamente en la exuberante Salma Hayek.
La actriz
mexicana apenas estuvo 18 días de rodaje lo que provocó cambios en los
planes de rodaje. Su interpretación, que le ha valido la nominación al
Goya, va in crescendo. En los momentos de mayor fuerza emocional
desarrolla todo su potencial mostrando su versión más latina.
A
la pareja protagonista le acompaña un elenco de lujo. Juan Luis
Galiardo, Blanca Portillo, Fernando Tejero, Antonio de la Torre, Juanjo
Puigcorbé, Antonio Garrido… son sólo algunos de los nombres que
conforman un plantel de máximo nivel. Como comentaba en la rueda de
prensa Blanca Portillo “en el cine no hay papeles grandes o pequeños”.
La
política, la ambición, los medios sensacionalistas, los managers y las
empresas son foco de crítica donde los extremos, que siempre han rodeado
a la filmografía de Alex de la Iglesia, derivan casi en la parodia.
Un
desgraciado accidente da la oportunidad a Roberto (José Mota),
publicista de profesión, de convertirse en una estrella mediática. Con
esta excusa, el guión de Randy Feldman hace un ataque sin complejos a
todos los poderes fácticos. Pero esto, que es una de las fortalezas del
film, también se convierte en uno de los defectos. Colocarles en los
extremos, sin atisbo de humanidad alguna, desvirtúa la realidad quitando
credibilidad a los personajes.
Por contra, la emotividad
mezclada con un humor “azuloscurocasinegro” (como diría Sánchez
Arévalo), funciona a la perfección llenando a la sala de una sensación
encontrada.Y algo por encima que lo rodea, la dignidad de la persona.
Valores necesarios en una sociedad cada vez más fría y calculadora,
enganchada a los mercados y al dinero, que nunca llega a saciar sus
desproporcionadas ambiciones.
Alex, distendido y amable durante
toda la comparecencia ante los medios, alabó a sus actores, se
congratuló de la respuesta del público en los pases privados y admitió
referencias de títulos tan clásicos del cine español como “El asfalto” ó
“La cabina”. Destacó a Olea, Mercero e Ibañez Serrador como referentes,
“aunque ya hubiera querido decir que eran Ford ó Meyer, son los que
son”.
Los Goya sólo les han regalado dos nominaciones,
posiblemente escasas para la posibilidades del film, pero “La chispa de
la vida” es un buen ejercicio cinematográfico. Es entretenida, amable,
trágica pero no melodramática, sensible y emotiva. Suficientes razones
para salir con un buen regusto de la sala.