Por Ulises Pérez Mancilla
En medio de tanta pesadumbre social, este melodrama acogedor sobre los problemas ordinarios de una familia alternativa es uno de esos aperitivos que sientan bien al alma. Lisa Cholodenko, la directora, se salta todo rasgo explicativo sobre el respeto a las diferencias sexuales e implanta su historia de amor entre dos mujeres que se asumen lesbianas, pero también madres, amantes, neuróticas, infieles, prejuiciosas, redentoras: fascinantemente humanas.
Juls (Julianne Moore) y Nic (Anette Bening) son una pareja estable que ha construido una familia perfecta al lado de sus dos hijos: Joni (Mia Wasikowsa) y Laser (Josh Hutcherson). Ella está a punto de mudarse a la universidad, y él, adolescente al fin y al cabo, desea saber quién es su padre biológico por mera curiosidad. Entonces, haciéndole un favor a su hermano menor, Joni ejerce su derecho a solicitar los datos de éste al cumplir la mayoría de edad y sin que sus madres lo sepan, se entrevistan con Paul (Mark Ruffalo), quien a sus 19 años donó un poco de semen porque era “más divertido” que donar sangre. Encantador como pocos, la paternidad lo toma por sorpresa. Soltero, desfachatado, económicamente estable y guapo, a Paul no podía venirle mejor una familia, o lo que es mejor, una familia moldeada y constituida. Su presencia, no sólo alterará el orden en la vida de un par de mujeres distanciadas emocionalmente, sino vendrá a cuestionar el miedo y los prejuicios que permean incluso en un hogar tolerante.
Cholodenko ofrece una película simple, a veces tanto que podría pasar como el extraordinario y agradable capítulo de una serie televisiva (ella misma en el pasado, ha dirigido algunos capítulos de L World y Six Feet Under); no obstante, su poco innovadora forma cinematográfica (a veces clásica, a veces escueta), la subsana con una historia sólida y personajes muy bien delineados, pero sobre todo, con un ensamble de actuaciones soberbias, matizadas, agridulces: un desfile de emociones encontradas cuyo origen es la imposibilidad de entender los errores propios y ajenos. De comprender que a veces las motivaciones personales, por más casuales que sean, también pueden llegar a herir a las personas que se ama.
Los niños están bien es una película socialmente necesaria. En un mundo dónde la homofobia todavía puede llevar al suicidio a jóvenes ó, para no ir muy lejos, a la persecución política enferma y descarada, establecer modelos atípicos de familias fundamentadas en el goce de una sexualidad y una preferencia de género distinta aun dentro de lo “no normal” tiene que asumirse como una conquista mediática. Incluso, cuando hay un coqueteo con empatar la realidad de la vida gay con el ideal de vida heterosexual, que además de oler a intenciones de que la película pueda ser “oscareable” y políticamente correcta, pone a debate novedosos planteamientos éticos sobre la concepción y su repercusión en las relación de parejas homosexuales (en México, vienen los estrenos de Tierra madre de Dylan Verrechia y La otra familia de Gustavo Loza, que a su vez exploran el deseo maternal lésbico). A diferencia de los densos melodramas familiares que marcaron la muestra de este año, ésta es una historia luminosa y fértil, altamente disfrutable, que recupera una de las máximas del cine cuando en algún momento de la película, la mirada se resquebraja y los ojos se enjuagan de lágrimas. La vida sigue su curso a pesar de nuestras equivocaciones.
Los niños están bien (The Kids Are All Right)
Dir: Lisa Cholodenko. País: EUA Año: 2010. Guión: Lisa Cholodenko y Stuart Blumberg. Fotografía en C.: Igor Jadue-Lillo. Música: Carter Burwell, Nathan Larson y Craig Wedren. Edición: Jeffrey M. Werner. Con: Annete Bening (Nic), Jualianne Moore (Jules), Mark Ruffalo (Paul), Mia Wasikowska (Joni), Josh Hutcherson (Laser), Yaya DaCosta (Tanya). Prod: Mandalay Vision, Saint Aire Production, 10th Hole Production, Gary Gilbert, Philippe Hellmann. . Duración: 106 mins. Dist: Cine, Video y Televisión. Clasificación: B-15.
