Por Pedro Paunero
La exitosa película escrita, dirigida e interpretada por Alan Alda, “Las cuatro estaciones” (The Four Seasons, 1981), trascendía el subgénero de la Comedia doméstica hacia un marco más amplio que el de lo familiar: el de la amistad y las pruebas a las que esta es sometida, cuando un elemento extraño entra en dicho marco y la cofradía se ve afectada por los celos entre amigos.
La historia trata los devenires de tres matrimonios neoyorquinos maduros, de clase media, formados por el abogado Jack Burroughs (Alan Alda), y su esposa Kate (Carol Burnett), editora de la revista Fortune, Nick Callan (Len Cariou), vendedor de seguros y su esposa Anne (Sandy Dennis), fotógrafa de verduras (¡!) y los Zimmer, el dentista Danny (Jack Weston) y Claudia (Rita Moreno), pintora de éxito, y cómo ven afectado su aparentemente indisoluble círculo -y sus viajes trimestrales, cada cambio de estación-, cuando Nick le confiesa a Jack que desea divorciarse de la sumisa Anne. Los sentimientos de Anne preocupan al resto del grupo, que apenas logra disimular el desprecio hacia Ginny Newley (Bess Armstrong), la nueva pareja de Nick, quien no sólo es más atractiva que Anne, sino mucho más joven. Así, los amigos se verán perturbados por esta presencia que, indefectiblemente, los acompañará en sus viajes futuros, trastornando igualmente a Lisa (Beatrice Alda), la hija de los Callan quien, comprensiblemente, se sentirá traicionada por su padre.
No es poca cosa que una película sobre lo cotidiano logre conectar con el público, aparte de la temática, también por sus chispeantes diálogos, situaciones y paisajes y que pasara la prueba del tiempo, como para ser tomada en cuenta en un remake, con formato de serie, por parte de Netflix.
“Las cuatro estaciones” tenía, necesariamente, que adaptarse a los nuevos tiempos, con su discurso de inclusión que, más de las veces, no se expresa sino a través de una verborrea visual e ideológica cansina que, empero, en esta nueva serie, funciona. De esta forma, los ocho episodios, escritos por Tina Fey, guionista de “Saturday Night Live”, de NBC que interpreta, así mismo a Kate, acompañada de otros dos escritores de comedia, Lang Fisher y Tracey Wigfield, dirigidos, entre otros, por el equipo de directores Shari Springer Berman y Robert Pulcini y el mismo Alan Alda entre los varios productores, sustituye alguna de las parejas heterosexuales originales por el divertido matrimonio gay, conformado por el afroamericano Danny (Colman Domingo) y el italiano Claude (Marco Calvani), encargados de muchas de las situaciones humorísticas que pincelan la serie. Se repiten los personajes de Nick (Steve Carrell) y Anne (Kerri Kenney), y la pareja sobre quien recae el conjunto de viajes trimestrales, Kate (Tina Fey) y Jack (Will Forte), tan apegados todos, y tan aferrados a la confianza que han logrado edificar.
“Las cuatro estaciones” del Siglo XXI no sólo retoma, casi al pie de la imagen, esos pequeños detalles de la película que nos convencían de una hermandad imperecedera, sino de la debilidad de todo consenso, cuando el amor se convierte en rutina y el instinto aflora. Como expresan los personajes de Kate: “Somos dedicados. El amor romántico muere. Y luego queda algo más profundo”, y Danny, al principio de la serie: “Cuando eres joven, el amor está más allá de tu control, eso no se evita. Piensen en las personas de quienes nos enamoramos a los veinte, y que no nos merecían. Pero, lo que tenemos ahora es el resultado de la experiencia. Ahora nos elegimos unos a otros”. Gadgets tecnológicos de este siglo adornan la serie, IPads, teléfonos móviles, electrónica automotriz, y pantallas (uno de los bobos pretextos de Nick para dejar a Anne, que se ha vuelto adicta a un juego de video por internet), pero repiten costumbres del pasado, como el matrimonio -y la celebración de la renovación del mismo-, que los otrora rebeldes del Siglo XX intentaron destruir como caducos, entregándose, al final -ya con la madurez encima-, a estos mismos, por cuestionables que ahora parezcan.
Comedia para la madurez, pero también lección para la juventud, “Las cuatro estaciones” incluye una escena, al final del primer episodio, que conmueve por lo dura, cuando Anne prepara la fiesta de renovación de votos sorpresa para Nick, para celebrar los veinticinco años de su matrimonio. Ella es la única del grupo que ignora que Nick pretende una separación. Ya están los invitados de la fiesta, ya el escenario preparado y esta tragedia de pareja al punto de ocurrir. Aunque la película de Alda y la serie se decanten por el tono de comedia (tan amargo en su construcción), no es sino uno de los lógicos productos emanados de la trama de la película de Roberto Rosellini, “Te querré siempre” (aka. Viaje a Italia; Viaggio in Italia, 1954), que iniciara esa corriente a la cual vemos, muchas veces, con ingratitud vital, “el drama del segundo matrimonio” y que, según los cahieristas, diera inicio a la modernidad en el cine. ¡Qué peso tan grande para una película! Y que airoso sale Rossellini de la empresa, revísense, si no, tantos melodramas telenoveleros sub derivados de este título. “Las cuatro estaciones” es, pues, más ligera, y el “estiramiento” de la trama (al pasar de una cinta de menos de dos horas, a una serie de ocho capítulos), se resiente en algún tramo. Aún así, sus efectos de gracia se entreveran con el paisaje cambiante y la música de Vivaldi y llegan, por momentos, a aunarse, a percibirse sinestésicamente, a los propios dramas de Danny y Claude (que apuntan a una infidelidad), al de la hija de Nick, Lila (Julia Lester) y la obra de teatro que monta, y que parece dirigirse como un golpe bajo hacia Ginny (Erika Henningsen), la nueva pareja de su padre, pero permanecen intactos como un “punch” al corazón.
“Las cuatro estaciones” del Siglo XXI, por lo tanto, no se diferencia mucho de su predecesora y, aunque con matices, sigue celebrando la amistad, con sus altibajos, encuentros y desencuentros en la era de la posverdad. Como la vida misma.
Para saber más:
“El viaje oscuro del corazón: «Te querré siempre» y su influencia en el cine” por Pedro Paunero.