Por Matías Mora Montero
Terminó el 2024 y empieza el 2025, conforme la vida y el tiempo nos fuerzan a hacer introspectiva y retrospectiva, el cine que nos acompañó en este último año toma fuerza, nos confronta. Nos hace ver más allá de lo binario. Nos invita a explorar nuevos horizontes de posibilidades infinitas. Repasemos algunos de estos logros, obras cuyo mérito se vuelve una daga, filosa y apuntada al núcleo emocional de cada espectador, que llama a un cine libre, diverso y emocionante. Aquí, las mejores películas del 2024.
Como señalamientos importantes rutinarios: esta lista es subjetiva, si les sorprende por qué su película favorita del año no esté acá es por un rango de razones. Estás son más que nada, tres: no comparto esa opinión, no tuve la oportunidad de ver ciertas películas (muero por ver las nuevas de Cronenberg y Schrader, por ejemplo), lo que me lleva a mi tercera razón, la distribución es el enemigo mortal del cine. Películas excelentes como “Cerrar los Ojos” o “La Chimera” son realmente producciones del 2023, aunque se hayan estrenado en México en el 2024, sería incongruente ponerlas en la lista. Nos vamos a restringir a obras cuyo primer visionado público, sea donde sea, haya sido durante el 2024. El cine que nos abrió los ojos al tiempo que vivimos, sin más. Cine que, en varias ocasiones, nos replanteó lo que es el cine. Y conforme nos adentramos al siguiente año, al punto medio de esta década, debemos preguntarnos: ¿cuál es el destino? Diversas propuestas cinematográficas que buscan responder esa exacta pregunta es lo que conforma a esta siguiente lista.
- “Megalopolis”, director Francis Ford Coppola
No es una opinión popular, pero no creo que haya un logro más importante en la historia del cine reciente que la obra magna de Coppola, una película que tardó cuarenta años en salir a la luz y que, sin embargo, es más relevante que nunca. Atestiguando las ambiciones, los errores y las pasiones humanas, Coppola construye un puente entre el pasado y el futuro. La Roma antigua, el cine clásico y los arquetipos teatrales chocan con la América actual, las herramientas digitales y la exuberancia actoral. Ya escribí un largo texto sobre Megalópolis, pero la película de Coppola me parece infinita y, por ende, un tanto inalcanzable al emprender la odisea de analizarla o tratarla en texto. Hay una verdad en decir que la mejor forma de acercarse a sus ideas, sus emociones y su posible legado es verla en compañía y discutirla tras salir de la función. Su mayor propósito es ese: invitar a la conversación. La he visto más veces de las que me gustaría admitir (por ahora, ocho) y en cada nuevo visionado encuentro más elementos, ya sea en su narrativa, personajes, hechura o mensaje. Es un gran testamento a cada idea y, ante todo, a cada esperanza que alguien de la talla de Francis Ford Coppola ha tenido por la humanidad.
- “Cónclave”, director Edward Berger
De alguna forma, el discurso que las ceremonias de premiaciones y festivales prestigiosos creen estar haciendo al celebrar la espantosa “Emilia Peréz” es el discurso que sí estarían haciendo si premiarán a “Cónclave”, una película genuina en su valentía y que deja no sólo de qué hablar, sino también mucho que cuestionar. Al seguir el proceso detrás de la elección de un nuevo Papa, la película logra rescatar los valores de la actualidad: lo político de la diversidad como un arma en contra de ésta, el nuevo ascenso de ideologías nacionalistas, la cobardía con tal de ser central o neutro, el milagro de la honestidad. Es una película de conflictos, existiendo y persistiendo dentro de uno de los contextos más elitistas: la Iglesia católica. Es un vistazo a la burocracia detrás de la institución que se maneja desde el Vaticano y recorre el mundo entero, es preguntarse: ¿dónde queda la fe ante un poder tan dominante? Ese es, dentro de todos sus conflictos, el principal: la dualidad entre Iglesia y religión. La importancia de que vuelven a ser una, de que los hombres abandonen su sed de poder en favor a someterse a Dios, a sus enseñanzas, a sus verdaderos mensajes. Creo que, de todas las películas en esta lista, esta es de las más poderosas.
- “Anora”, director Sean Baker
Una crítica constante que se la ha hecho a “Anora”, la nueva cinta del aclamado cineasta detrás de “El Proyecto Florida” y “Red Rocket”, es que la titular protagonista, una joven sexo-trabajadora que se ve envuelta en un matrimonio fallido con un joven ruso millonario y heredero, no tiene personalidad, que la película se basa tan sólo en su trabajo y no en quién es Anora como persona. Esta es una crítica no sólo con la que estoy en desacuerdo, sino con la que veo un triste patrón donde ciertas audiencias ya no saben ver cine: buscan información literal, no buscan información a través del elemento esencial: la imagen. Mikey Madison, la actriz protagónica, y Sean Baker desarrollan una relación no jerárquica entre actriz-director, sino colaborativa. Atentos a la cámara y al lenguaje corporal, Anora se construye a partir de lo no-dicho, de la observación, de la tragedia inevitable que se desenvuelve previo al clímax narrativo, es decir, se desenvuelve desde la mirada. Una mirada objetiva, pero no por ello fría; decisiva sería una buena palabra, lo que le sucede a Anora es inevitable y conforme llegas a su espeluznante final, el corazón se detiene. Es una película que honra y forma parte del gran cine, un cine que no le debe obviedades a una audiencia que las exige, un cine que se expresa solemnemente por lo que se ve.
- “C’est pas moi”, director Leos Carax
Mediometraje ensayista que destruye a la imagen y la hace renacer. Una señal de un fenómeno necesario, de una introspección similar a “Megalópolis”, donde el autor más allá de recorrer su vida busca recorrer sus ideas. Ideas expresadas en imágenes que parten del pasado, pero sólo concebidas con las posibilidades tecnológicas del ahora y apuntando al mañana. Imágenes que acentúan patrones de la conducta humana, tanto del individuo como del colectivo, el auge del fascismo engendro conocido del siglo pasado, pero cuyas señas se repiten en este, y si las advertencias no son suficientes, y si la violencia se normaliza, y si la imagen se vuelve cómplice del terrorismo, habremos de parpadear. La belleza del mundo, el significado de la imagen y la búsqueda por un mundo mejor nos demandan parpadear, esa es de las mayores reflexiones que nos deja la nueva obra caótica y extraordinaria del inigualable fumador y cineasta que es Leos Carax.
- “El brutalista”, direcrtor Brady Corbet
Un milagro de cuatro horas. Un recordatorio de la grandeza de un cine tradicional, un sentimiento que nos remonta a Kubrick, a Welles y PT Anderson. Un sentimiento de deslumbramiento, de saber que lo que vemos frente a nosotros pasará a la historia. “El Brutalista” es una película, ante todo, sobre desplazamientos. De migrantes, de ideas a proyectos, de poder creativo a sumisión económica. Es un cuento trágico sobre el éxito y el legado, sobre todos los dolores que llevaron a estos. En su épica, te enamora, te mantiene al margen, sólo para destruirte, para deconstruirse frente a tus propios ojos. Su intermedio, un regreso a otra época del cine, es a la vez una herramienta narrativa. Su segunda mitad trayendo a la luz la perversión encontrada en el subtexto de la primera. Por supuesto, su acercamiento a la arquitectura y a la figura del arquitecto es impresionante, concibe a un personaje, Lazlo (Adrien Brody), tan complejo que sus matices lo vuelven una figura de la realidad. Recordando a “Get Back”, el documental de ocho horas que muestra el proceso creativo de Los Beatles al hacer el álbum de Let it Be, ahí entendemos el genio de estos músicos, vemos de cerca cómo surgen y realizan cada idea. Lo mismo logra “El brutalista”, excepto que, con un personaje ficticio, como con “Tár” hace un par de años, la ficción dentro de un retrato de un artista y su contexto nos hacen enfrentarnos a las muy reales complejidades que llevan al estatus de “genio”. Dispuesta a impresionar y a romper a cada espectador, su humilde presupuesto y su rodaje de sólo treinta días hacen de “El brutalista” un logro, vaya la redundancia, brutal.
- “Vi el brillo del televisor”, director Jane Shoenbrun

https://www.youtube.com/watch?v=jm8oicIwRF4
Una película para todas las infancias perdidas. Las que no recordamos, las que vemos a distancia a través de un espejo borroso, el cual no nos permite reconocer ni el más mínimo detalle. “Vi el brillo del televisor” es una película que confronta identidad y nostalgia, es un dolor inmenso regresar al pasado y notar las aspiraciones que no cumpliste. Es una película cuya trama es difícil de explicar, tiene que ver con programas de televisión y rutinas capitalistas que nos hunden en tristezas y nos llevan al margen, nos aíslan de nosotros mismos. Cuando la vi, sentí una experiencia visceral, una que unifica pasado, presente y futuro como una misma gran desesperación, donde la inseguridad del tiempo es la misma angustia por nunca, realmente, entender quiénes fuimos.
- “Jurado #2”, director Clint Eastwood
Escribí un texto extenso sobre “Jurado #2” de Eastwood hace poco, ahí dije, creo, gran parte de lo que pudiera analizar. Pero hay más, mucho más. Aspectos que se escapan de mi horizonte, porque es una película que funciona perfectamente bien en dos tipos de visionados: uno casual y uno detallista y perfectamente analítico. Es un caso extraño, una película compleja que, sin cambiarle nada, no tiene que serlo. Es curioso, al ser una cinta que lidia de forma directa con la importancia de la perspectiva, con la mentira de la objetividad legal, así, a la vez, funciona en forma: desde dónde te acerques a ella te revelará más o menos de su poder cinematográfico. Es por esto que, para mí, es de las más grandes del año terminado y de las cintas cumbres en esta etapa final del cine de Clint Eastwood. Sus habilidades narrativas brillan más que nunca y es capaz de desplegar una historia cuya profundidad en temas políticos y morales es infinita.
- “Grand Tour”, director Miguel Gomes
Un gran viaje cinematográfico: “Grand Tour”, tras meses después de haberla visto en el Festival Internacional de Cine de Morelia, me parece la obra maestra del cineasta portugués Miguel Gomes. Una película que entrelaza los conflictos de las relaciones humanas con el vasto panorama visual y de aventuras que nos ofrece la propia Tierra. Mientras dos amantes distanciados juegan al gato y al ratón, el mundo se les abre: junglas, ciudades, monumentos, cielos… La ficción misma se desplaza como otro sitio exótico de nuestro planeta. Es una obra magnífica, hipnótica en el mejor de los sentidos, reminiscente del trabajo de Apichatpong Weerasethakul, incluso compartiendo a Sayombhu Mukdeeprom, el director de fotografía de gran parte del catálogo de Weerasethakul y de tres producciones más del 2024: “La Trampa”, “Challengers” y “Queer”. De estos cuatro trabajos, yo creo que sus talentos son mejor explorados en “Grand Tour”, la cual otorga imágenes que me atrevo a decir nunca antes se han visto en el cine. Es un misterio de película, es decir, su tema aún me es un tanto ambiguo. Este misterio no la reduce, todo lo contrario, seduce. Me urge revisitar sus secuencias de sueño, las interacciones elusivas entre los personajes, su tema de coqueteo y clase. Su sentido de aventura sin fin es muy emocionante, sobre todo en una cinta de estilo contemplativo.
- “La Trampa”, director M. Night Shyamalan
La mejor premisa del año: todo un concierto es tan sólo una trampa para atrapar a un asesino serial que ha asistido al evento con su hija. Y el director logra pasar esta premisa a una de las películas más emotivas del año, ya que la película lidia de forma directa con las relaciones de padres e hijos y los terrores de enfrentarse con el alma de uno mismo al momento de involucrar a tu familia en todos tus tormentos personales. Y la película está dirigida con un nivel técnico lleno de innovación, encuadres que perfectamente describen la angustia del personaje, así como una edición que te lleva de la mano por toda la angustia de la situación. M. Night Shyamalan no ha ejercido un acercamiento tan formal a su cine en años. Siendo esta de sus películas más personales, esto se demuestra tanto por la técnica como por el propio discurso de la película, el cual traspasa la pantalla, ya que su hija es una de las protagonistas, Lady Raven, la cantante del concierto en el que toma lugar la historia, y esto crea un enfrentamiento super interesante entre ficción y realidad. Enfrentamiento que fuerza al propio espectador a cuestionar su moralidad personal, ¿qué pieza del rompecabezas que es “La Trampa” seríamos?
- “Furiosa: de la saga de Mad Max”, director George Miller
Venganza, odisea, ira pura, paisajes desertores de esperanza. La precuela de “Fury Road” nos muestra el otro lado de la moneda, la violencia sigue siendo constante, pero aquí hay un sentido de pérdida mayor al sentido de búsqueda que manejaba la épica de 2015. “Furiosa” es de menor escala, pero no por eso tiene menos gasolina en su motor, sabe rugir. Sabe llevarte a extremos, donde la emoción pura es suficiente para exaltarte, no importa cuántas veces la he visto, la gran emoción, la ira pura y el dolor de la protagonista me elevan el ritmo cardíaco. Es un cuento antiguo: la venganza viene a quien la recibe, el giro aquí es: ¿el dolor se va cuando la sangre deseada ya ha sido derramada? Psicológicamente me parece una película muy completa, en actuaciones y en su guión busca explorar el efecto que tanta desolación apocalíptica ha conllevado sobre sus personajes. Barbaridad y media conforman al universo de “Mad Max”, y entre crucifixiones y mutilaciones, el mayor llanto es el extrañar a la madre. Una cinta que se siente que nos va a sobrevivir a todos, porque en su rugir, hay un gran e inesperado toque de empatía.
- “Un hombre diferente”, director Aaron Schimberg
“Oh, mi viejo amigo, no has cambiado nada”, le dice Oswald (Adam Pearson) a Edward/Guy (Sebastian Stan) cerca del final de este peliculón que, a través de examinar las representaciones de las deformidades corporales en el cine y el teatro, logra alcanzar un nivel impresionante de entendimiento del comportamiento humano y la relación o dualidad que puede haber entre quienes aparentamos ser y quienes realmente somos. Similar a “La Sustancia”, es una película que explora los estándares de belleza, la extrema voluntad de cambiar con tal de ser aceptado en una sociedad ruda y los desórdenes de personalidad. Lo que yo creo hace a “Un hombre diferente” un esfuerzo mucho más acertado es la construcción del personaje, arranca en arquetipos, pero en sus giros impredecibles te lleva a un nivel de complejidad fascinante. Acciones irracionales, arrogancia, estupidez y pretensión enmarcan a varios de los protagonistas, lejos de la bondad y la inteligencia, son tangibles, incluso comprensibles. Creo que ante todo es esto la que la hace no sólo de mis películas preferidas del 2024, sino uno de los mejores guiones que ha visto el cine reciente, sus personajes son irresistibles y ejemplares en una época donde todo debe ser simplificado (el mayor error de “La Sustancia” muy bien podría ser la simplificación de sus temas). “Un Hombre Diferente” nunca se conforma, es ese su mayor logro.
- “Dahomey”, director Mati Diop
La película predilecta favorita de tu amigo antropólogo y sociólogo, incluso proyectada en el Museo de Antropología, “Dahomey” es un documental brillante. Lleno de cuestionamientos reales y con un toque precioso y adecuado de poesía visual, es una película que deja mucho para reflexionar porque no otorga respuestas, sino preguntas. Como “Megalópolis”, su mayor logro es invitar a la conversación. Sigue el retorno de veintiséis piezas arqueológicas de gran valor que Francia regresa a Benin, antes Dahomey, su hogar de origen y de derecho. Ahí ya hay algo, ¿por qué solo 26 de los miles de artículos robados durante el colonialismo francés sobre la gran África? Se podría denunciar que la cantidad mínima dada por Francia es, en sí, otra forma de colonialismo. Uno actual, pero donde el regreso de lo propio se ve como “un favor”, donde el control y la decisión de lo que es devuelto está en el poder del hurtador. Diop utiliza dos elementos brillantes que enriquecen el discurso de “Dahomey”, uno que resalta mucho es el uso de narración, no una típica de documental que narra los hechos de forma periodística, no, algo más jugoso es empleado: le da voces a las piezas, son ellas, como testigos históricos, las encargadas de contarte esta historia. El otro recurso interesantísimo empleado por Diop es la del debate abierto que ocurre en una universidad donde participan, ya sea de forma pasiva o activa, una gran cantidad de jóvenes que abarcan cada punto posible sobre el regreso de las piezas. Saber sus dudas y opiniones es fascinante. Empleando estos recursos, Diop se encarga que este hecho histórico para Benin no se quede en la responsabilidad o en la voz de los burócratas y gente de ambos gobiernos encargados del trámite, sino en la mirada del pueblo y, de forma milagrosa, en la mirada de las piezas.
- “Guerra Civil”, director Alex Garland
Escribí de esta película en su estreno, me fijé en su discurso alrededor de la fotografía de guerra, dejando su aspecto de dualidad y choque ideológico un poco de lado. Luego Donald Trump ganó las elecciones y éste se volvió un aspecto imposible de ignorar. Garland, como extranjero británico, otorga anotaciones de lo absurdo del juego político americano donde (y fue algo que dejaron en claro los discursos de debate entre Harris y Trump) el partido demócrata y el republicano son ya el mismo lado de la misma moneda, una moneda tarotista que apunta hacia el auge de un nuevo fascismo. Las políticas expansionistas que Trump viene anunciando en estos últimos días (¡la locura de anexar hasta a Canadá!) comprueban que el enemigo es la débil moral política, poniendo a su propio pueblo, con cualquier vestigio de integridad que les quede, en gran dilema. En eso, la película de Garland, que visiona una guerra civil en el USA actual, no está para nada alejada de la realidad, donde las tensiones (manufacturadas por discurso y reales por acciones ajenas a esos discursos) están en continuo crecimiento. Aún recuerdo que la primera vez que vi “Guerra Civil”, una pareja de la tercera edad de gringos, de esos que andan en chanclas por Insurgentes y Viaducto, miraban con terror ante la posibilidad que las imágenes de destrucción que Garland les traía. ¿Será acaso que en unos años esta no será una posibilidad distópica sino un recuerdo fúnebre?
- “Un dolor real”, director Jesse Eisenberg
Una cinta cercana al cine de Woody Allen con los dos chicos blancos favoritos del momento, Kieran Culkin y Jesse Eisenberg, quien dirige y escribe aparte de co-protagonizar esta belleza. Son dos primos en un viaje por Polonia, que es realmente un viaje por su pasado familiar. De ahí, la película relaciona el trauma generacional con el gran dilema de existir, de existir con locura y angustia, con una gran inexplicable tristeza cuyas causas provienen incluso de siglos pasados, de tristezas pasadas. Es una película diseñada para romperte el corazón, sobre todo si encuentras aunque sea un minúsculo reflejo en la pantalla. A la par, hay aspectos culturales muy específicos, la identidad judía, neoyorquina y hasta cierto punto la propia irreverencia de los actores juegan un rol muy importante en hacer de este relato universal uno muy cercano a casa para sus personajes. En una escena decisiva, los primos suben a la terraza de su hotel a fumar marihuana y terminan hablando de sus emociones en una vulnerabilidad admirable, donde ambos actores son partícipes de uno de los grandes milagros del cine: llegar al centro de la emoción humana. Imperdible.
- “Nosferatu”, director Robert Eggers
Hace más de 100 años que Murnau adaptó libremente “Drácula” de Bram Stoker y visionó así a otro vampiro cuya iconografía pasaría a la historia: la del Conde Orlock. Orejas largas y palidez extrema, Orlock se manejaba con humor, travesura y melancolía, había un tema ahí del “eterno amor” o, ahora que lo pienso bien, un tipo de hechizo por la “eterna soledad”, espejo del de Drácula, pero expresado por el mundo del cine silente, haciendo hincapié en la verdad de la luz, tema no sólo del cine sino del propio mito de los vampiros. Un siglo después, una versión de Werner Herzog después (hermosa, pero en la misma vaina temática que la de Murnau), Robert Eggers nos entrega su Nosferatu. En bandeja de plata y en salones oscuros, Eggers nos sirve una delicia visual donde la oscuridad lo es todo. No sólo la visual, la cual subrayo es exquisita, sino también en la temática, Eggers abarca el tabú de la sexualidad. Desde los confines del siglo XIX hasta lo desmenuzado y aún oculto en la sexualidad, la película de Eggers es sobre lo primal, lo más carnal del deseo humano y como choca contra las barreras sociales que hemos construido. Barreras llenas de control, machismo y, ante todo, rechazo. Su Orlock es uno de gran porte, de líneas de nobleza y de una voz imponente, que llama a lo prohibido, que el miedo que impone hacia los demás personajes tiene más que ver con lo que ellos estén dispuestos a hacer que lo que el propio Orlock les hará. La sangre, ¡viva la sangre!, no es más que otra maldición de los vivos, condenados a derramarla. Impresionante de inicio a fin, la premisa de que el cineasta detrás de películas como “El Faro” y “La Bruja” haga su versión de este clásico del cine entrega todo lo que podría prometer.
- “Aquí”, director Robert Zemeckis
Una rendición sumamente artificial de una obra de Terrence Malick, una sorpresa absoluta y una pesadilla antigua, “Aquí” es una oda a la vida y a la brevedad de la misma. A la vez, es un síndrome de la enfermedad del oeste: la obsesión por el tiempo. Con tecnología reciente, de índole de inteligencia artificial, Zemeckis rejuvenece a quienes en su momento protagonizaron su “Forrest Gump”, hay aciertos y fallas en esta herramienta, pero el cinismo americano es claro, el control, sobre todo, incluso el tiempo, es la desesperación por naturaleza de la mente gringa. Como buena película que logra reunir a buena parte del equipo y elenco de “Forrest Gump”, está sobrecargada de clichés. Pero logra ser un anti-Forrest Gump, si aquel clásico noventero perseguía la idea de El Mito, del sueño americano, esta es su versión reservada. Donde la vida no promete grandeza ni inmortalidad, donde la realidad es decadencia, es vejez, es cambio y olvido. Y, sin embargo, bajo todas estas pesadumbres, hay esperanza, hay algo que funciona, podría ser el llamado “milagro del cine” pero ante la deprimente hechura y temática de “Aquí”, logra brillar una conmovedora luz. Una que enuncia la posibilidad revolucionaria de trascendencia, existir es todo lo necesario para alcanzarla.