Por José de Jesús Chávez Martínez
Esta película puede definirse a través de varias ideas que deduzco de acuerdo con su propia trama. Propongo cuatro: “el camino del artista hacia su consagración es tortuoso, y más sinuosa es su estancia en la cima”; “la gestación de un escritor inicia desde siempre”; “nunca hay que abandonar el sueño de ser un escritor prolífico”; “los artistas son seres raros e incomprendidos”. Estas ideas suenan a cliché porque lo son, sin embargo esta cinta dirigida por Urzula Barba Hopfner no es enteramente (sino solo por momentos) un cliché porque la cineasta logra insertar detalles que la ayudan a no naufragar en el intento. Y al ver la publicidad con que se anuncia la cinta, pareciese una más del montón aunque no es así.
Estamos a finales de los años 90’s. Una chica de 28 años llamada Corina (interpretada convincentemente por Naian González Norvind) intenta dedicarse a lo que desde niña le inculcaron, la lectura y la escritura. Corina padece de agorafobia y lleva años sin salir de la manzana donde se ubica su casa, esto es, solo va a una tienda de abarrotes a comprar café y a un periódico donde trabaja como correctora de estilo, en el departamento de edición literaria. Así es su rutina en una pequeña área rodeada de cuatro calles, en el centro de Guadalajara.
La presentación del tema corre a cargo de una voz femenina en off que casi todo el tiempo explica lo obvio, es decir, sale sobrando en muy buena medida. Lo bueno es que desaparece luego de un tercio del relato, aunque ofrece datos como que los padres de Corina se dedicaban al trabajo intelectual y que ella consiguió su empleo en el periódico en agradecimiento de los dueños hacia su padre, ya fallecido, que laboró ahí también corrigiendo textos.
El problema central tarda un poco en plantearse, pero en el transcurso de las primeras acciones se va advirtiendo que Corina pone su nombre a los textos corregidos, los imprime y los guarda sin decirle a nadie. La editorial, por otra parte, tiene como máxima estrella a la escritora Regina (Mariana Giménez) que publica bajo un seudónimo una saga de novelas muy exitosas, número tras número, venta tras venta. Sin embargo, el último libro no convence a la jefa editorial Liliana (una estupenda Laura de Ita) ni a sus colaboradores porque el final de esa entrega es, consideran, muy flojo. Así que Corina decide revisarlo y cambiar el epílogo, ponerle su nombre y guardarlo, solo que esta vez lo deja sobre un buró antes de irse a trabajar. René (Carolina Politi), su mamá, lo ve y le pide a la encargada del abarrote (Ariana Candela) que por favor lo lleve al periódico (la mamá también es agorafóbica).
El manuscrito llega a manos de Liliana, de su asesor Rodrigo (Gerardo Trejoluna) y de la representante legal, a quienes el final les parece convincente y muy bueno, pensando que la escritora lo envió así. Deciden entonces imprimir los ejemplares a marchas forzadas. Un detalle: el documento llevaba en la portada el nombre de Corina, solo lo que la secretaria de Liliana, que en ese momento se pintaba las uñas (como buena secretaria mexicana), derrama barniz sobre la carátula y decide arrancarla.
Corina prevé la magnitud del embrollo y resuelve ir en busca de la escritora hasta su domicilio que está a 400 kilómetros de la ciudad, en una comunidad rural, para confesarle su “crimen” y tratar de arreglar las cosas. Para nuestra heroína ese periplo resultará difícil por su aversión a los espacios abiertos y su evidente fobia social, pero contará con la ayuda de Carlos (Cristo Fernández, hoy famoso por haber actuado al lado Tom Hardy en “Venom”), el primo de la abarrotera.
La narración utilizada tiene algunos lapsos lentos y poco contundentes, además de pequeños detalles de la cultura de hace 30 años, por ejemplo el lenguaje que incluye palabras que son actuales o ciertas vestimentas. También el inicio es un poco exagerado cuando Corina sale de su casa y enfrenta un mundo rudo, con un atropellamiento más gratuito que otra cosa, en un intento por subrayar la psicopatía de esta chica. Igualmente cuando va en carretera con Erik y se detienen a mirar el espectáculo de las estrellas en el cielo, ese momento pudo ser algo más épico.
Los aciertos están en el lenguaje muy académico con que Corina se expresa en muy pocos momentos (su personalidad así lo exige), producto de su arraigado hábito de lectura; también la ambientación bien lograda, con computadoras de la época y el entorno muy burocrático, con dos típicos cretinos del departamento de diseño, antes de que se les conociese como “Godínez”, por cierto. Igualmente la pequeña casa donde Corina cohabita con su madre que de hecho resulta claustrofóbica. El diseño de producción se anotó un éxito, además de que homenajea a una ciudad como Guadalajara, saliendo de la centralización de los relatos clasemedieros del cine mexicano reciente que suele privilegiar a la gran Ciudad de México.
Así, el tema resulta interesante en cuanto al infierno que puede ser la existencia de un artista, su historia de vida, su relación con los demás, sus inseguridades, su carácter y sus pretensiones. Esto en relación con Corina, pero también con la escritora. Otro acierto lo es el tono de comedia y el suspenso del enredo, a veces lento, pero bien sorteado con música de jazz como fondo. Vencer los miedos de nuestro mundo interior es otro cliché que se puede obtener de la historia, pero es un consejo verdadero.
La película aún está en cartelera en varias salas del país, como para ver algo un tanto fresco y distinto a la oferta hollywoodense de siempre.
Año: 2024. País: México. Dirección: Urzula Barba Hopfner. Producción: Carlos Hernández Vázquez, Iván López-Barba. Guion: Urzula Barba Hopfner, Samuel Sosa. Música: Gus Reyes, Andrés Sánchez. Fotografía: Gerardo Guerra. Montaje: José Villalobos. Productora: Mandarina Cine, Cobra Films. Distribución: Cinépolis. Protagonistas: Naian González Norvind, Cristo Fernández, Mariana Giménez, Laura de Ita, Ariana Candela, Carolina Politi, Mónica Bejarano, Ruth Ramos, Elena Gore, Alejandro Mendicuti, Gerardo Trejoluna, Myrna Moguel.