“Que toda la vida es sueño… y lo sueños, sueños son
Pedro Calderón de la Barca. La vida es sueño.

Por Lorena Loeza

El insomnio parece que ser uno de los desajustes más complejos y al
parecer uno de los que más desesperación produce.  El tiempo de sueño
no sólo es necesario para el buen funcionamiento físico, sino también
mental y emocional.  

Hay toda una construcción cultural compleja acerca del desvelo
asociado con la pasión febril, con la inspiración, el ensueño y el
momento de la creación y la reflexión.  Sin embargo, paradójicamente,
hay una diferencia abismal entre no dormir y no soñar. Una noche de
desvelo puede ser el equivalente a un estado ensoñación, un vistazo al
interior de uno mismo, un momento de inspiración enriquecedor sin duda,
aún y cuando el amanecer te sorprenda en medio de un deplorable estado
de cansancio, ojeras y dolor de cabeza. 

En
la pantalla grande, el tema del insomnio y el desvelo ha sido
protagonista de historias muy variadas, que a veces sólo tienen como
común denominador el no poder dormir o conciliar el sueño, ya que esta
condición puede responder a situaciones distintas, aún y cuando el
resultado sea comúnmente parecido: no es posible vivir en un estadio
intermedio entre el sueño y la vigilia, confundiendo la realidad con
las visiones del inconsciente.

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The Fight Club.

Un magnífico ejemplo de ello
es  El Club de la Pelea (Fight Club, D. Fincher, 1999), en donde
un treintañero común y corriente, empleado en una empresa de seguros,  se ve aquejado por un severo ataque de
insomnio. Su médico le dice que antes de tomar alguna droga para dormir debería
conocer gente que tiene enfermedades peores que la suya, llegando así a un
grupo de autoayuda donde conoce a una chica que finge estar enferma para vivir
de la seguridad social.  En
paralelo, durante un viaje de trabajo, conoce también a Tyler Durden un hombre
con carisma de líder y con ideas estrafalarias y seductoras acerca de la
sociedad y sus reglas, el consumismo, el sistema político y demás. Tyler funda
con su nuevo amigo  el Club de la
Pelea, un espacio para expresar el lado agresivo de uno mismo, que termina
siendo la semilla para una guerrilla urbana contracultural. 

Una vez llegado a este punto,
uno pareciera olvidar la premisa inicial de la historia: un hombre que no puede
dormir.  El giro de tuerca que te
lleva comprender el desdoblamiento de personalidad y los atisbos de locura producto
de un cerebro que no consigue deScansar, terminan con un sorprendente final que
tiene a The Pixies de fondo preguntándose ¿where
is my mind?

Este primer planteamiento
asociado al insomnio es profundamente interesante, porque explora el asunto
de  conocer el verdadero yo, los
aspectos reprimidos que terminan por salir a la luz, en cuanto las murallas
mentales, devastadas por el cansancio y el nulo descanso no pueden constreñirlas
más.

Pero más allá de ello,  es interesante porque el protagonista, narrador
en realidad, termina por encontrar más lúcido su lado oscuro, que el aquel que considera
su natural modo de ser. Al final tenemos un profundo cuestionamiento hacia las
convenciones sociales y los hábitos de la “civilización” que no permiten entrar
en contacto con el verdadero sentido de lo humano, expresado en esta película  a través del primario y agresivo
instinto de luchar para sobrevivir.

Sin embargo, no todos los
insomnios en pantalla terminan  con
una propuesta tan compleja de “conócete a ti mismo.” Hay otros ligados al
momento, al espacio y al ambiente que nublan el juicio, conducen al cansancio y
permiten que tus errores te condenen. Es el caso de Insomnia (C. Nolan, 2002)
en donde Al Pacino interpreta a un veterano agente de homicidios, encargado de
investigar el caso de una chica asesinada en Alaska.  Varios factores hacen estragos en el agente: la muerte de su
compañero a causa de un error de su parte, la ´presión de ser vigilado por
asuntos internos, las llamadas confusas y retadoras del asesino… pero sobre
todo: la luz.  La vigilia provocada
por el día eterno, la media luz que lo acompaña todo el tiempo y la ausencia de
oscuridad total para conciliar el sueño, terminan por conducirlo a su propia
debacle personal.  La muerte como
descanso, no del cuerpo sino del espíritu: morir o dormir, da lo mismo para
escapar de la culpa.

Pacino hace un trabajo estupendo
como el agente siempre cansado, logrando mostrar la secuencia del desgaste físico
y emocional con gran oficio, al grado de que la muerte de verdad se entiende a
los ojos del espectador como la mejor forma de descanso.  Ello aunado a un inteligente manejo de
la luz durante todo el filme, hacen que de verdad se tenga la experiencia de
vivir en un extraño limbo bañado de luz. Un sueño constante, una vigilia que
parece tortura.

Finalmente, creo que no se puede
hablar del retrato del  insomnio y
sus estragos en la pantalla grande, sin mencionar El maquinista (The machinist, B. Anderson, 2004).
Trevor Reznik es un obrero dedicado a operar un complicada máquina.  Solitario e insomne desde hace un año,
sus únicos anclajes con el mundo real parecen  ser el ambiente de trabajo, la camarera que le sirve en el restaurante
todas las noches y una prostituta quien lo considera un amigo además de su
cliente.  Reznik se va consumiendo
lentamente tanto física, como mental y emocionalmente. Recuerdos que parecen
ensoñaciones de la vigilia, comienzan a confundirlo y enloquecerlo. Delirios
paranoicos de persecución y un extraño personaje que lo acerca a una verdad que
no reconoce de primera intención. Culpa y castigo redimidos por la falta de sueño,
son los ingredientes principales esta interesante historia. Un Christian Bale
que aún con un aire tan desamparado y frágil es capaz de mostrar el lado
paranoico de no dormir: pensar que los sueños te persiguen en una espiral sin
salida. La idea de ser consumido por la culpa nunca encuentra mejor expresión
que en la mirada perdida y el cuerpo raquítico de Bale. Una de sus mejores
actuaciones sin duda. Y una de las mejores expresiones de lo complejo y brutal
que es el término “consumirse.”

El desvelo entonces, pierde su
lado romántico en estas tres historias, 
se aleja enormemente de la clásica visión de  poetas contemplando la Luna, buscando inspiración. Se
comprueba además que el oscuro lado de no poder dormir es siempre mucho más
interesante que el del insomnio romántico que aqueja a los enamorados. En dado
caso, siempre es importante subrayar que quizás entre ambos solo media una
diferencia, sutil quizás, pero determinante: Los sueños tienen musas, los
insomnios obsesiones. Y es por eso quizás,  que nunca será lo mismo dejar de dormir, que dejar de soñar. 

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Insominia.