Por Hugo Lara
Chávez


Roman Polanski forma parte de esa rara galería de cineastas que,
desde siempre, ha disfrutado de la fama, el glamour y el escándalo con una
sofisticación mórbida y extravagante que han hecho de él una especie de
príncipe atormentado.

 

Si la genialidad lo ha marcado como director, la tragedia lo ha hecho en su
vida: en su niñez, cuando murió su madre en una campo de concentración nazi; en
su juventud (1968), cuando su esposa, la actriz Sharon Tate, fue
asesinada brutalmente por una pandilla encabezada por el tristemente legendario
Charles Manson; y en su madurez (1977), cuando huyó de Estados Unidos, a
donde no ha vuelto desde entonces, debido a que se le acusó ante la justicia
por seducir a una menor de edad. Este es el motivo que, en este 2009, lo tiene
otra vez en el ojo del huracán del escándalo. Su detención en Suiza
lo mantiene en espera de la extradición a EEUU. El cineasta fue
arrestado en el aeropuerto de Zúrich, donde llegó para recibir el Premio de
Honor por el conjunto de su obra del Festival de Cine de la ciudad.

 

Nacido en 1932, en París, Polanski fue criado desde pequeño en la
tierra de sus padres, Polonia. Debido al origen judío, su familia fue
perseguida por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Ya adolescente, el
joven Roman se inició como actor de teatro y cine y, en esta última
especialidad, cursó estudios de dirección en la célebre Escuela de Lodz, donde
realizó algunos notables cortometrajes. Su opera prima fue El
cuchillo en el agua
(Noz w wozie, 1962), que rodó con bajo presupuesto pero
de una manera tan imaginativa que despertó sendo interés internacional, lo que
le sirvió para instalarse en Inglaterra. Ahí filmó dos de sus películas más
significativas: Repulsión (1965) y Callejón sin salida (Cul-de-sac,
1966), escritas por Gérard Brach, uno de sus colaboradores más
regulares.

 

Con el estigma de ser el nuevo l’enfant terrible del cine europeo,
las puertas de Hollywood pronto se le abrieron –de manera breve– para dirigir
un ya clásico del cine de terror, El bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby,
1968). Entre lo mejor de su obra se hallan también la parodia La danza de
los vampiros
(Dance of the Vampires, 1969), el imprescindible thriller Barrio
Chino
(Chinatown, 1974), la comedia El inquilino (Le Locatiare,
1976) y la brillante Tess (1979). Otras de sus películas importantes han
sido Búsqueda frenética (Frentic, 1988), Luna amarga (Bitter
Moon, 1992) y, la de más reciente estreno, La novena puerta (The Ninth
Gate, 1999).

 

En 2002 recibió la Palma de Oro en el festival de Cannes, por el filme El
pianista, sobre un judío polaco que sobrevivió al exterminio nazi de la Segunda
Guerra Mundial. El pianista recibió tres premios; el de Mejor actor (Adrien
Brody), Mejor guión origina” (Ronald Harwood) y Mejor director para
Polanski, que no asistió a la ceremonia por ser prófugo de la justicia
estadounidense.

 

Su cine se rige por un tono cáustico, de un corrosivo humor negro y una
visión un tanto pesimista, desde una perspectiva amoral, que plantea el asalto
trágico de la suerte dentro de las vidas ordinarias de sus personajes. Estas
nociones, exploradas desde los variados género en los que ha incursionado,
hacen las veces de su rúbrica, de un estilo instintivo pero disciplinado, como
él lo ha definido. Es ese instinto el que hace combustión con una enorme carga
subversiva. Sin duda, uno de los mejores atributos de su cine.

Por Hugo Lara Chávez

Cineasta e investigador. Licenciado en comunicación por la Universidad Iberoamericana. Director-guionista del largometraje Cuando los hijos regresan (2017). Productor del largometraje Ojos que no ven (2022), entre otros. Director del portal Correcamara.com y autor de los libros “Pancho Villa en el cine” (2023) y “Zapata en el cine” (2019), ambos con Eduardo de la Vega Alfaro; “Dos amantes furtivos. Cine y teatro mexicanos” (coordinador) (2015), “Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-201” (2011) con Elisa Lozano, “Ciudad de cine” (2010) y"Una ciudad inventada por el cine (2006), entre otros.