Por Lorena Loeza
  

El cine como espacio físico, y expresión cultural, se ha transformado radicalmente en los últimos años. Cadenas exhibidoras que han convertido grandes salas en complejos atiborrados de pequeñas salas con proyectores digitales y automáticos, no son más que una muestra de lo diferente que es para el espectador actual la experiencia de apreciar una película.
  

Los cines han cumplido, por lo menos en nuestro país, funciones varias que tienen que ver con la exhibición de espectáculos y la creación y recreación de espacios públicos para el encuentro y el consumo cultural. Las grandes salas de cine de los años veinte también albergaban espectáculos teatrales y musicales refinados, en muchas de las ciudades medias mexicanas. Y no solo dedicados al arte, estos espacios también servían como escenarios para peleas de box o lucha libre.
  

Los cines con grandes salas eran destinados al consumo cultural y de entretenimiento de un sector adinerado de la población, mientras que los cines pequeños estaban destinados a las audiencias populares. Las clases más bajas siempre tenían las carpas y los jaripeos antes que las salas de cine, por lo que no es extraño que para muchos fuera considerado como un arte elitista.
  

Por otra parte, hay que decir que lo que el cine representa como icono del progreso, está inscrito en su naturaleza misma. Es el cine un arte que requiere una técnica específica para su creación que no hubiera sido posible sin cierto grado de desarrollo tecnológico, premisa que casi siempre se vincula con la idea del progreso.
  

El cine, afirma Mario Pezzella, es “el único arte capaz de expresar adecuadamente la experiencia de la técnica y sus efectos en la percepción”. [1] Ahondando más en este enunciado, encontramos que el cine es esencialmente, la expresión artística por excelencia, que deriva directamente de la modernidad.
  

De hecho se requiere de una cámara, de un fotógrafo y de un proyector para que la magia suceda. Ello implica no sólo un continuo y decidido avance tecnológico, sino un complejo proceso de incorporación técnica a la vida cotidiana, que lo fue haciendo una expresión cultural ligada a las ideas de novedad y progreso.
  

Esta relación entre cine y avance tecnológico, fue haciéndose más compleja a través del tiempo. Nuevos y mejores equipos fotográficos, de sonido y de efectos especiales, se fueron incorporando a la creación de la experiencia, modificando las formas no sólo de contar las historias, sino los espacios y la experiencia misma de ver películas.
  

Sin embargo, la experiencia cinematográfica todavía sufriría una profunda transformación con el arribo del Internet a nuestras vidas. Las grandes salas entraron en desuso, prácticamente a fines del siglo XX con la llegada de las distribuidoras que hicieron pequeñas salas, con mejor sonido y equipadas para el 3d y otros efectos digitales. La competencia con estas cadenas llevó a la quiebra a muchos cines en ciudades medias, que terminaron convirtiéndose en tiendas departamentales o cayeron en la ruina, como es el caso del Cine Ópera en la ciudad de México, por mencionar un caso famoso.
  

El cine en formatos de video home primero y dvd después, enfrentó a la industria de la exhibición con la proyección casera como armamento, fenómeno que terminaría favoreciendo la expansión de la piratería. Es entonces que en medio de ese extraño nicho del cine por televisión y la venta legal e ilegal de películas, surgió una alternativa diferente para ver propuestas cinematográficas: el cine en línea vía Internet.
  

El que el cine se pueda ahora ver y descargar en línea (legal o ilegalmente también) no solo es un fenómeno directamente relacionado con el proceso de exhibición de las cintas. Este nuevo medio empezó a crearse un nicho en el modo de contar historias y poder lograr que que llegaran a un gran número de gente, sin pasar por las salas exhibidoras o las distribuidoras.
  

El cine y en general diversas expresiones artísticas han encontrado en la red un nuevo y accesible modo de difundirse, en el que prácticamente no existen límites, exceptuando los que representa la brecha digital en sí misma. Con el tiempo, la discusión rebasa los tópicos acerca de la censura, el control de los medios, la utilidad de los rumores en la vida cotidiana, la indiscriminada lluvia de información de todo tipo, para enfocarse a uno todavía más complejo e importante: ¿cómo se modifica el consumo cultural en la sociedad de la información, una vez que el arte deja de ser elitista y accesible para todos los que quieran apreciarlo? La respuesta está todavía en construcción, quizás es pronto para responderla, pero en el caso del cine, es un hecho que ahora hay acceso a cintas de culto, a cortos, documentales y trabajos variados con solo un click en tu computadora personal.
  

En este panorama, los cortos en línea constituyen un importante formato cinematográfico, altamente propicio para su difusión en la red. Una manera de contar una historia para un público que consume información a ritmos vertiginosos y que convierte tópicos mundanos en mensajes virales de un click a otro. Los festivales de cine en línea han encontrado en estos materiales la posibilidad de difundir el trabajo de cineastas diversos y de involucrar al público en el ejercicio de la crítica y la reflexión, una novedosa forma de quitarle el glamour al mundo del cine que se desarrollaba en buena medida en ambientes elitistas no accesibles para el gran público.
  

El cine ha debido por ello, que transitar por una sorprendente disyuntiva, la alternativa postmoderna de la expresión cinematográfica: la producción de relatos locales que son reproducidos a escala global, discutidos y apreciados por públicos diversos que sin embargo, encuentran paralelismos culturales que los hacen parecer cercanos.
  

Es así que la aldea global, descubre nuevas formas de creación, contacto y estética a través de material cinematográfico compartido en las redes sociales y el Internet. Una nueva forma del cine para adaptarse a los nuevos tiempos, sin perder la esencia moderna que una vez lo llevó a convertirse en la expresión estética y cultural más representativa de nuestra era.

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[1] M. Pezzella. Estética del cine. Machado libros, España 1996. p.13