Por Sergio Huidobro
Desde Morelia

Hacia el final de la célebre “El fin de la infancia”, Café Tacuba avienta una boutade con varias posibles lecturas: “¿Para qué tirar la piedra? No estoy libre de pecado; como a todos los mestizos, también me maleducaron.” Nociones similares acerca de la culpa, la pérdida de inocencia y los prejuicios de clase en el México moderno atraviesan dos películas que, por otra parte, no podrían ser más distintas entre sí, pero que dialogan sin quererlo al competir en la selección oficial del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM). “Sopladora de hojas” de Alejandro Iglesias Mendizábal, es una comedia adolescente plena de autenticidad, mientras “Los herederos” de Jorge Hernández Aldana es cruenta en su mirada (y en el título) hacia el México de los cachorros del “mirreinato.” Pero a ninguna le vendría mal el título de la canción de los tacubos.

“Sopladora de hojas” tiene el espíritu amistoso y melancólico de cintas como “Cuenta conmigo” (1986), la reciente “Yo, él y Raquel” (2015) o los personajes de Fernando Eimbcke, aunque sus intenciones y alcances sean más modestas. Por eso, reducir su área de expectativa es lo que le permite rebasarla, sorprender y desarrollarse como una comedia satisfactoria. Las risas que provoca son tan frescas y sinceras que es difícil notar la nostalgia crepuscular que mueve al argumento: sus protagonistas son tres adolescentes que pasan un día entero buscando pretextos hilarantes para retrasar la asistencia al funeral del cuarto integrante de la pandilla, muerto a consecuencia de un accidente de moto.

La ópera prima del treintañero y venezolano Alejandro Iglesias es consecuente con sus cortometrajes previos, todos con protagonistas púberes y con títulos inquietantes como “El humo denso que nos oprime el pecho” (2014) o “Contrafábula de una niña disecada” (2012). Para “Sopladora de hojas” ha optado por un elenco de rostros nuevos, decisión acertada aunque por ahí se paseen otros inevitables como Daniel Giménez Cacho o Arcelia Ramírez. El trío protagonista despliega una camaradería que termina por contagiar al público, el cual termina asistiendo con ellos al ineludible velorio con la congoja de un amigo más. Hay lugares comunes y cierta previsibilidad, pero el andamiaje del guión se mantiene firme y fluye en todo momento hacia resultados satisfactorios.

Menos lograda, más solemne y más turbia es “Los herederos” de Jorge Hernández, aunque sus protagonistas bien puedan ser primos o vecinos de los de la primera película. Su argumento, coral en su primer tramo, termina por centrarse en un púber que usa sin reparos la camioneta suburbana y el revólver de su padre. La vida se le pone de cabeza cuando, retado por sus amigos en una juerga nocturna, intenta asaltar una panadería y suelta un tiro que mata al dependiente. La infancia se le escapa en esa bala, y a partir de ahí sigue un camino de mentiras, secretos y falsos testimonios para evadir (sin éxito) la sombra que le cae encima.

El guión de “Los herederos”, en su desarrollo, tuvo apoyos del Festival de Guanajuato y del Taller de la Cinefondation que alberga el Festival de Cannes, pero el resultado final no alcanza a explicar a donde se fue toda esa asesoría. La película, una de las tantas presentadas por Lucía Films en esta edición del FICM, exhibe huecos, cabos sueltos, debilidades de montaje, de desarrollo dramático y un final ininteligible. La cadena de cabos que le dio vida no es ningún secreto: Hernández había dirigido en 2007 “El búfalo de la noche”, una adaptación literaria de Guillermo Arriaga quien es, a la vez, productor con Lucía Films de la también venezolana “Desde allá”, ganadora del León de Oro de Venecia y presentada anoche en el FICM; el propio Michel Franco entró a co-producir “Los herederos” y en esa carambola de éxitos amontonados en este año para la joven compañía, “Los herederos” ha entrado a competencia en Morelia como un saldo menor de esa camada. Muy menor.