Por Lorena Loeza  

La relación entre melodrama y cuento de hadas es más que evidente.
La historia de la pobre víctima de sus madrastras, hermanastras, brujas
malvadas; condenada a hacer trabajos domésticos debido a la mezquindad
de quienes le tienen envidia, es la materia prima principal de las
comedias románticas y novelas rosas, e incluso de todo el género
telenovelero.  

Y la verdad es que es fácilmente digerible, una apuesta segura a la
taquilla y a la futura transmisión en televisión en todos sus
formatos.  Incluso ha dado lugar a parodias  que en mayor o menor
medida cumplen el cometido de mostrar lo absurdo del relato, la
incongruencia del mito de vivieron felices para siempre, y la necesidad
de reírnos de algo que de tan solemne, en ocasiones lo único que
provoca son carcajadas.  

Un interesante ejemplo de ello es la revisión de los títulos de
algunas de las películas estelarizadas por Germán Valdés, Tin Tán en
donde la parodia a los cuentos clásicos es más que obvia.  Títulos como
“El Ceniciento” (1951), “El bello durmiente”(1952), “El violetero” 
(1960), y algunas referencias a historias famosas de la literatura
universal como “Simbad el Mareado” (1950), “El Vizconde de Montecristo”
(1954), “Las Mil y una noches” (1957), y “El Fantasma de la Opereta”
(1959); son una muestra de la consistencia en apostar a la comedia por
esta vía. 

Pero para ilustrar el tema de la parodia a la historia rosa, son
suficientes las tres primeras. “El Ceniciento” dirigida en 1951 por
Gilberto Martínez Solares, es quizás la película que muestra  a sus
realizadores por primera vez el potencial de la fórmula:  un desvalido
y huérfano  indio chamula, encarnado por Tin Tán, llega a México a casa
de sus tíos Marcelo y Sirenia quien tienen 11 hijos. Al saberlo pobre y
sin fortuna lo usan como sirviente y lo explotan sin piedad. Tin Tán se
enamora de una chica de alta sociedad y al parecer ella también de él,
pero será necesaria la ayuda de un supuesto padrino ligado a la mafia,
para que la historia termine con final feliz.  

Hay que decir que los elementos presentes en esta comedia paródica
estarán presentes en muchos de los filmes exitosos de Germán Valdés. 
La elección de una hermosa actriz como protagónica – en este caso se
trata de Alicia Caro- y de un reparto que incluye a Andrés Soler en una
de sus actuaciones más divertidas como un siniestro padrino mafioso, es
sin duda clave del resultado final que sigue siendo una de las mejores
muestras del humor a la mexicana en nuestra industria nacional.  

Tin Tán entiende que la parodia se lleva al extremo no sólo por el
hecho de invertir los papeles. Es decir que lo paródico no se restringe
exclusivamente al hecho de cambiarle el  género al protagonista. Es el
hecho  de que en realidad,  se hace un tributo al prototipo del macho:
feo, fuerte y formal, nunca un galán bien parecido al estilo de los del
cine de aquella época, ni al estilo tele novelero. El ceniciento de Tin
Tán se erige como un héroe trágico, pero nunca hermoso o virtuoso: una
oda a la buena suerte que de hecho acompaña a la Cenicienta  en el
relato original, quien también comprueba en carne propia que hay veces
que solamente es necesario estar en el lugar indicado, en el momento
indicado.  Hay que decir además que la película se exhibe justo cuando
lo hace en México la versión animada de Disney, lo que hace el ambiente
todavía más propicio para la ironía alrededor del tema.  

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Después de ello,  para el “Bello Durmiente” Gilberto Martínez
Solares  propone una parodia todavía más desconcertante, ya que no
guarda mucha relación con la historia que conocemos todos. El bello
durmiente solo comparte con el cuento de hadas, la obvia referencia al
título y el hecho de que en la historia el protagonista queda
suspendido en sueño profundo durante miles de años.  

Fuera de eso, la trama es muy diferente. Un hallazgo arqueológico
hace que un cavernícola despierte de un profundo sueño en el siglo 20,
luego de que un rival en amores le dio una pócima que lo dejó dormido
en su noche de bodas.  

El cavernícola (Tin Tán) reconoce a sus antiguos amigos y enemigos
entre la gente que lo rodea y por supuesto a su antiguo amor, quien
ahora es una señorita de sociedad que se avoca a la tarea de
civilizarlo.  La cinta es una mezcla de lugares comunes, que
evidentemente busca alargar el éxito del Ceniciento, muy menor en
cuanto a guión y calidad pero con un buen resultado en taquilla lo que
hace rentable seguir explotando la fórmula.  La hermosa chica de la
cual se enamora Tin Tán es Lilia del Valle, quien también tiene realiza
algunos números musicales bailando mambo.  

Nuevamente, Tin Tán no parece un galán digno de la mirada de mujeres
tan atractivas. En este caso en particular, además representa el lado
salvaje masculino, acabando por ser nuevamente un guiño hacia las
cualidades del macho y la necesidad de protección de las mujeres,
incluso entre las más deseadas, cultas o refinadas.  

Y finalmente, “El violetero” es quizás una parodia mucho mejor
escrita y trabajada, en donde se hace escarnio del género que dio pie a
los años dorados de nuestro cine: el melodrama indigenista, en donde la
movilidad social a través de la virtud y la pureza de espíritu son las
armas para trascender.  

La historia, cuenta como Lorenzo Miguel, un indígena Xochimilca que
cultiva flores, es contratado por Doña Beatriz como jardinero. Ahí se
enamora de Lucía, la hija de la señora, pensando en que es
correspondido. La confusión desencadena toda una serie de malentendidos
que culmina con el triunfo de un amor imposible vuelto realidad. 

Gilberto Martínez Solares nuevamente dirige, esta vez con un
cometido mucho más dirigido a llevar al espectador a reírse de los
clichés y momentos solemnes de nuestro cine, a través de las
desventuras de un hombre del pueblo.  Considerada una de las mejores
películas del cómico mexicano, representa también la madurez de la
fórmula, en donde la dirección, el cuadro de actores acostumbrado – con
muy pocas variaciones en realidad- y el tema alcanzan un excelente
nivel que vuelve a la cinta en auténtico producto de exportación.  

“El Violetero” es la burla hacia nosotros mismos y nuestro desmedido
interés por el amor romántico llevado al extremo y con tintes trágico.
Un homenaje a nuestra natural tendencia a simpatizar con el más
desprotegido y a pensar que uno como nosotros puede encontrar lo que a
todos nos gustaría: el amor inalcanzable, el amor imposible.  

Nada más parecido a lo que las historias de princesas nos han
vendido a lo largo de la historia, solo que ahora con un poco de humor
y muy a la mexicana. Una tarea que evidentemente no hubiera podido
lograr cualquiera, se necesitaba de un actor con el carisma de Germán
Valdés, para poder lograr que no hiciera reír la misma historia, que ya
nos ha hecho llorar tanto.