Por Elisa Lozano
En 1934, ante el creciente interés por hacer del cine mexicano una industria sólida, el ingeniero Alberto J. Pani fundó la compañía productora Cinematográfica Latinoamericana, S. A, conocida como CLASA, que levantó sus estudios por los rumbos de Tlalpan en la Ciudad de México. Como el visionario que era, Pani contactó para la nueva empresa a un personal insuperable; una pléyade de actores y actrices de reconocido prestigio, jóvenes directores como Juan Bustillo Oro, a los noveles cinefotógrafos Agustín Jiménez, Gabriel Figueroa y confió al pintor jaliciense Roberto Montenegro [1] la dirección artística de los estudios.
El primer proyecto de la CLASA, fue la producción de la legendaria cinta ¡Vámonos con Pancho Villa!, una visión sin concesiones sobre la revolución mexicana, basada en la novela homónima de Rafael F. Muñoz, dirigida por Fernando de Fuentes, considerada por la crítica como una de las mejores películas mexicanas de todos los tiempos.
El segundo proyecto de la compañía fue el corto titulado Oaxaca, concebido para proyectarse como material complementario a la programación de las películas comerciales.
La realización del mismo se encomendó a Montenegro, quien debutaría así como director. Lo acompañó en la cámara el citado Jiménez, a quien conocía desde tiempo atrás, cuando acompañaron a Serguei Eisenstein durante el accidentado proceso de filmación de la inconclusa película ¡Qué Viva México!, una experiencia que resultaría vital para la obra posterior de ambos.
En el mes de septiembre de 1935, pintor y fotógrafo viajaron a la región del Istmo “con objeto de tomar las vistosas fiestas típicas que allí se celebraban en esos días”.
El regreso a esa exhuberante región significó para Montenegro un reencuentro con su pasado emocional, ya que como apunta Eduardo De la Vega, el corto en cuestión bien pudo ser un homenaje a la presencia de Eisenstein en esos lugares.
De esa experiencia Montenegro nos legó el escrito titulado Sortilegio de Tehuantepec, [2] en el que hace una detallada descripción de la fiesta de las velas, en el barrio del Laborío. El colorido de la decoración, los vestidos, el ambiente, la comida, pero sobretodo, las mujeres, impactarán -una vez más – al pintor quien dice:
“Tehuantepec es tal vez, entre todas la regiones del país, la que más se ha conservado en sus antiguos ritos zapotecas transformados en sus actuales fiestas, una pureza de estilo y una visión del color, única entre todas las fiestas y entre todas las danzas regionales de México. El tipo zapoteca mezclado con diferentes razas, ha producido un tipo especialísimo. Puede afirmarse sin hipérbole, que cada mujer es una belleza en su género.
A estas mujeres de la región se las ve encaminarse desde muy temprano al mercado, a comprar o vender, llevando sobre la cabeza el peso de sus mercaderías. El hábito de hacerlo así por largos años ha prestado a esas mujeres una estabilidad de diosas y una armonía perfecta en el ritmo de su andar, aún cuando caminan sin cargar peso alguno” (…) y finaliza “la mujer tehuana ajena a la fatiga de aquellos días de fiesta tomará su xicapixtle, e irá a la huerta a recoger las flores y las frutas, con su mercancía en la cabeza, llena de majestad y un ritmo suave, cadencioso, atravesará por una de las calles, camino al mercado”.
Autor no identificado, Agustín Jménez (de lentes) y el pintor Roberto Montenegro, rodeados de tehuanas durante la filmación del corto Oaxaca, (1935), Archivo Familia Jiménez.
Mujeres fascinantes que Montenegro representó -como fruto de ese viaje, pero en una actitud diferente- en Trío de tehuanas, Tehuanas con platanales y Tehuana llorando a su muerto (1935) óleos en los que el artista las sitúa en ambientes y actitudes muy diferentes; espacios desolados, meditabundas.
Desafortunadamente el corto no existe, o por lo menos a la fecha no se ha localizado, pero contamos con los reportajes aparecidos en la prensa del momento, y algunas fotografías conservadas en el archivo de Agustín Jiménez, realizadas durante el rodaje, tanto en el interior de las viviendas, como en el mercado. Se trata de puestas en escena donde las tehuanas posan –como señala Montenegro- ricamente ataviadas con los xicaplixtes en la cabeza, en poses estatuarias, llenas de dignidad y que en algo evocan a las imágenes signadas por Librado García Smarth.
De la lectura del texto y las imágenes se deduce que el objetivo central del corto Oaxaca, cuyo nombre a su estreno sería cambiado por el de Tehuantepec, era documentar las tradiciones y fiestas del lugar. Un proyeto fílmico acorde con las preocupaciones culturales del régimen, que tenía el atractivo visual de una estética novedosa emanada de las corrientes artísticas de vanguardia.
Al poco tiempo, Montenegro y Jiménez, filmarían Taxco, un corto sobre la guerrerense región platera, tema del que se había ocupado en una serie de litografías.
Roberto Montenegro, 20 Litografías de Taxco, México, Ediciones Murciélago, 1930, Col. Particular.
Autor no identificados, Roberto Montenegro (de boina) y Agustín Jiménez, con el grupo de fimación del corto Taxco, 1935. Archivo Familia Jiménez
Y aunque esas serían las únicas incursiones del artista como director, continuaría vinculado a la industria cinematográfica de distintas formas.
En 1938, Montenegro participa en tres producciones. Es el subdirector artístico (el director fue Salvador Novo) en El capitán Aventurero, conocida también como Don Gil de Alcalá, película dirigida por Arcady Boytler; que se ubica en la Nueva España durante el siglo XVIII. La mano del artista se aprecia en la acertada recreación de la escenografía, la rica ornamentación de los decorados, y la fastuosidad del impecable vestuario.
También con Novo, el pintor colabora en la cinta Perjura, de Rapahel J. Sevilla, una costosa producción ($300,00.00) que narra una historia de amor durante los albores del siglo XX. Se dice que el escritor aportó los toques de humor y cultura incluidos en el guión, mientras que Montenegro “logró dar lujo, variedad y buen gusto a la escenografía, a los detalles y objetos de época, incluido un automóvil primitivo”. [3]
Como asesor de época Montenegro interviene en en El cementerio de las águilas, otro melodrama histórico dirigido por Luis Lezama, estelarizada por Jorge Negrete y Margarita Mora, que como se indica al inicio, no pretendía ser “una reproducción histórica” sino contar “un romance que germinó al derredor de la epopeya en que sucumbieron llenos de gloria los Niños Héroes de Chapultepec, que supieron ofrendar su vida en aras de la Patria, durante los trágicos acontecimietos de 1847”.
Además del estudiado y exacto vestuario – vestidos, los trajes de chinaco, o los uniformes militares de generales y cadetes – sobresale la decoración de los interiores con candelabros de almendrones, retratos decimonónicos, pesados cortinajes.
Agustín Jiménez. Jorge Negrete, Silvia Cardell (al piano), José Macip y Margarita Mora en El cementerio de las águilas (Luis Lezama, 1938). Archivo Familia Jiménez.
Al año siguiente, el artista es el subdirector artístico de El signo de la muerte, (Chano Urueta) con Mario Moreno “Cantinflas”, un filme singular que entrelaza la época prehispánica con el mundo actual, teniendo como uno de sus escenarios el interior de un museo, cuyas valiosas piezas prehispánicas son fundamentales en el desarrollo de la trama. Cinta singular por el tratamiento de la historia, y excepcional, por los participantes que intervienen en ella como Silvestre Revueltas en la música, y de nuevo, Salvador Novo en la dirección artística y diálogos.
Por la prensa cinematográfica [4] sabemos que junto con Miguel Covarrubias, Montenegro proyectaba filmar a colores las danzas típicas que se presentarían en un recinto llamado ‘El elefante blanco’ y que el licenciado Pulido Islas, vendió a unos estudios de Hollywood el argumento titulado In Search of Freedom con dibujos de costumbres y decorados del pintor. Por entonces su presencia es constante en las fiestas y recepciones del mundo de la farándula.
La útlima intervención del pintor en el cine nacional se da en 1944, dentro de la producción de Bugambilia, una de las películas emblemáticas de Emilio “Indio Fernández”, filmada en locaciones naturales del Estado de Guanajuato. Pero aquí la participación de Montenegro se da através de su obra pictórica. Se trata de un óleo que hace de Dolores del Río, y que representa en la historia a la madre de la protagonista. Un cuadro en el que el pintor imita el estilo de los retratos ejecutados sin mayores pretensiones por artistas de provincia que no tenían formación académica, o que lo habían hecho fugazmente.
Estilo que Montenegro conocía bien, como consta en su monografía Pintura Mexicana (1800-1860), publicado en México en 1934, cuyo objetivo era precisamente dar conocer esos lienzos que lograron un crácter netamente mexicano, antes de que éste fuera destruido después de 1860, por la influencia extranjera en la Academia.
Uno de los aportes del libro fue que abrió una veta en la historia del arte pictórico nacional, al apreciar el arte no académico del siglo XIX.
No es casual entonces que el retrato de la actriz que aparece en la película, retome precisamente algunas caraterísticas de esa estilo, como la ingenuidad en el tratamiento de la figura, la simplicidad, la disposición del cuerpo y la pose estudiada, el traje minuciosamente acabado, y el fondo que forma el ambiente adecuado para resaltarla, como sucede en los retratos mexicanos de entonces.
Al ser entrevistado durante el rodaje de la película, Montenegro externó su opinión sobre la situación que privaba en el cine mexicano de entonces, realizado a toda prisa, que no se tomaba el tiempo “para buscar, escoger y revisar minuciosamente los elementos necesarios, el decorado y el vestuario adecuados”, como él lo hizo con todo rigor en las cintas en las que intervino. Por lo anterior, coincido con Emilio García Riera cuando señala que por su amplia cultura Roberto Montenegro aportó “una prestancia inusitada al cine mexicano de la época”.
NOTAS
[1] Roberto Montenegro (Guadalajara, Jalisco 1885- Pátzcuaro, Michoacán 1968) pintor, ilustrador, escenógrafo, asesor artístico. Se integra al ambiente cultural mexicano en los años veinte, después de realizar estudios y exhibir su obra en exposiciones colectivas en Francia, Italia y España. Su pintura de estilo “híbrido” adopta elementos del art noveau con gran colorido, siendo la representación de la figura humana muy estilizada. Realiza también paisajes, explora los mas diveros estilos en su obra.
[2] Hojas desprendidas de una revista, probablemente Revista de Revistas. Archivo Familia Jiménez
[3] Emilio García Riera, Historia documental del cine mexicano, México, Universidad de Guadalajara, 1993, tomo 2, pp. 44-45.
[4] Cinema Reporter del 14 de julio de 1939, p.1 Sección tropiezos y aciertos del séptimo arte.
EN LA FOTO DEL INICIO: Roberto Montenegro, visto por Ernesto García Cabra, TEGC.