Por Manuel Cruz

Si hay una cosa que “El Viento” – la última cinta de Benedek Fliegauf – logra, es crear una sensación de claustrofobia. En un estilo similar a “Noite Escura” de Joao Canijo, la película esta compuesta de planos muy cerrados, persiguiendo a los rostros de sus protagonistas sin ninguna quietud, con cualquier distancia en su mundo como algo turbio e inalcanzable (o, en términos estrictamente fotográficos, muchísimo bokeh). Técnicamente, es un efecto genial. Pero resulta curioso – al menos inicialmente – frente a la historia que relata.

“El Viento” sigue a una familia de gitanos atrapada en un antiguo conflicto con los húngaros. Aunque el hecho es real, como se advierte al inicio de la cinta, su presencia en la historia es sútil. Seguramente muchos conocen el tema desde antes, y de no ser así (ejemplo personal) hay suficiente para entender: es un relato más de desigualdad sin lógica y diferentes estados de sobrevivencia, como también ocurre en “Sometimes in April” y “Gomorrah”. La madre de la familia se dedica a limpiar las calles de un terreno aparentemente vacío, su hija va a una escuela donde los gitanos como ella son completamente ignorados, y el hijo del grupo se dedica a pasear por el bosque, encontrándose con representantes de ambos lados: algunos gitanos conviven entre sí, otros se asesinan, y en algún momento aparecen dos policías húngaros relatando la reciente masacre de una familia de gitanos. Todo esta conectado, todo el mundo parece conocerse en ese pequeño pueblo, y es razón de más para huir de él. La muerte los puede pescar más rápido de lo que se imaginan.

Narrativamente es una cinta complicada, porque detrás de cada toma y las mundanas acciones de sus personajes existe un retrato de la desigualdad, en su frío y cotidiano estado. Lanzarse por metáforas a cambio de lentitud sólo termina de funcionar con el final, y ver si la tesis central de la película resuena – o no -. Es una experiencia similar a “Paraísos Artificiales” (Yulene Olaizola) donde se construye un detallado contexto repleto de tensiones que explotan en la veloz – pero reveladora – conclusión. Cuando funciona, el efecto puede dejar a alguien pensando durante días sobre el discurso de la cinta, fuera de su historia. Si no está bien hecho, toda la estructura se transforma fácilmente en dos horas de aburrimiento (como la reciente “Sólo Dios Perdona”).

Yo creo que “El Viento” funciona, y ahora que Medio Oriente está en un conflicto similar, deja mucho que pensar. Dejo al espectador interesado averiguar cómo.

“El Viento/Csak a szél/Just The Wind”, Benedek Fliegauf , Hungría, 2012

Cruzderivas@gmail.com
Twitter: @cruzderivas

 

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