Por Benjamín Harguindey
Noticine | Correcamara.com
Elles (Elles, 2011) dice que “ellas, las mujeres” están condenadas a la prostitución. Según este film, se es prostituta de cuerpo o prostituta de mente, y el único derecho de la mujer es hacer la elección. Malgorzata Szumowska está convencida de que su película es feminista, quizás porque despotrica contra la frivolidad del matrimonio burgués, pero el mensaje último es profundamente machista, porque no ofrece otro modelo que la venta de cuerpo o espíritu.
La protagonista es Anne (Juliette Binoche), esposa y madre de una familia desinteresada, tanto de ella como de sí mismos, y reportera para la revista Elle. Ha propuesto un artículo sobre la prostitución universitaria, y ha grabado un par de entrevistas para substanciarlo. Ni bien se van todos, se dispone a oír sus cintas y ponerse a escribir. La película alterna entre Anne, fascinada; las entrevistas en cuestión, y los sucesos que las mismas recuentan.
Las entrevistadas son Lola (Anaïs Demoustier) y Alicja (Joanna Kulig), dos prostitutas improbablemente sabias, simpáticas y risueñas; en fin, el estereotipo de la “prostituta de corazón de oro” que Hollywood explota desde los mudos años del Western. Lola es una pecosa sílfide que prefiere prostituirse antes que trabajar en McDonald’s; Alicja es una rubia escultural recién llegada de Polonia que piensa que todos los hombres quieren lo mismo, ¿y por qué no cobrar, de paso?
Anne no puede escribir. Comienza a trazar paralelos entre las truculencias sadomasoquistas a las que se exponen las damitas de la noche, y su propia relación esclava con su marido y sus dos hijos. Sí, su marido es una lacra, y sus hijos son unos malcriados enfants terribles, pero la analogía es un poco exagerada, considerando que Anne tiene todos los medios para no dejarse prostituir por nadie. Su impotencia se debe más a una falla de carácter inventada por el guión que a una auténtica pulsión de la naturaleza del mundo retratado.
Demoustier y Kulig están a la altura de sus personajes y dan a entender que son capaces de papeles más atractivos y recompensantes que estos (o no: Hollywood ya les ha absorbido en un par de blockbusters en pre-producción). La verdadera decepción es Juliette Binoche, una gran actriz que suele interpretar papeles con potencia y autoridad. Anne no es la excepción, y su interpretación es verosímil hasta que el guión le fuerza a la resignación.
El final, además de contar con un epílogo redundante, termina por desperdiciar el personaje de Anne y la actuación de Binoche, cuyo poder de acción se reduce a reconocer o no reconocer una verdad imaginaria. Es fácil entender el predicamento de Anne, en verdad se trata de una premisa interesante y hasta cierto punto sostenida, pero difícil compartir su resignación. Que Anne se descubra prostituta es trágico. Que no haga nada al respecto es patético.