Por Javier Tapia Sierra

De la mano del director Danny Boyle, el biopic “Steve Jobs” obtuvo dos nominaciones al Oscar para mejor actor (Michael Fassbender) y actriz de reparto (Kate Winslet). Es un filme biográfico rápido, eléctrico, con un toque explosivo, con el que el director inglés nos mete en la vida de Steve Jobs, el genio de las relaciones públicas y el marketing que convirtió su nombre en una marca y sus lemas, como “Think Different”, en mantras que lo transformaron en un gurú de la tecnología, para regocijo de muchos y repudio de otros.

Para tejer la vida de Jobs, el también director de grandes éxitos como “Trainspotting” (1996), “Exterminio” (2002) y “Slumdog Millionaire” (2008), se apoyó en el guionista Aaron Sorkin, un dialoguista excelso que construye la película con una estructura básica de tres actos en los que se enmarcan aspectos fundamentales de la vida del fundador de Apple: el lanzamiento de Macintosh, el de NeXT y el de iMacG3. La fuerza de las palabras contribuye al ritmo de la película, que es el mejor y peor aspecto de “Steve Jobs”.

Por un lado, Sorkin brinda información en cada línea de diálogo sin parecer forzado, monólogos dónde logra sacar joyas y frases que pueden quedarse resonando en la cabeza del espectador. Por otro lado, muchas de estas cualidades funcionan mejor en teatro que en cine, dónde por momentos parece que hay una saturación de diálogos que no nos dejan meternos de lleno en la vida de Jobs.

Estos diálogos son dichos de forma extraordinaria por los actores, pues uno de los logros de la película consiste en lo acertado de su reparto y que a pesar de no parecerse físicamente a las personas que representan, es por medio de su actuación que se logra capturar la esencia de los seres reales que inspiraron la película. Muy parecido al caso de Frank Langella en “Frost/Nixon” (Ron Howard, 2008) en dónde el veterano actor logra traer a la vida al controvertido Richard Nixon sin recurrir al maquillaje.

Michael Fassbender dota a su Jobs de tridimensionalidad, claroscuros que nos ayudan a entender la mente controladora y terca amante del control, como lo era la del Jobs de carne y hueso. Alejándose  de los tonos rosas de “Jobs” (Joshua Michael Stern, 2013) Boyle y Fassbender vuelven humano al gurú y en ese proceso logran que por un momento la vida de Steve Jobs sea algo más que un aparato mercadotécnico.  Kate Winslet como Joanna Hoffman, destaca por su naturalidad, presencia y encanto, no sería extraño que su interpretación le diera una nominación al Oscar, tras llevarse un Globo de Oro que no había duda, llevaba su nombre. Seth Rogen logra meterse en la piel de Steve Wozniak de forma aceptable sin caer en lo remarcable. Jeff Daniels y demás actores brindan actuaciones buenas que por momentos se quedan atrapadas ante las figuras agigantadas de Fassbender y Winslet.

A pesar de aprovechar muy bien a su reparto, diálogos brillantes y una edición bien hecha, la película no termina por cuajar del todo, en medio de la velocidad trepidante que el director propone los escasos momentos de reflexión se notan forzados y carentes de vida. “Steve Jobs” es una película entretenida que sin embargo no consigue hacer lo que el auténtico Steve Jobs lograba con suma facilidad: vendernos la idea de que es “the next big thing”.

Dirección: Danny Boyle. Producción: Danny Boyle, Guymon Casady, Christian Colson, Mark Gordon, Scott Rudin. Guion: Aaron Sorkin. Música: Daniel Pemberton. Fotografía: Alwin H. Küchler (en) Edición: Jon Harris. Michael Fassbender, Kate Winslet, Seth Rogen, Jeff Daniels .