Por Ulises Pérez Mancilla
Hay de alfombras a alfombras, pero una vez desplegadas, no importa el color ni la razón que las convoca, es irresistible no pasar por ellas. Desfilar, contonearse, pisarlas bajo la seductora ráfaga de flachazos en una nube de ensueño donde no cabe el titubeo. Una vez arriba, hay que demostrar que se está a la altura de este evento social-periodístico llamado “la alfombra roja” y no hay vuelta atrás, no importa que los fans no sepan pronunciar tu nombre o que los reporteros ignoren quien eres, hay que salir avante, digno y con la frente en alto.
La alfombra del FICM, camino a la inauguración oficial, la condujo Lucero Solórzano. La primera en llegar fue Vanesa Bauche, familiarizada ya con el evento. Casi enseguida apareció Tiaré Scanda y posó con Juan Manuel Bernal, dos rostros clásicos del cine de los 90. Luego vino Ximena Ayala, quien desconcertó a más de uno: “¿quién es?”, susurraron mientras ella se dejaba hacer por la luz de las cámaras, extremadamente delgada y enfundada en un vestido rojo.
“Disculpa, ¿cómo te llamas?”, soltó una chica atrevida desde el anonimato. La actriz ganadora del Ariel contestó: “Ximena Ayala, Ximena con X”. Detrás de ella apareció Fernando Carrillo, una presencia más bien televisiva a la que se sumaron Aarón Díaz y Dominika Paleta. De esas veces en que los agentes empujan a los actores a hacer acto de presencia en la alfombra con calzador, no importa si nada tienen qué ver con el evento en turno o si hace años dejaron de trabajar, estar ahí redituará, algún día.
Sandra Echeverría, cuya película De día y noche se encuentra en la competencia oficial también apareció por ahí alzando la mano. Las presencias más entrañables a final de cuentas resultaron ser los funcionarios: Consuelo Sáizar, renuente quizá por la investidura oficial, terminó por posar sonriente a los fotógrafos en compañía de Daniela Michel, que como buena anfitriona iba de un lado a otro. Más tímidos pero aun así accesibles, los funcionarios de la UNAM Lupita Ferrer y Sealtiel Alatriste hicieron lo propio. Armando Casas optó por pasar desapercibido y avanzar detrás del muro del Photo Call, como lo hacía toda la socialité del Estado y del municipio, o incluso los cortometrajistas que ahora son criticados por presentarse a la alfombra en jeans, pero que con suerte, en unos años se les gritará por su nombre para tener registro de su imagen.
La alfombra cansa, y por disciplina los fotógrafos comienzan a escatimar en tiros. Ahora sí, si no saben quien es el susodicho o la guapa en turno, por muy modelo que parezca, se le niega el flash. Ahí viene Cecilia Suárez y René Franco, juntos pero no revueltos, él, especialmente contenido, con su clásico sombrerito. La que está anunciada de hace rato por los gritos de los fans pero nomás no pasa por el centro es Martha Higareda, pequeñita ella, batallando con el vestido que le queda grande en el área topless. Se lo acomoda y avanza, muy contenta promocionando su próxima película Te presento a Laura, de la cual es productora y guionista.
Julio Bracho, que arriba al festival con su ópera prima Desafío, desfila cordial y galante del brazo de su esposa, introduciendo al cast masculino: Andrés Montiel y Maximiliano Villegas. Gustavo Sánchez Parra viene detrás. “¿Dónde lo he visto, dónde lo he visto?” se preguntan varios. “Uy, sale en casi todas las películas, es el de Amores perros”. Toda una carrera es cierto, pero esta noche es opacado por Joaquín Cossio a quien llaman “el Cochiloco”. “Ya en serio, ¿cómo se llama?”, “no sé wey, pero es el Cochiloco”. Entrañable personaje de El infierno que lo acompañará por mucho, mucho tiempo.
La afluencia comienza a bajar, es turno del ex gobernador Lázaro Cárdenas Batel, el pueblo le muestra aprecio, lo tutean. Viene la plana mayor. Las cartas fuertes del evento, Terry Gilliam con su familia, esposa e hijas. Pide que lo fotografíen con ellas, se mueve a donde le digan, camina con desparpajo. Se escucha el griterío: es Bardem, que acompaña a Iñarritu y a todo el equipo creativo de Biutiful a la exhibición de la película, encargada de inaugurar el 8 Festival Internacional de Cine de Morelia, cuya alfombra roja ha sido desigual y deslucida, depositando todo en la figura de Bardem que efectivamente, sale de su ensimismamiento cuando la prensa lo aclama: “solo, solo, solo”. El español se regresa para complacer a la gente y se deja fotografiar solo, como la auténtica estrella que es.