Por Pedro Paunero
El invisible documental La sangre de las bestias (Le sang des Betes, Georges Franjou,
1949), con apenas 22 minutos de duración, debe su invisibilidad a dos razones:
muy poca gente le conoce y quién le ha visto apenas le soporta[1].
Cinta tan horripilante como conmovedora que presenta de manera glacial y
gráfica[2]
el sacrificio de caballos, ovejas, terneros y toros en los mataderos de París, tiende
un puente entre los recovecos ocultos pero inquietantemente reales de la urbanidad[3]
y la distorsión y falseamiento del género del documental de los llamados Shockmuntales o películas del Subgénero Mondo que, a partir de Este perro mundo[4]
influyeron en la manera de presentar los hechos a lo largo y ancho del planeta.
Como apunta el crítico y analista de cine, Steven Jay Schneider en su reseña sobre
Mondo Cane[5]:
Despertó una ola de imitadores que resultó
formativa para diversas tradiciones pop y seudodocumentales como los
mockumentaries (“burlomentales”), las snuff movies, la pornografía dura, los
vídeos de ejecuciones y los reality shows televisivos[6].
Antes
y después de la peliculita en blanco y negro[7]
de Franju, que tanto tiene de Jean Genet en su retrato poético de la fealdad
como consecuencia de una búsqueda estética, y el chocante y vulgar subgénero Mondo, se sitúa Dwain Esper[8]
como un explotador tanto de los temas sobre los cuales finge moralizar como de
las personas que retrata y vende. Esper, que tiene el mérito de haber adquirido
para su exhibición en ferias ambulantes el clásico monstruoso de Tod Browning, Freaks (1932), cuando la MGM estuvo a
punto de deshacerse de la cinta al encontrarla demasiado horrible para su pase
por los cines, compraba filmes ajenos a los cuales añadía metraje propio, o
bien, descontextualizaba ese material y lo re editaba para sus propios fines. El
hombre que se autodenominaba “el rey de los gitanos del celuloide”, preparaba afiches
con los cuales promocionaba estas cintas con frases que rezaban: Sólo para adultos[9],
con lo que garantizaba la exploración del morbo por parte de los espectadores
que contemplaban estupefactos una serie de filmes con el estilo de un
documental pero que podían incluir desnudos frontales, locura, hechicería, la
mejor forma de desnudarse ante el marido (sólo para recién casadas inexpertas) y
otras secuencias enloquecidas. Su guionista sería su propia esposa, Hildegarde
Stadie, quien fuera, en sus años mozos, una desnudista sensacional que aparecía
con una pitón enrollada en el cuerpo para ayudar a vender medicamentos falsos a
su tío, un vendedor ambulante.
Veamos algunos ejemplos de
sus obras: para Narcotic (1933), Esper
exhibió el cuerpo momificado (comprado a un circo) de un hombre (Elmer, “el
drogadicto”) en la entrada de la carpa dónde pasaba la película con el supuesto
propósito de aleccionar sobre el peligro de las drogas. Maniac (1934), es una delirante patraña de muertos resucitados[10]
que incluye, entre otras escenas (muchas de ellas gratuitas), un gato que se
come un corazón latiendo en un frasco; un desquiciado que suplanta al científico
loco al que asesinó, que persigue al gato que se comió el corazón, le arranca
el ojo y se lo come a la vez; un vecino que cría esos gatos para aprovechar sus
pieles; emparedamientos (de gatos y personas); ninfómanas de hotel prestas a
caer sobre el dinero de los clientes, necrofilia y, como es habitual en los
filmes de Esper, una serie de sobreimposiciones[11]
y carteles de advertencia para “moralizar”[12].
Sex Madness (1938) narra la “fábula”
de una corista adúltera “castigada” con la sífilis. El cartel aullaba: ¡Proteja a sus hijas! La cinta es un
recorrido a través de espectáculos nocturnos, fiestas, relaciones lésbicas y
prematrimoniales[13], escenas en
las cuales se muestran los efectos de la sífilis en el organismo y asesinatos
de niñas.
Marihuana (1936), es la historia de Burma, una adolescente que tras cometer el
“grave” pecado de fumar la hierba, ir a fiestas con amiguitas y bañarse desnuda
en compañía, resulta embarazada, da a su hijo en adopción y termina como
traficante de ínfima categoría. Muchos de los espectadores agradecieron las
secuencias en las cuales la “perdida” Burma enseñaba sus encantos. Reefer Madness (Louis, J. Gasnier, 1938),
titulada originalmente Dile a tus niños
(Tell you Children), se trataba de
uno de esos filmes efímeros
educativos (en este caso, con propósitos serios), financiado por una parroquia.
De la mojigatería con buenas intenciones pasó a manos de Esper quien lo
rebautizó con el chillante título de Reefer
Madness y le exhibió durante algún tiempo hasta que cayó en el olvido. Ha
sido redescubierto a lo largo de los años. En 1971 el activista a favor de la hierba,
Keith Stroup[14], lo
encontró en la Biblioteca del Congreso de los EE. UU y fue exhibida en los
campus universitarios. Constituyó una de esas cintas de cabecera de todo hippie
que se preciase en plena era del sexo, droga y rock and roll. Sobra decir que,
para entonces, la película había perdido ya su carga moralizante, si es que
alguna vez la tuvo, y ejerció el efecto contrario. Para desdicha de Esper, al
carecer de los derechos de autor del filme, estas exhibiciones no le reportaron
ganancias. Tanto Marihuana como Reefer Madness constituyen hoy
verdaderas cintas de culto[15]
(ambas tienen argumentos parecidos) y son referencias obligadas a la hora del
alegato a favor o en contra de la legalización de la proverbial hierba. En la juguetona
versión coloreada para su venta en DVD, puede verse el humo de los cigarrillos
pintado de colores… Por fin, en 2001, entre la locura y la alucinación, la
cinta fue parodiada en un musical[16].
La Maldición Ubangui[17]
(1946) construye, a partir de
material de cacería tomado de otras fuentes, escenas de actos circenses e
incendios, aderezado con sobreimpresiones, la historia insólita de hombres
blancos que secuestran mujeres Ubangui para exhibirlas en un circo y son
alcanzados por la maldición del chamán de la tribu.
El “legado” del cine Exploitation ha devenido en unavariedad de ramificaciones dentro del
subgénero, que funcionan como en una casa de espejos, devolviéndonos imágenes
distorsionadas de nosotros mismos, desde aquellas cintas que muestran la
explotación de la raza negra en el Blaxploitation[18],
pasando por el Teensploitation[19],
los Biker Films (cine de
motociclistas encabezado con el prototípico filme de 1953, The Wild One, de Lázsló Benedek con Marlon Brando); las películas
de Euroterror (por supuesto el Giallo de los maestros italianos del
terror barato Mario Bava[20],
Darío Argento y otros); las cintas de caníbales que tanto bebieron del Mondo; las Mockbusters o falsas segundas partes, también provenientes de
Italia[21];
las películas de Nazis plasmados como torturadores sádico-sexuales (Nazisploitation)[22];
los Nudist Films; los filmes de
violaciones y venganzas; el tema de mujeres encarceladas; el Splatter[23];
los Stoner Films (que no sólo tienen
su público entre fumetas y drogadictos) y un largo etcétera. La lista se lee
como una letanía del aprovechamiento carnal, espiritual, la humillación, el
racismo y el sometimiento de los humanos por los humanos, hasta llegar a la representación
descarnada, desde un marco de mal gusto, del México quebrantado por el narcotráfico,
la corrupción y la pornografía del Mexploitation,
categoría en la cual se encuadran las películas de los hermanos Almada.
Así pues, desde el
documental artístico impactante de Franju, pasando por las filmes con valores
estéticos y éticos discutibles de Esper y Browning, el cine comercial dirigido
a los adolescentes, los Reality Shows,
hasta las cintas dónde el narcotráfico tiene un papel preponderante en el fondo
o la forma, el Exploitation ha ganado
sus batallas por la atención de los espectadores reflejando y/o reflexionando
en menor o mayor grado sobre un mundo al borde del desastre, pues la manida
frase la realidad supera siempre a la
ficción, nunca ha resultado tan cierta.
[1] La cinta se encuentra en Google Video, aunque cabe hacer la
advertencia que se trata de un documental no apto para personas sensibles. Una de
las tomas iniciales (después de 3 minutos de escenas plácidas que incluyen el
beso de una pareja) es la del busto, a la entrada del rastro de Vaugiraud
(especializado en la matanza de caballos), de Emile Decroix, el hombre que
propuso la carne de caballo como apta para el consumo humano. Después de esto se
describen fríamente las herramientas, comienza la matanza, detallando, incluso,
los peligros a los que se expone el matarife: Despellejando a un caballo, Ernest Bruyet se seccionó la arteria
femoral…, los carniceros y los
escaldadores trabajan bajo el pesado vaho desprendido por la sangre de las
bestias… hasta la descripción del por qué, tras años de despellejar ovejas,
resulta un quiste en la muñeca de los escaldadores.
[2] Georges Franjou, uno de los fundadores de la Cinémathèque de París,
utilizó los recursos del Grand Guignol de
París en su otra obra maestra Ojos sin
Rostro (Les yeux sans visage,
1959), en la cual un cirujano (Pierre Brasseur) experimenta con trasplantes
para devolverle el rostro a su hija (Edith Scob).
[3] Al parecer, la intención de Franju al rodar esta película es desviar
la atención del horror de lo que sucede en los mataderos hacia la placidez del
puerto parisino con escenas de barcos partiendo en el horizonte y el sol
poniéndose, en una teoría de altos contrastes citadinos, el documental, pues,
se explica como un realismo mientras mantiene un surrealismo desplazando el
objeto a otro contexto. En este nuevo emplazamiento, el objeto redescubre su
calidad como objeto (Declaraciones
en el DVD de Ojos sin Rostro, en The Criterion Collection, 2004). Así, la
cinta se enmarca en un ejercicio de ultra
realismo. Para la distante voz en off
vale el verso de Baudelaire: “Yo te haré
dañosin ira, sin odio, como un carnicero”, con la placidez de los asesinos que silban o
cantan mientras rajan gargantas porque deben ganar el pan de cada día, indicándonos
la objetividad de lo que vemos y la naturaleza del trabajo de los
matarifes.
[4]Mondo Cane, cinta
del año 1960 de Gualtiero Jacopeti, Paolo Cavara y Franco E. Prosperi.
[5] Steven Jay Schneider, coordinador, 1001 Películas que ver antes de morir; Editorial Grijalbo, Sexta
Ed. actualizada, agosto de 2006.
[6] El filme comienza con una voz en off, advirtiendo: Todas las escenas que verán en esta película
son auténticas y han sido tomadas de la vida real. Si son impactantes, es
porque hay muchas cosas impactantes en este mundo. Además, la obligación del
cronista no es endulzar la verdad sino informar de ella de manera objetiva” sin
embargo, como bien apunta Schneider, el
reportaje es cualquier cosa menos objetivo, ya que es difícil saber qué
parte del material es real, cuál se ha
retocado y cuál ha sido grabado en el estudio. Críticas como estas ya
estuvieron presentes desde los tempranos tiempos de Robert J. Flaherty, padre
del documental, con su alabada Nanuk, el
esquimal (Nanook of the North,
1922), que fue actuada por un esquimal real. Sobre esta cinta André Bazin
señalaría que el logro de Flaherty radica en la forma en que captó la textura de la vida cotidiana.
[7] Franju declaró: Si hubiese sido en color, habría sido
repulsivo… la sensación que la gente habría tenido habría sido física.
[8] Uno de los peores directores de la historia que contrasta su
ambición descarada con el amor genuino al cine y la falta de talento de Ed Wood.
[9] Esper burlaba el famoso Código
de Producción de la censura bajo el pretexto de que sus películas servían a
un propósito educativo.
[10] Se presume una lejana adaptación de dos cuentos clásicos de Edgar
Allan Poe: El Gato Negro y Crímenes en la Calle de la Morgue.
[11] Tomadas de La Brujería a
Través de los Tiempos (Häxan,
Benjamin Christensen, 1923) y de Siegfrid
(Fritz Lang, 1923).
[12] Cuando el ayudante del científico loco termina asesinándolo,
aparece un letrero: “Demencia precoz…” ¡Tratando de explicar el asesinato a
través de este tipo de locura! Esta cinta, como otras de Esper, pertenece al
Domino Público y puede verse en Internet Archive: http://www.archive.org/details/Maniac
[13] En Dominio Público en: http://www.archive.org/details/sex_madness
[14] Fundador de NORML, National
Organization for the Reform of Marijuana Laws. Se dice que, al valerse
Stroup de los estudios New Line Cinema,
como distribuidores de la película, salvó a esta compañía de la bancarrota. Hoy
New Line Cinema es una subsidiaria de
Warner Brothers.
[15] Fueron las típicas películas de las funciones de medianoche o sesiones golfas.
[16] Con música por Dan Studney, también guionista, director y productor
y con letra de Kevin Murphy.
[17] Cinta perdida en los EE. UU. tuvimos la oportunidad de verla en la Filmoteca Argentina.
[18] Dos son sus películas emblemáticas: Sweet Sweetback´s Baadasssss Song (1971) de Melvin Van Pebbles y Shaft (Gordon Parks) del mismo año.
[19] Larry Clark, quien empezará como fotógrafo con tintes sociales pasó
al cine retratando la enloquecida vida adolescente con Kids (1995) y Ken Park
(2002).
[20] Para algunos el padre del Slacher,
esas películas en las cuales un asesino serial enmascarado mata a diestra y
siniestra a adolescentes, con su cinta Bahía
de Sangre (1971).
[21]Ejemplo
magistral es Zombie 2 de Lucio Fulci,
1979, que aprovecha el título con el cual se le conoció en Europa y Japón a Dawn of the Dead de George A. Romero,
cinta del año 1978.
[22] Ilsa, She Wolf of the SS de Don Edmonds, 1974, es ejemplar en
este tipo de cintas.
[23] Del sonido onomatopéyico (en inglés) que producen la sangre al
gotear, demasiado emparentado con el Slacher.
EN LA FOTO DEL INICIO. Still de
La sangre de las bestias