Por Samuel Lagunas
Desde Morelia

El documental adquiere cada vez más peso en el circuito del cine mexicano. No es extraño por eso que cada año aumente el interés que el público y la crítica pone en el género, ante el cual seguimos esperando que el Festival responda con funciones de prensa dedicadas al género. Entretanto,  la Selección Oficial de este año está compuesta 15 largometrajes que compiten por obtener el primer premio.

“Guerrero” (2017) es, sin duda, una de las películas más sólidas de la categoría. El director nacido en Francia, Ludovic Bonleux, vuelve a sumergirse en la tortuosa e incesante violencia que parece tejida a la historia del estado de Guerrero. Después de la desaparición de los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa, Bonleux sigue paso a paso el proceso que rodea a las elecciones estatales de 2015. En torno a ese hecho confluyen distintas fuerzas: la policiaca, que se convierte en rostro y puño de un Estado carente de legitimidad, la de las policías comunitarias, los grupos de intelectuales y las distintas brigadas de búsqueda de desaparecidos. Esta polifonía representada con justeza es uno de los mayores aciertos de “Guerrero” ya que nos arroja a un terreno cenagoso donde permean las frustraciones pero donde los sueños de justicia y de redención están lejos de ser aniquilados. Bonleux consigue, además, un equilibrio poco usual entre las historias de vida de sus informantes y la historia colectiva de la sociedad guerrerense procurando, incluso, poner en evidencia las contradicciones que existen al interior de todos los grupos involucrados y la enorme dificultad que hay para llegar a un consenso.

Más allá de estos aciertos, lo que más llama la atención de “Guerrero” son los rostros y las voces de los niños, unos actores poco atendidos por el documental mexicano reciente pero que han también vivido y padecido en carne propia las atroces consecuencias de la violencia. Son estas espaciadas pero constantes apariciones (ya sea hurgando entre los cadáveres calcinados o espiando desde la azotea los enfrentamientos) las que vuelven el documental más aterrador y, al mismo tiempo, más entrañable.

“Artemio” (2017) recupera también la historia de un niño de la Costa Chica de Guerrero. Ópera prima de Sandra Luz López, “Artemio” indaga en la herida que se abre en la vida de un niño migrante cuya vida se escinde en dos espacios y cuyo día a día se convierte en un intento casi siempre infructuoso de empatar ambas realidades gracias a una llamada telefónica de larga distancia. El documental de Sandra Luz López cumple sobre todo como registro etnográfico pero falla en sostener una tensión dramática a lo largo de su metraje. La mirada de Sandra Luz López, en este sentido, se acerca mucho más al objetivo antropológico que a la eficacia estética. Hay, sí, una buena descripción densa que puede servir como fuente para futuros discursos pero no hay una experiencia cinematográfica que vaya más allá del dato.

“Bosque de niebla” (2017), dirigido por Mónica Álvarez Franco, nos regala hermosas vistas de uno de los pocos bosques de niebla que hay todavía en América Latina. Ubicado en el estado de Veracruz, la reserva es hoy propiedad de una cooperativa. De hecho, el documental tiene como eje central a una de las familias que encabezan la cooperativa y que, en varios de los momentos, conversa sobre el futuro de la vastísima propiedad. A pesar de que “Bosque de niebla” aspira a ser un documental que visibilice formas distintas de relacionarnos con el medio ambiente, más armónicas, el documental se estanca en un conflicto cuasi-personal: la (in)decisión de trasladarse de la ciudad al campo. Mónica Álvarez Franco cuenta que este documental lo preparó mientras estaba embarazada. Este dato no es menor ya que en la película veremos dar a luz a animales y a personas y será esta “promesa de futuro” la que constantemente salga a la superficie y empañe el resto de  los temas. Al final, “Bosque de niebla” queda como un íntimo deseo –prácticamente privado– por encontrar en la vida en el bosque un escaparate de las ciudades. Sí: ésa es la impresión resultante: el bosque (con su flora, su fauna y sus pintorescas personas) dispuesto en una enorme y brillante vitrina para que nosotros, desde afuera, nos asomemos sin llegar a sentirnos en ningún momento parte de él.

Tráiler “Guerrero” (Dir. Ludovic Bonleux) from AMBULANTE on Vimeo.