Por Domingo Rojo
Desde antes de que llegara a su conclusión con Harry Potter y las reliquias de la muerte – Parte 2 (2011) que se estrenó ayer, la saga del niño mago ha marcado particularmente a dos generaciones de lectores y cinéfilos, niños y jóvenes que crecieron con el personaje y cuya edad comprende de los 10 a los 20 años. Ha sido un fenómeno equivalente a lo que en el pasado ocurrió con James Bond o Star Wars.
Es cierto que la influencia de Harry Potter abarca un público más amplio, pues aquellos que tienen 30 o más también han disfrutado a tope las aventuras del alumno de Hogwarts y lo mismo sucederá con los pequeños que apenas están aprendiendo a hablar. Pero la identificación va más allá del hecho de haber sido contemporáneo a la producción de las ocho películas, sino a la serie de elementos que definen una época y, por tanto, a la lente que sirve para mirar al mundo: no hablamos más de la Guerra Fría y el sofisticado ambiente de espías de James Bond de los años setenta, ni a los héroes desparpajados post-Vietnam puestos en situaciones futuristas de Star Wars de los ochenta, sino a un niño huérfano que remite en parte a Oliver Twist y en parte a Jesucristo, porque es el mesías que hará que se cumplan las profecías donde el bien triunfará sobre el mal.
Harry Potter es la encarnación cinematográfica de la mitología del nuevo milenio, de acuerdo a cierta mirada maniqueísta que diferencia claramente a los buenos de los malos, aunque en la realidad eso difícilmente suceda. Habría que recordar que en noviembre de 2001 se estrenó la primera entrega de la saga, Harry Potter y la piedra filosofal (2001), cuando apenas dos meses antes, en el trágico 11 de septiembre, la ciudad de Nueva York había sido blanco de un ataque terrorista que culminó con el espectacular derrumbe de las Torres Gemelas así como el ataque paralelo al Pentágono, en Washington.
En esa misma temporada, también se estrenó otra película de fantasía-épica, la primera parte de la trilogía de El señor de los anillos, más orientada al público adulto que al infantil. Durante el siguiente año, Harry Potter y El señor de los anillos, compitieron de alguna forma, aunque al concluir la trilogía de Peter Jackson, el niño mago había alcanzado la madurez suficiente para quedarse con el público adulto que dejaba la otra saga. Luego de la segunda entrega, Harry Potter y la cámara secreta (2002), dirigida como la primera por Chris Columbus, le fue cedido el timón al mexicano Alfonso Cuarón para realizar Harry Potter y el prisionero de Azkaban (2004), una aventura donde los protagonistas habían dejado de ser niños y eran ya unos adolescentes llenos de explosiones hormonales. Cabe recordar que Cuarón había llegado al puesto gracias a sus méritos precisamente para retratar con tino a los adolescentes calenturientos, como lo hizo en Y tu mamá también (2001).
A lo largo de las siguientes entregas de Potter, en general todas de muy buen nivel aunque desde luego que cada quien tendrá su favorita —Harry Potter y el cáliz de fuego (2005), Harry Potter y la orden del Fénix (2007), Harry Potter y el misterio del príncipe (2009), Harry Potter y las reliquias de la muerte – Parte 1 (2010) y Parte 2 (2011)— se termina de configurar este barroco mundo fantástico, que proviene de la imaginación de la británica J. K. Rowling, alimentada a su vez de todas las fuentes posibles, de la mitología griega, la anglo-sajona, la narrativa de autores como Tolkien e incluso de la historia moderna, de donde se extraen elementos como el nazismo, que da forma a figuras como Dolores Umbridge. En este panorama, llama mucho la atención la manera en que terminan por constituirse los dos frentes antagonistas potterianos: por un lado Potter y sus amigos y, por el otro, el desnarizado Voldemort y sus aliados: el mundo de los jóvenes vs el de los adultos. Los gamberros Hermaioni, Ron, Neville, Ginny y los gemelos Weasley hacen frente a los villanos de aires fascistas Belatrix, Malfoy y los suyos. Cierto que en uno y otro bando hay tanto jóvenes como adultos, pero la culminación de la saga es muy clara en términos de esta brecha generacional.
Lamentablemente el mundo real ha cambiado muy poco, menos que en el mundo mágico de Potter. La década que ha pasado desde la primera película de Harry Potter, fueron los mismos diez años desde el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York hasta la captura y muerte de su autor intelectual, Osama Bin Laden, en mayo pasado. Resultaba increíble ver por televisión cómo el gobierno de Estados Unidos celebró el asesinato del terroristas, después de haber incursionado ilegalmente en Paquistán y sin otorgarle ni un juicio ni garantías mínimas, fuera lo que fuera. También en esos diez años, México comenzó en 2000 una nueva época democrática con el triunfo de una candidato que no fue postulado por el PRI, Vicente Fox, del PAN que, al paso de los años, resultó una decepción para millones de electores que le dieron el triunfo. En vísperas de una nueva elección presidencial en 2012, el PRI parece renacer, con francas posibilidades de recuperar la presidencia… ¿Podría ser la equivalencia del resurgimiento de El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado?… Entonces ¿De qué mundo mejor estamos hablando?