* Parte 5 y última

Por Ulises Pérez Mancilla

Para los programas finales (6 y 7), hubo un repunte en la selección con historias brillantes: formales en su estilo pero experimentales y sutiles al interior de la narrativa, cuya propuesta parte del núcleo y no del contexto. Al parecer, el saludable equilibrio proviene  de la generación cecera apodada “los Chuchos”, quienes en su mayoría consiguen una solvencia narrativa, un estilo particular singular y una preciada honestidad bajo la influencia personal y académica de María Novaro antes de que partiera de la escuela de cine. La valoración final de la destacada y polémica participación del Centro de Capacitación Cinematográfica, veta entrañable de amigos y cineastas destacados, se erige como un movimiento generacional amplio, en el que dominan dos corrientes ya narradas: la transgresión de temas existencialistas y poco trascendentales bajo esquemas de producción mínima, y el arrojo de propuestas clásicas, bien planeadas, sinceras y cercanas a una construcción de obra compleja. 

HILOS Y CABLES 

De Juan Carlos Martín. Es inevitable no compararlo con el cortometraje de Iñarritu en el compendio de cortos sobre el 11 de septiembre; sin embargo, entre tanta ocurrencia a medio hilar que hubo en el Festival, destaca su trabajo formal para narrar una tragedia nacional a través de voces en off mientras atestiguamos un enredo de cables y postes de luz en un plano secuencia de estos elementos urbanos cuyo viaje concluye a la altura de periférico y Reforma, una tarde de noviembre en el Distrito Federal hace dos años.  

UNA NOCHE 

Cortometraje sostenido prácticamente por un monólogo de Mario Zaragoza en el que explica su atormentada existencia como lector de pensamientos de otros seres humanos. El director es Acán Coen, uno de los cortometrajistas consentidos del IMCINE y de frecuencia constante en Morelia. No está a la altura estética de sus anteriores trabajos, pero logra un giro interesante en la concepción de sus historias, siguiendo una valiosa línea autoral sobre los extraños fenómenos de la mente.    

DE ESTE MUNDO 

Dirigido por Fernanda Valadez, valiente, sutil y entrañable. No hay plano gratuito y de principio a fin, la historia es un todo complejo cuya final devastador-esperanzador está en la concepción-asimilación del viaje interno retrospectivo. Una historia personal sobre motivaciones íntimas que no traiciona el contexto de su anécdota. Los apuntes críticos sobre el respeto a las formas de vida y convivencia diversas está bordado con temple, sin vicios explicativos, saltándose de entrada los molestos juicios morales. Fluye en gran medida, gracias a la fascinante química entre Sophie Alexander-Katz y Diana Lein, en las dos actuaciones más relevantes del festival. Construido por planos cerrados que benefician la cercanía con los personajes, De este mundo cuenta la historia de Sara y su búsqueda por encontrar su lugar en el mundo, a la vez que formaliza las inquietudes, nada simples, de una auténtica cineasta en ciernes.  

MIEL 

Un cortometraje cuyo mayor acierto es su concepción genuina. Puntual sobre su temática y de logrados momentos emotivos puestos a razón de la aflicción de sus personajes y no de sus planos. Lucero Sánchez logra una combinación destacada y grata entre la estética del plano y su significación, trascendentales más allá del formato de la cámara. Lucero se crece sobre el apellido Novaro y conmueve con esta historia de amor-desamor filial entre mujeres (María Deschamps y Daniela Valentine) que guarda una curiosa semejanza con la historia de Aideé González en el largometraje Tierra madre, de la competencia oficial. 

GUERRA DE PAPEL 

Carlos Rodrigo y Alejandro Ayala son dos directores muy, muy jóvenes que logran un divertido resultado, sobre una guerra entre soldados surgidos de fotocopias y muñequitos de papel hechos de bolitas y palitos en hojas blancas recortadas. Tremendo caos de precisión técnica y bohonomía que sólo muestra el entusiasmo de los realizadores puesto al asador. 

Y DIOS QUISO 

Otro homenaje tardío a Reygadas. Un ejercicio engañabobos, como diría un amigo, que habla sobre nada y que la belleza y la duración de sus planos le exige al espectador buscar una explicación forzada ante tanto vacío discursivo. La idea le vino a Flavio Florencio de ver a una mujer hablando por teléfono en la calle e imaginarse lo que estaría hablando (¡!). Hizo un casting exhaustivo para encontrar a la protagonista, hasta encontrar a una mujer de 99 años que le diera la profundidad que necesitaba su personaje, como si la profundidad de una mujer de 99 años no fuera lo que es por el simple hecho de serlo. Otro de esos proyectos que coquetean con el falso documental sin argumentos. Increíble, pero tiene el apoyo de la Fundación Bancomer. 

EL TÍO FACUNDO 

Mal lograda historia de humor negro realizada en cuba por Alejandro Cachoua. La moral de la anécdota en juego es tan dispar (y tan moralina, pese a estar ubicada en 1950) como su realización, que nunca se compromete con el desarrollo de ninguno de sus personajes, abandonados a la deriva en un set más de teleteatro que de cine. Sus paredes falsas, a pesar de tener relevancia al final, son la metáfora perfecta de la poca profundidad y de lo mal lograda que esta la anécdota de cómo la inesperada llegada de un tío libertino-liberal viene a cambiar los hábitos de una “familia decente”.     

TEMPO RUBATO 

De Miguel Ángel Anaya. Un laberinto de ideas, técnicas y materiales de animación fascinante y extremo, sobre el viaje al interior del cuerpo de un nonato en el vientre de su madre. Lo más sorprendente aquí es que se trate del mismo autor de la aclamada animación del año pasado El armadillo fronterizo. Además de su constancia, habla de su inquietud y maleabilidad para explorar y transgredir géneros. Un animador autor total. 

LA ESPERA 

Dirigido por otro cecero: Miguel Salgado. Realizado en una prisión en Chihuahua teniendo como protagonista a Evangelina Sosa en una de sus mejores actuaciones, como no se le veía desde antaño. De entrada, la noble integración social que hace el director al incluir reclusos en la realización del corto; habla de un verdadero lazo afectivo entre él y su historia: la eterna espera de una mujer presa que ha dejado de ser visitada y los vuelcos del corazón que produce dicha espera. Sencilla y conmovedora sin mayor pretensión. 

LA BANDA DE SAN COSMO 

Un bonito relato sobre lo que uno hace por amor realizado en blanco y negro que para ser un chiste, dura demasiado; lo dirige Uri Espinosa.  EMMA De la cuequera Masha Kostiurina, destaca por su amplio talento en la dirección de actores y por su temple para sostener el interés en su historia. De los 47 cortos, es el único por el que uno mantiene una preocupación angustiante y real por el destino de sus personajes, acaso porque se concentra en hacer que esa mujer que aparece un día para sacar a una niña de un orfanato, se vuelven entrañables a nuestra vista, a pesar que muy poco sabemos de ellas. Salvo algunos huecos narrativos hacia el principio del corto, que hacen pensar que era necesario un tratamiento de guión más, Masha destaca de sobremanera como una narradora nata. LA FRUICIÓN El único corto de la competencia que se adhiere al fenómeno de los vampiros, sobre una mujer que resuelve sus aflicciones amorosas una vez que se vuelve inmortal, mientras lidia con los conflictos morales de su nuevo estado inmortal, desde un punto de vista meramente femenino. Una pieza rara y atrevida, que opta por un extraño efecto óptico que le resta matiz. Lo dirige Jimena Colunga.  

DORSAL 

Lo dirige Pablo Delgado y se trata de una emotiva exploración de la soledad a través de dos personajes devastados por la cotidianeidad de sus vidas y la imposibilidad de resolver su existencia construida a fuerza de incomunicación y al servicio de una existencia resuelta a partir, no de lo que se elige sino de lo que a uno le va tocando. De estructura formal alentadora, se hermana con De este mundo en su tratamiento por mucho pensado y digerido, sin que ello cierre las puertas a la espontaneidad, en este caso otorgada por Mauricio Escobar, hombre sin tablas en la actuación, quien equilibra la presencia de Baltimore Beltrán, un sobresaliente actor de formación teatral. Se agradece la fina lectura gay que le da el director a su protagonista a través de un homenaje a Muerte en Venecia con la presencia de Emilio Von Sternenfels.

EN LA FOTO DEL INICIO: Still de De este mundo.

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