Por Ali López
Desde Puebla

En el último día de actividades del festival Mórbido pudimos ver tres películas de corte juvenil, que además utilizar elementos del horror como el gore, centran su trama en la comedia, el homenaje y lo políticamente incorrecto. La primera de ellas es “Turbo Kid”, (François Simard, Anouk Whissell, Yoann-Karl Whissell, USA-Canadá-Nueva Zelandia, 2015) cinta que homenajea a las películas post apocalípticas de los años 80, además de explotar la estética de ésta década. La idea surgió de la primer convocatoria de la antología “ABC’s of the Dead” donde el corto “T is for Turbo” fue uno de los más votados, aunque no alcanzó a entrar al corte final. Así, esa historia sobre un niño superhéroe, llegó a ser el largometraje que vemos hoy día.

“Tubo Kid” es sobretodo excesiva; no se contiene en ninguno de sus términos. Su humor es hilarante, su gore es extremo y la trama misma es la exageración del mito del héroe. Funciona pues un clásico haciendo honor a los clásicos, idealizando el imaginario de una generación que recibió una educación visual característica y ve reflejado aquí toda la nostalgia de los buenos tiempos. Sin embargo, podría estar ahí el problema mismo de la película. Puede llegar a ser perecedera. Se decía que “Turbo Kid” era el nuevo cine de culto, pero hay cierto sector de la audiencia, que a pesar de verse maravillada por la cinta, no hacen clic inmediato; no sienten suyo lo que el filme propone, y por lo mismo, es para ellos sólo un chiste de otros años.

Se dice que “Turbo Kid” puede llegar a ser una franquicia, y tiene todo para serlo; sus virtudes son bastas y sus pecados escasos, si no es que nulos. Es una de las mejores cintas del año.

La segunda cinta que tenemos es “Liza, the Fox Fairy” (“Liza, a Rókatündér”, Károly Ujj Mészáros, Hungría-2015). Una pelicular peculiar desde su concepción, pues es una adaptación moderna, ambientada y producida en  Hungría, a una leyenda japonesa.  Liza es una enfermera solitaria, acompañada de por un celoso fantasma, un antiguo cantante japonés de vestuario Rockabilly. Pero una maldición ha caído sobre ella, todo aquel que la desee, sufrirá una muerte violenta y sorpresiva. Las sospechas caen sobre Liza, mientras ella busca el amor verdadero que pueda salvarla.

“Liza, a Rókatündér” es una película divertida, con un humor poco común para nuestras latitudes. Su ritmo no es vertiginoso, ni sobrado, es más bien sutil, lento e hipnotizante. Sin que te des cuenta, la cinta ya te ha atrapado, y en sus repeticiones y chistes simples, comienza a formarte parte de la trama. Los personaje son piezas de ajedrez de movimientos precisos, que lo mismo se vuelve entrañables que repulsivos; las actuaciones acentúan este aspecto, pero es la trama, sus situaciones y diálogos, lo que hacen que cada uno de los mementos de la traba funcionen. “Liza” es una bola nieve, que va creciendo y envolviéndote, una enorme bola de risas, sonrisas y suspiros.

La estética de la cinta también es notable, de colores pastel y elementos pop, como una puesta en escena kitch y rosa. “Liza, the  Fox Fairy” juega además con elementos sosos de las ‘chick flicks’ y/o cintas norteamericanas, para hacerlos más banales y objetos de risa. Aunque la película no es propiamente de terror, hay en ella elementos fantásticos y de horror. El fantasma que habita en la historia se vuelve un villano duro, que comienza a ser escabroso y temido; y en el punto climático de la trama, la tensión es torrencial. Una interesante propuesta que, lamentablemente, llega sólo por esta ocasión a nuestro país.

Para finalizar tenemos “Cooties” (Jonathan Milott, Cary Munrion, USA-2014), película de niños-zombie, adultos infantiles, sangre, sesos y un humor irreverente y políticamente incorrecto. La historia se desarrolla en una escuela primaria típica de los Estados Unidos, donde los niños son infectados por un virus zombie que no afecta a los adultos, y donde la culpable de la infección fue la comida que los alumnos recibieron en ese lugar. Acá todo es gringo, muy gringo. Sin embargo se burlan de ellos mismos. Nosotros, por los programas de TV y hasta el mismo cine, conocemos ya ciertos aspectos de la vida común norteamericana, aspectos que aquí son retratados y enfatizados en el tono de burla. Los estereotipos de lo “norteamericano” son expuestos y, por lo mismo, ridiculizados. Para que los guionistas se atrevan a ser chistes sobre el 9/11 es que ya estamos hablando que todo puede ser permisivo. Y con los niños se contiene un poco lo rebelde, sin embargo, tampoco es que se vuelva un guion recatado. Hay violencia contra esos pequeños come-cerebros, hay gore contenido pero gore al fin y al cabo.

La cinta no se centra en el terror, aunque están ahí los elementos de las cintas de muertos vivientes. La trama se centra en su humor, su incomodidad y sus ganas de querer romper con esquemas. Una cinta dirigida a un público selecto, capaz de soportar esto, pero que puede sobrepasar sus limitantes. La película también es un homenaje al cine, referenciando otra vez a la estética, virtudes y defectos, de las películas ochenteras; además de aprovechar la presencia de Elijah Wood, para hacer chistes sobre los hoobits. La diversión está asegurada.

Así concluye Mórbido Film Fest, con grandes cintas en su programación, un perfecto escenario y una concepción única del espectáculo. Sin la menor duda Mórbido ha pasado a ser uno de los festivales de género más importantes de Latinoamérica.