* Cineastas mexicanos hablan sobre Fellini. Última entrega.
Por Ulises Pérez Mancilla
Terminó el ciclo Tutto Fellini donde prevaleció un público joven, ojos nuevos que desconocían su obra en convivencia con otros ávidos de recuerdos, con ganas de revalorar o desterrar clásicos que por muy clásicos que sean, asientan mejor siempre que van de la mano de un cariño personal, una vivencia entrañable o una renuencia apasionada. Año nuevo, retrospectiva nueva y ahora las salas de la Cineteca Nacional acogen la filmografía de Chabrol, pero lo que permanece, además del recuerdo de un diciembre felliniano en el Distrito Federal, es la convocatoria del concurso de ensayo que entre otros organiza Correcamara (hasta el 20 de enero) y que motivó nuestra invitación a varios cineastas mexicanos para compartir por escrito su afección por Federico Fellini.
He aquí la última entrega.
Raúl Fuentes. Director. Yo estaba ocupada encontrando respuestas, mientras tú simplemente seguías con la vida real.
A mí me gustan muchos cineastas viejos y muchos cineastas muertos. Muchos de ellos parecen más jóvenes que decenas de directores contemporáneos. Fellini, por ejemplo. Hay muchas, incontables películas, que tratan de cómo se filma una película. En la mayoría de ellas se tiene una realidad “A” dentro de la ficción, aquella en la que un grupo de cineastas pasa por cierto número de desventuras para cumplir con la realización de un filme. Paralela a esa realidad “A” dentro de la ficción, existe una ficción “B” que muestra aquello que se filma. Se trata de dos mundos análogos, lineales, en los que “B” depende directamente de “A”, como una consecuencia sin retroalimentación. La historia de “B” existe únicamente porque los protagonistas de “A” la filmaron. Es una lógica sin imaginación. Lo que Fellini logró en Ocho y medio, entre otros hallazgos mucho más interesantes, es, en primer lugar, contar la historia de un cineasta que quiere filmar una película: ese es el plano de realidad “A” dentro de la ficción del filme. La película que Guido Anselmi intenta rodar sería por consiguiente la ficción “B” dentro del filme. Lo interesante aquí es que, en primer lugar, tal división entre ficción y realidad dentro de la película no existe como tal. Eso no sería tan sorprendente si no fuera porque la relación entre ambos planos es todo menos lineal. La retroalimentación entre la obra y el creador es absolutamente bidireccional y en algunos casos inclusive de dominio por parte de la película hacia la historia de quien intenta filmarla. La historia “A” de un director que intenta filmar una película “B” en donde la película “B” no es sino la misma “A” pero de regreso. La película que se filma dentro de la película es, precisamente la película que uno ve desde el principio. Una serpiente que se muerde la cola. Tengo un libro con fotos de la filmación de Ocho y medio. La que más me gusta es una de la cámara con la que estaban rodando. Tiene pegado un pedazo de gaffer y escrita a mano la leyenda: Recuerda que esta es una película cómica.
José Luis Gutiérrez. Director. Marcelino pan y vino, Todos los días son tuyos.
Federicco Fellini es de los pocos cineastas con una personalidad fílmica inclasificable, como Stanley Kubrick y Andrei Tarkovski; aunque empezó a escribir cine y a dirigir dentro la corriente fílmica del Neorrealismo Italiano, pronto empezó a crear su propio universo que a la distancia llamamos “Lo Fellinesco o Felliniano” y sólo podemos encontrar algunos cineastas dignos de ser considerados herederos como podrían ser el tempranamente fallecido Jean-Claude Lauzon con el erotismo grotesco de su legendaria “Leolo” hasta el popular culto a lo femenino de Pedro Almodóvar. Fellini es uno de los directores que más disfruto revisitar, quizá porque el universo de sus temas y obsesiones está muy lejos de lo que yo hago, casi en un pedestal o en un marco, donde se ponen las obras de arte, como lo es “Y la nave va” mi película favorita de su filmografía.