Por Ali López
“Tabú” (Portugal–Brasil–Alemania–Francia, 2012) el ya clásico filme de Miguel Gomes se presentó en FICUNAM como parte de su retrospectiva.
“Tabú” es una cinta pulcra, garigoleada, romántica; como una antigua carta de amor. A veces silente, a veces álgida, pero siempre sutil, siempre intensa. Un prólogo nos devela el paraíso perdido, los años caídos sobre los hombros. Los últimos momentos de un personaje que no es enteramente protagonista, pero que sobre ella gira el mundo, el tiempo, el (des)amor. Su silencio nos permite conocer su pasado, el paraíso, los secretos y, sobretodo, los porqués de sus extrañas convulsiones (alucinaciones); que mucho y poco tienen que ver con la senectud. Son más bien los últimos vestigios de lucidez de un cerebro muerto, que no tiene más que recordar.
“John From” (Portugal-Francia, 2015) de João Nicolau es uno de los estrenos del festival; parte de la competencia Internacional.
“John From” es una cinta ágil, colorida, graciosa y hermosa, como el vídeoclip de una canción pop juvenil; pero no un vídeo ni una canción cualquiera, es una de esas que sobresalen, que se quedan, y que significan para una generación más que una posición en el chart. El amor adolecente del Siglo XXI conoce el postimpresionismo de Gauguin, así de intenso, inestable y eufórico como los artistas de aquella época, y las adolescentes de cualquier era pueden ser. Un cuento de hadas ilustrado por Warhol y músicalizado por una estación de radio. Banal, sí, pero exacto; como uno de comerciales que dan en la televisión y terminan siendo piezas de un museo, o de los libros de comunicación.
Una chica, Rita (la guapísima Júlia Palha), se enamora de Filipe (Filipe Vargas) su vecino, papá soltero y fotógrafo aventurero. Melanesia (esa zona del océano Pacífico ubicada al norte de Australia) es el pretexto perfecto para que ellos entablen una relación y Rita encuentre en la fantasía del amor un mundo en el que sus sueños se vuelven realidad.
Ambas cintas son líneas perpendiculares que se unen en algunos puntos y divergen en otros. El amor podría ser el tema más fácil de identificar en ambas, sin embargo, más allá del amor entre personajes, hay un amor que se denota en ambas cintas: el amor al cine. La primera, la cinta de Gomes, juega con los elementos clásicos del cine mudo; no sólo por el blanco y negro de su imagen, también en la esencia misma de su estructura narrativa, de su comedia y su drama. En la voz no audible de sus personajes, pero perfectamente interpretable.
Hay en esta película una y muchas rupturas, la temporal es la más notable, pues el viaje del presente al pasado no es sólo un medio narrativo, es un medio cohesivo; que ayuda a amalgamar los huecos vislumbrados en la primera parte. Aunque no se queda ahí. No es sólo el largo flashback que quiere explicarlo todo, es una poesía que nos lleva a reconfigurar lo dictado antes. Una metaficción que se vuelve cada vez más intensa, y termina por devorar lo previo.
En la segunda película, la de Nicolau, el amor al cine lo vislumbramos en su formato cinematográfico, en el granulado de su imagen, y la ocupación concreta, y correcta, del imaginario para la formación de su trama. El cine permite jugar con elementos fantásticos sin que estos tengan que ser enteramente explicados; cuando están justificados, y cuando ayudan a la construcción de una anécdota interesante, como en este caso, la labor de Méliès cobra sentido.
La fotografía de Mário Castanheira es una obra maestra, su color nos invita a ser parte de cada cuadro, pero al mismo tiempo, nos dicta una separación entre la sala y el mundo de Rita; entendemos siempre que lo que estamos viendo es parte de otra dimensión; la de los enamorados. El tiempo y el espacio son cada vez más parte de la protagonista y menos de nosotros, pero las puertas están abiertas para nosotros. Ella siguió al conejo blanco y nosotros vamos con ella; al mundo de las maravillas. A esa mundo donde un ipod nos puede dictar el futuro y donde nuestra mejor amiga es el hada madrina que nos viste de vestido y zapatillas. Sí, somos todos uno(a) con ella, con Rita, y esto es gracias a tres elementos: La fotografía, el arte (que es cambiante. rimbombante y armonioso) y a las extraordinarias actuaciones de cada uno de los actores de la cinta; ¿Qué mayor amor al cine que éste?
Una de las diferencias que se pueden observar en ambas películas es la de la concepción del amor, y la posición de la mujer en torno a este. En “Tabú” Aurora (interpretada primero por Laura Soveral y después, en el pasado, por Ana Moreira) tiene poca decisión. No se mueve conforme lo dicta su amor, lo hace conforme lo han dictado las reglas, su educación. Una mujer de clase, que gustaba de cazar animales, que a pesar de ser princesa guerrera no deja jamás de ser una dama, y como buena dama, mujercita de aquella época, calladita se ve más bonita. No decide jamás por sí misma, siempre deja que lo hagan los demás, que en ellos recaiga la responsabilidad de controlar su salvajismo; como un cocodrilo enjaulado, que huye siempre al mismo sitio pues necesita el abrazo fuerte y cálido de lo humano.
Rita, de “John From” decide. No pregunta a nada ni a nadie, sus dudas nacen de su propia (in)experiencia, de la falta de confianza natural de quién está enamorado. Pero no se cuestiona sobre lo que dirá o no, la sociedad sobre su amor por un hombre mayor, con una hija y dedicado a un oficio poco ortodoxo, el de ser fotógrafo. La familia está presente, llega a ser dura y adulta por cinco segundos, pero ella sabe cómo confrontarlo, no hay debilidad en su ilusión por enamorarse, y aunque hay alegorías a las sociedades de las Islas del Pacífico, donde los hombres llevan las riendas de las vidas femeninas, son sólo para enfatizar le fantasía de Rita. Porque su fantasía, por muy infantil que sea, no deja de ser una fantasía sexual, un deseo, una pulsión; y lo mejor, ésta, se satisface. Un juego en la playa que delimita intimidad, calor y complicidad cierra el círculo.
Rita pudo lograrlo, Aurora no.
Aunque son pocos los años que separan a ambas producciones esta diferenciación sobre el tema de la mujer y el amor es evidente. Y la posición del hombre es también notable, en una el marido juega el papel de padre, de dueño y mentor; en la segunda el padre es camarada, guía y parte del amor. Los objetos del deseo, es decir los hombres que mueven el tapete de las protagonistas, son también diferentes. Uno no tiene más que recordar, que contar que arrepentirse por haber amado, el otro es un fantasma que poco a poco cobra notoriedad, que poco a poco decide dejarse llevar y que es no enfrenta lo que tiene que enfrentar a golpes o violencia; más bien con la sonrisa cálida de la responsabilidad del amor.
El amor a la portuguesa, el amor viejo y el amor actual. El amor y el cine, y el amor por el cine. Dos maravillas de FICUNAM.
JOHN FROM TRAILER from O SOM E A FÚRIA on Vimeo.