Cronenberg: Los hitos de hoy serán los crímenes del futuro

Por Mariana Carbajal

El doctor Tripod pone la mano en el hombro de uno de sus colegas, el hombre ha adquirido una extraña enfermedad venérea de uno de sus pacientes, junto a él unos frascos yacen en hilera, dentro de cada uno flota un órgano producido por su cuerpo, aparentemente no tienen ninguna función pero se vuelve melancólico cada vez que le extirpan uno de ellos.

La evolución encierra una gran violencia porque al abrirse paso debe destruir al ser y trastocar el código genético para adaptarse a nuevos parámetros. El cuerpo y sus funciones mutan en un largo proceso de ensayo y error, los nuevos órganos deben ser más especializados y lo que no sirve, anulado. No hay miramientos ni consideraciones para las especies, el cambio es cruel y no da un solo paso atrás.

Sin embargo, en este ímpetu existe una gran belleza, una armonía intrínseca a la vida     que se gesta en lo más íntimo de células. Desde los primeros seres vivos, cuya cadena de nucleótidos aún compartimos, poco a poco, de generación en generación, cambiamos, fuimos otros en los albores de la vida y debido a nuestro breve lapso en la tierra no veremos lo que le depara a nuestra especie.

Esta idea es abordada por el cineasta David Cronenberg en su obra de ciencia ficción, “Crimes of the future” (1970), en la que la mutación y la enfermedad se muestran como un agente de cambio y fascinación; con una mirada a veces morbosa y perturbadora, otras sensual y obsesiva que rebasa la voluntad de sus personajes, el director conforma una particular visión estética de la metamorfosis, que también desarrollará en sus subsecuentes trabajos, a través de la fijación sexual por las trasformaciones y las desviaciones de los sujetos.

El largometraje plantea un futuro en el que la enfermedad de Rouge ha reducido la población femenina a prácticamente cero y que al acabar con sus primeras víctimas, se extiende a los hombres y tiene una peculiaridad, provoca una irremediable atracción hacia los infectados.

El protagonista, Adrian Tripod, es un médico que colabora en busca de una respuesta a una serie de mutaciones desencadenadas entre la población masculina. Él tiene un paciente con este padecimiento, cuya sintomatología incluye una secreción espumosa altamente contagiosa a la que ni él puede resistirse. Dejando de lado su propia salud, acaricia al enfermo mientras éste la produce, la juguetea entre sus dedos y la saborea.

El impacto que produce la cinta no sólo se encuentra en su temática sino en su forma, en contraposición a escenas como la referida anteriormente, el director retrata esta realidad de una manera sosegada, los personajes son callados, se expresan con una voz en off aletargada y sin inflexiones, al punto que las intenciones que los mueven son siniestras, sus miradas se turban ante una realidad espantosa, que los empuja por caminos desconocidos para ellos, pero no para la naturaleza.

Cronenberg (también director de “The Fly”, 1986, “Crash”, 1996 y “A History of Violence”, 2005, entre muchas otras) a través de la construcción del espacio y la atmósfera contribuye a crear tensión y aversión en el espectador a través de tomas trepidantes durante los momentos en que Tripod acaricia a su paciente o lo mira,  así denota una alteración en los sentidos del médico y provoca inquietud en el espectador. 

David Cronenberg muestra en “Crimes of the future” (1970)  la mutación y la enfermedad como un agente de cambio y fascinación

Aunado a esto, la atracción al cuerpo enfermo y las imágenes escatológicas, en las que las secreciones del paciente son relamidas por sus cuidadores, acentúa un impulso animal, carnal, que increpa la lógica y repugna, pero que responde al cambio que se gesta, el salto que las mutaciones representan para su género.

Los planos simétricos y abiertos que hacen gala de una arquitectura armónica se contraponen con los silencios, gorjeos, trinos y ruidos del soundtrack, que bien pueden describirse como música atonal; esta contraposición provoca una disidencia en el espectador, que al clásico estilo del suspense, intuye que algo no anda bien, que la psicología de los implicados en la escena llegará a punto de quiebre.

Los sonidos tienen un gran peso ya que para crear esta tensión el autor no recurre a pistas conocidas, sino que al plantear este futuro, usa algo que no pueda asociarse a ninguna época conocida para recalcar su ambigüedad y extrañeza.

En este futuro incierto y de una violencia entre las aguas, en el que la humanidad, sin ninguna explicación aparente, queda sumida en un hito con todo en su contra, se expone la vulnerabilidad del cuerpo humano ante la enfermedad, la vulnerabilidad de la vida ante un agente minúsculo, que a pesar del avance de la medicina no pude detenerlo.

Muchas plagas como el cólera, la viruela, la peste negra, las gripes española y porcina han mermado la población y puesto en jaque la supervivencia de millones, no es algo nuevo en el mundo, y al final, como lo demuestra nuestra permanencia, el virus se controla, la enfermedad se cura, pero pronto, en cualquier momento, otro microrganismo más especializado y mejor adaptado puede desatar su propia guerra, así como lo hace la enfermedad de Rouge, cuya carta más poderosa fue vencer a la misma naturaleza, que ha hecho todo por salvaguardar el útero femenino, como comer a la reina y dejar al rey solo, jugando con un caballo y un alfil.

En nuestra historia como civilización, la medicina se ha erigido casi siempre como salvadora ante las epidemias, no sin antes lanzar una moneda al aire. De la misma forma, en la película, los médicos tienen el papel de buscar una salida a la amenaza y un tratamiento terapéutico para las mutaciones que trastornan a quienes las sufren. En los galenos recae la responsabilidad de documentar y tomar cartas en el asunto, aunque eso los lleve a traspasar las barreras de la ética ante una batalla que parece perdida.

“Crimes of the future” encierra un tema profundo e inquietante, que lleva a la enfermedad y a la mutación a desempeñar un papel crucial en la carrera por sobrevivir, la cual no está libre de obstáculos, ya que al igual que la raza humana, las enfermedades también hacen lo posible por propagarse, a todo costa.

En la cinta, la enfermedad de Rouge se extiende con su propia estrategia, poniendo en riesgo la adaptación del género masculino, por lo que funge como una antagonista poderosa que ejerce una gran presión sobre las generaciones de hombres que quedan. En un principio, especializada en las mujeres y seductora como una planta carnívora, ahora abre las puertas de la muerte e impulsa una desesperada búsqueda por preservar la vida.

En esta puesta en escena subyace una realidad insoslayable, apocalíptica, retratada desde el interior de los centros médicos. Ante un mundo defeminizado, el género masculino se enfrenta a una encrucijada, por lo que debe adaptarse para persistir, debe mutar de la forma más extrema ante la ausencia del útero femenino y adquirir una nueva sexualidad; inevitablemente se pone en tela de juicio la naturaleza del rol y género masculino, pronto deberá de transformarse para abrir paso a una nueva cultura y a un nuevo sexo.

El cambio, la metamorfosis, es sinónimo de vida.

En un terreno de mutaciones, de ensayo y error, Tripod se une a un grupo de pedófilos que ha raptado a una niña; ya sea por inercia, lascivia o interés científico, ven en ella el cáliz de la nueva vida, esperanza fútil de la reproducción. Una joven prepúber que deben embarazar a pesar de la posibilidad de la inseminación artificial, obedeciendo al instinto carnal por encima de la ética y escudándose bajo las nuevas circunstancias.

Tripod y la niña se encuentran en una habitación, él, semidesnudo, la mira, también está enferma, la tensión se incrementa ante las miradas y el silencio, él se sienta junto a ella y derrama una lágrima infecta, la carrera llega a su final, la lágrima rodando por su mejilla expresa el enfrentamiento al temor más profundo y violento, la última batalla, la extinción.