Por El More
Desde Tesalónica, Grecia

Interior. Sala de cine. Anochecer.

Mientras en la Plaza Aristóteles sopla un viento frio que viene del puerto, la gente de la ciudad se acomoda en sus butacas para ver la película mexicana de la selección oficial de este año. Al frente de una sala, con unas tres cuartas partes del aforo lleno, se encuentra el director de “Burros”, Odín Salazar.

En Grecia, y especialmente en Tesalónica, aprecian a los mexicanos. Al menos eso me han hecho sentir en los días de esta mi primera visita en la ciudad. También lo sé por los sonados éxitos que han tenido por acá reciéntemente cineastas como Jonás Cuarón, Carlos Reygadas o Rigoberto Pérezcano. Justo gracias a Pérezcano y su cinta Norteado, premiada hace dos años en el festival, es que Odín Salazar había estado por acá, al menos indirectamente ya que asisitió en la dirección a su compañero de generación en el CUEC.

Hoy, con su ópera prima bajo el brazo y los premios a mejor director y fotografía del Festival de cine de Guadalajara, Salazar comienza un recorrido europeo con una cálida recepción de parte del público griego.

Ambientada en el final de los años 30 en el contexto de la producción agraria de las haciendas y los primeros intentos por repartir la tierra, Burros es una película sobre el viaje iniciático de  Lautaro, un niño a punto de entrar en la adolescencia que ve morir asesinado a su padre y debe abandonar a su madre y hermanos por los riesgos que  corre su vida.

Huyendo de un enemigo que no se ve, algo propuesto de manera intencional según el propio Salazar, Lautaro se enfrenta a un mundo donde los pleitos se heredan y en el que la familia y la sangre son lo más importante. Un mundo que, paradójicamente no ha dejado de existir y se nos aparece por todos lados en México y no sólo en Guerrero donde se desarrolla la historia.

Con un cuidado trabajo en la dirección de arte y una fotografía sobresaliente a cargo de Alejandro Cantú –una muestra más de que en nuestro país los buenos cinefotógrafos están más allá de los que han emigrado a Hollywood, como muestra sirvan el propio Cantú, Juan José Saravia, Antonio Riestra o  Pedro González Rubio– Burros apuesta por recrear un momento histórico que, en momentos específicos, se ve intervenida por elementos o personajes de otras épocas. Así, una realidad construida a partir de una investigación fotográfica escrupulosa -es memorable la secuencia en la que Lautaro y su familia se toman una foto con todo lo que aquello implicaba en esos tiempos- cobra tintes mágicos a partir de la óptica e imaginación de un niño de tierra caliente de la primer mitad del siglo pasado.
Más allá de su logros técnicos, tal vez lo mejor de Burros sea la buena mano en la dirección  de los actores y el especial acierto en la selección de  Abimale Orozco para interpretar a Lautaro.Una decisión, además de valiente, especialmente útil para la verosimilitud del relato.

El sincero aplauso de los asistentes a la cinta y su interés en la sesión de preguntas y respuestas son el mejor reconocimiento que puede esperar un cineasta. Lo que venga después es ganancia.
Al ver una vez más como reciben fuera de nuestro país una buena cinta mexicana puedo afirmar de nuevo que a los mexicanos nos quieren en Grecia. Desde aquí me pregunto cuando nos querremos un poco más nosotros mismos y cómo y cuándo se estrenará Burros en nuestra cartelera.

Mientras Odín intenta explicar a una de las asistentes a la proyección las difíciles condiciones de exhibición y distribución en nuestro país, pienso en los entrañables amigos cinéfilos con los que comparto una comida una vez para hablar de películas en algo que hemos bautizado como Viernes de Popotla. Tengo que contarles de Tesalónica y de Burros. Hay mucho material para la próxima reunión y mucho por hacer.

Seguiré reportando

Un abrazo desde Grecia.
El More
@elmoremoreno

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Odín Salazar responde a las preguntas del públuco, en el Teatro Olimpion de Tesalónica.