Cinecrítica: “Los amantes pasajeros” y el sello Almodóvar
Por Hugo Lara Chávez
“Los amantes pasajeros”, el más reciente trabajo del español Pedro Almodóvar, es una vuelta a su humor descabellado, obsceno y lleno de personajes exóticos en un ambiente sobre-estilizado como en “Pepi, Luci, Boom y otras chicas del montón” (1980) o especialmente en “Mujeres al borde de un ataque de nervios” (1988). Sin embargo, en “Los amantes pasajeros” se encuentren razones para considerarla una película menor dentro de su valiosa filmografía.
Un avión que despega de Madrid hacia México D.F. sufre una avería en el fuselaje y debe dar vueltas en territorio español hasta encontrar una pista dónde intentar un aterrizaje forzoso. Para no alarmar a los pasajeros, tres sobrecargos gays —’locas’ desaforadas que interpretan Javier Cámara, Carlos Areces y Raúl Arévalo— drogan a los pasajeros y a la tripulación de la clase turista. Junto a ellos, sólo se mantiene consciente el selecto grupo de la clase ejecutiva: una mujer madura que desea perder su virginidad (Lola Dueñas), un actor maduro (Guillermo Toledo), unos recién casados, una proxeneta de alto nivel (Cecilia Roth), un mexicano misterioso (José María Yazpik) y un influyente hombre de negocios caído en desgracia. Además, se encuentran los dos pilotos alborotados sobre la bisexualidad.
Almodóvar asume el reto de contar una trama a partir de ese colorido ramillete de personajes en un espacio cerrado, casi claustrofóbico, teatral. Y decide hacerlo en tono de una farsa coral. Desarrolla los conflictos de sus personajes con los pocos recursos que tiene a la mano: con los diálogos, con la confrontación de personalidades, con la descripción de la naturaleza de cada uno y hasta con las llamadas telefónicas a tierra. Esto último permite airear la historia y desenvolver una de las mejores subtramas del filme que tiene qué ver con el romance del actor con una mujer suicida en Madrid.
También es cierto que los sobrecargos gays, con su gracia, hacen una labor fundamental para mantener el tono de farsa, para levantar el filme cuando tiende a caerse mediante los chistes sexuales subidos de tono. Pero hay que decir que su promocionada escena en la que bailan “I´m so excited” de The Pointer Sisters no es tan buena como se espera.
Almodóvar muestra afecto por sus personajes, a pesar de la caricatura y de los estereotipos, muy necesarios para su propuesta, pero no consigue que crezcan lo suficiente para volverlos entrañables. Otro apunte llamativo son las insinuaciones a la realidad, a la debacle económica española o la situación de inseguridad en México.
En suma, “Los amantes pasajeros” se aprecia como un filme irregular, con altas y bajas, pero que vale la pena ver con la perspectiva de toda la obra de este sobresaliente cineasta.
Como acotación, hay que mencionar los pequeños cameos, casi sin importancia, de Penélope Cruz y Antonio Banderas, incondicionales actores de Almodóvar. Un gesto de amistad y de respeto, simplemente.
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