Por Andrés Bayona

El gran problema que tengo con las adaptaciones de “50 Sombras”, no es tanto el hecho de que la premisa sigue a un hombre controlador que tortura y manipula a su amante para que cambie su forma de actuar y se salga de su zona de confort, emocionalmente hablando. El inconveniente acá es que estas películas no cumplen con lo que prometen: el sexo, el erotismo y la seducción son tan insípidos y carentes de química que es preferible verse un culebrón. Según la campaña publicitaria de “50 Sombras Liberadas”, ésta es la secuela más explosiva y con el clímax más candente. En lugar de eso, la cinta dirigida por James Foley, se convierte en un melodrama lleno de subtramas inverosímiles: hay secuestros. Hay drama en la oficina. Persiguen a la gente. Hay un arma en el escritorio. Hay persecuciones en coches. Hay problemas maritales. La lista no acaba.

“50 Sombras Liberadas” inicia con la boda entre Christian Grey, el billonario y eje central de la historia, y Anastasia Steele, quien, al parecer, no sabe con quién contrajo nupcias (por ejemplo, Ana queda anonadada cuando sabe que su esposo la llevará de luna de miel en su jet privado. “Es esto tuyo?”, pregunta ella. “Esto es nuestro”, le responde él. ¿En qué parte de las pasadas entregas se le olvidó a esta mujer que Christian es absurdamente millonario?). En fin, al poco tiempo, su luna de miel se convierte en un drama cuando, al parecer, Jack Hyde (Erick Johnson), el exjefe de Ana y quien la amenazó en la entrega anterior está de regreso en Seattle para cobrar venganza.

Entonces, de regreso en la ciudad, Christian se concentra en su trabajo (lo que sea que hacen los multimillonarios) y Ana recibe un ascenso como Editora de Ficción justo al regresar de su luna de miel (claro, porque es bien realista que esto ocurra). A partir de esto, “50 Sombras Liberadas” se olvida de la “sensualidad” y convierte en un thriller cargado de armas, escapes de último minuto, sobornos y secuestros. 

El guión de “50 Sombras Liberadas” es absurdo y lleno de trivialidades. Sin embargo, es muchísimo más tolerable que la tediosa “50 Sombras más Oscuras”. En “Liberadas”, por lo menos, vi intenciones en hacer la trama más dinámica, gracias a diferentes personajes que le daban un aire a la historia, en lugar de centrarse sólo en la relación entre los dos protagonistas. De hecho, creo que ésta es la razón por la cual toleré más a “50 Sombras Liberadas”, ya que la química entre Dakota Johnson y Jamie Dornan no existe, es nula, y, honestamente, es aburrida.

Estas películas buscan hacer una crítica acerca de las relaciones controladoras y abusivas, en donde el hombre obliga a la mujer a someterse y a hacer sólo lo que él dice. Sin embargo, esto no es lo que ocurre en “50 Sombras” y en sus demás entregas. Ana está dispuesta a dejar la relación (como lo hizo en las películas anteriores) y cuando regresa, lo hace bajo sus propios términos. Y si todos están de acuerdo, entonces, ¿cuál es el problema? ¿Y cuál es el conflicto, entonces? La verdad es que no existe porque “50 Sombras” es una guía llena de contradicciones. Es “sensual”, pero conservadora. Está llena de “tramas”, pero ninguna significa nada.

“50 Sombras Liberadas” es tediosa, pero soportable gracias a ser significativamente superior a la anterior y, también, a su excelente banda sonora, la cual es un punto a favor en todas las adaptaciones. El título, por lo menos, promete algo: liberar a sus protagonistas, quienes ahora sí podrán hacer algo mucho mejor con sus carreras, y a cualquiera que hubiese estado asociado con “50 Sombras” para seguir adelante y dejar a un lado el erotismo y el misterio de estas adaptaciones, los cuales se evaporaron desde el lanzamiento de sus libros.