Por Hugo Lara

Es llamativo observar cómo títulos como “Divergente” (“Divergent”, 2014) despiertan un entusiasmo extremo entre las adolescentes de secundaria, como pude comprobarlo ayer al acompañar a mi hija al estreno de esta película en México. Una sala atiborrada de jovencitas adolescentes en su mayoría, que gritaban y reaccionaban emocionadas a cada momento. No se trata de una película que hará historia cinematográficamente hablando, pero bien vale la pena referirse a ella por la exaltada acogida de ese sector del público.

Hollywood es una maquinaria de marketing casi perfecta. Una vez que descubren una veta de oro que les reditúa ganancias alrededor del mundo, no la sueltan hasta agotarla. “Divergente” (Divergent, 2014), dirigida por Neil Burger, forma parte de este esquema, pues sigue los pasos de otras exitosas sagas como “Crepúsculo” (“Twilight”, 2008) y especialmente “Los juegos del hambre” (“The Hunger Games”, 2012).

“Divergente” —como las dos mencionadas— surgió primero como un best seller de la joven escritora Veronica Roth (Chicago, 1988), publicado en 2011 y que se convirtió más tarde en una trilogía, completada por los títulos “Insurgente” y “Leal”. Es una trama de romance y aventuras en un mundo distópico, con elementos fantásticos y de ciencia-ficción, muy próximo a “Los juegos del hambre” y a cierto cine de los setentas —pero bajo en calorías, colesterol y morbo— como “Cuando el destino nos alcance” (Soylent Green, 1973), “Fuga en el siglo XXIII” (Logan’s Run, 1976) o más recientemente “Gattaca” (1997). Desde luego, el referente histórico imprescindible de todo ese cine es el clásico del expresionismo alemán “Métropolis” (1927).

En una era postapocalítpica, el mundo como lo conocemos ha quedado destruido. Pero una nueva sociedad establecida en una ciudad amurallada —Chicago— ha logrado florecer y recuperarse, con base en una estricta división del trabajo en cinco clases o facciones: Cordialidad (los religiosos), Erudición (los intelectuales), Verdad (los impartidores de justicia), Abnegación (los servidores públicos) y Osadía (los militares).

La trama está centrada en Beatrice Prior (Shailene Woodley), una joven cuyos padres pertenecen a Abnegación, pero como todos los de su edad, debe elegir una de estas facciones y demostrar que tiene los méritos de pertenecer a ella, con el riesgo de ser rechazada y convertirse en una sin-facción, es decir, una indigente. Es cuando Beatriz decide incorporarse a la facción de Osadía y allí descubre que es una “divergente”, o sea que tiene la extraña virtud de poseer cualidades de varias facciones, lo que la convierte en una amenaza para la facción de Erudición que encabeza la maquiavélica Jeanine (Kate Winslet), quien planea un golpe de Estado. En este trámite, también conoce a Four (Theo James), uno de sus instructores en Osadía con el que inicia un romance secreto.

Como se ve, en esta trama hay varios códigos básicos que hacen que funcione la identificación de la protagonista con un extenso auditorio de jóvenes de secundaria.  Primero que nada, el hecho de que la protagonista sea una chica, que en apariencia es como cualquiera pero que descubre que es única y excepcional. Es una joven que entra en rebeldía para definir su verdadera identidad. No hay que ser especialista para entender la conexión a nivel psicológico de esta premisa con la imaginación de la mayoría de las adolescentes. Luego, el siempre eficaz condimento del romance con un joven apuesto y valiente, al nivel de los cuentos de princesas de Disney. Aunque en apariencia se trata de un amor casto, las fantasías de esta aventura funcionan hormonalmente, con un héroe con tatuajes y fuerza física. La trama igualmente se presta a ello con varias secuencias vertiginosas de derroche físico y adrenalina.

Está muy lejos de ser una película original, y para un cinéfilo exigente resultará olvidable

En el plano ideológico, es llamativo reflexionar acerca de este retrato futurista de un mundo totalitario y rígido, donde los ciudadanos tienen que ser encasillados, limitados a ciertas tareas que deben aceptar sin protestar. Para algunos es una alusión a los regímenes fascistas y comunistas, pero lo más curioso es que se parece más a la propia sociedad estadunidense actual y al modelo de clases que impulsa. Asimismo, el filme toca de forma paralela algunos subtemas que suelen ser importantes para la edad adolescente, como la búsqueda de identidad, el valor de la amistad y de la familia, etcétera.

El director Neil Burger (“El ilusionista”, 2006; y “Sin límites”, 2011) echa mano de su pericia como un narrador que sabe imprimir ritmo trepidante y aprovechar los recursos producción (espectaculares aquí), para atrapar y entretener al público adolescente, pero al final está muy lejos de lograr una película original, que para un cinéfilo exigente resultará olvidable. Por ningún lado se le puede encontrar alguna aportación genuina, está llena de estereotipos y situaciones previsibles. Es una lástima que se desperdicie el talento de actores como Kate Winslet o Ashley Judd, en papeles mediocres que pudieron caer en actores sin nombre. Aun así, “Divergente” parece que tiene la garantía de un éxito taquillero porque debe entenderse como un producto bien diseñado, del que muy pronto veremos sus secuelas.
 

Por Hugo Lara Chávez

Cineasta e investigador. Licenciado en comunicación por la Universidad Iberoamericana. Director-guionista del largometraje Cuando los hijos regresan (2017). Productor del largometraje Ojos que no ven (2022), entre otros. Director del portal Correcamara.com y autor de los libros “Pancho Villa en el cine” (2023) y “Zapata en el cine” (2019), ambos con Eduardo de la Vega Alfaro; “Dos amantes furtivos. Cine y teatro mexicanos” (coordinador) (2015), “Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-201” (2011) con Elisa Lozano, “Ciudad de cine” (2010) y"Una ciudad inventada por el cine (2006), entre otros.