Por Edurne Sarriegui
Noticine.com-CorreCamara.com
Es evidente que en el plan de remakes del gigante Disney, “Dumbo” no ocupaba un lugar preferencial a pesar de tratarse de uno de los mayores éxitos del estudio. El elefante de las orejas gigantescas demoró casi ochenta años en tener su nueva versión live action y así, por obra y gracia de la informática, volver de nuevo a las pantallas.
Hablar de la necesidad de rehacer viejos éxitos es, cuanto menos, ocioso. Es obvio que no se trata de una exigencia artística sino de una decisión económica que apunta a seguir obteniendo réditos de historias que probaron su eficacia en la taquilla. En estas circunstancias hemos sido testigos de importantes derrapes que, si bien alcanzaron sus objetivos económicos, dejaron la sensación de repetición sin creatividad. Esta vez la compañía del ratón Mickey apostó a la novedad bajo la batuta de Tim Burton y con letra de Ehren Kruger (“La llamada”).
La primera gran innovación de esta nueva versión es la incorporación de personajes humanos que, aunque dibujados con trazo grueso, acompañan el indiscutible protagonismo del pequeño elefante.
El modesto circo Medici y sus trabajadores tratan de sobrevivir a los duros tiempos que corren llevando su espectáculo de pueblo en pueblo. Acaba de terminar la Primera Guerra Mundial y Holt Farrier (Colin Farrell) vuelve del frente, con un brazo menos, al circo en el que se desempeñaba como domador de caballos. Pero las circunstancias son otras. Su mujer falleció durante su ausencia, debe hacerse cargo de sus hijos y sus caballos fueron vendidos. De todas maneras, su discapacidad no le hubiera permitido desempeñarse como lo hacía y el dueño del circo (Danny DeVito) le propone cuidar de su última adquisición: una elefanta y su cría próxima a nacer que podría convertirse en la gran atracción. Pero cuando llega y para desilusión de todos, el elefantito tiene unas enormes orejas y nadie ve otra cosa en él que su deformidad.
Sin embargo, las cosas dan un vuelco cuando descubren que el pequeño puede volar con sus extraordinarias orejas y quedan en la mira de V. A. Vandevere (Michael Keaton) el dueño de Dreamland, un lugar con los espectáculos más fantásticos pero que esconde prácticas deplorables para atraer al público.
Y aquí aparece otra novedad: la segunda parte de la historia que no conocimos en la primera versión y que constituye un adecuado epílogo para actualizar los mensajes de la obra original, entre otros una oportuna referencia a los derechos de los animales.
Tim Burton imprime su sello en la película. Morigerado si se quiere pero presente e inconfundible. Crea un elefante que, gracias a su mirada humanizada, transmite la ternura del original además de algunas otras virtudes.
“Dumbo” nos habla del deseo y del derecho a la libertad, de la autoestima, del amor y la valoración, de la celebración de las diferencias. Nos coloca ante un despliegue visual y técnico espectacular y nos regala una tierna historia de superación.
Nos invita a desplegar las alas de la imaginación y a soñar con mejores destinos para todos. A mirar la realidad con los ojos sorprendidos y las mentes abiertas de los niños, siempre dispuestos a esperar lo mejor del futuro.