Por Samuel Lagunas
En el año 2002, poco después de cumplir 92 años, Mireille Jospin murió en su domicilio. Fue una muerte voluntaria. Su hija Noëlle Chatelet decidió retratar en “La última lección” la vida familiar después de que Mireille hiciera pública y definitiva su decisión. En ese entonces su hijo, Lionel Jospin, era todavía Primer Ministro de Francia. La también actriz Pascale Pozadoux, mejor conocida como directora de comedias (“El crucero” [2011] fue su cinta anterior) decidió adaptar esta historia en su más reciente película cuyo título al español se vio sustituido por “Mi última voluntad”.
Con el fin de acercar la historia al público en general Pouzadoux decide cambiar el contexto familiar de Mireille, en la película llamada Madeleine (Marthe Villalonga), emplazándola ya no en medio de la escena política francesa, sino en una modesta familia de clase media. El día de su cumpleaños, con toda la familia reunida, Madeleine anuncia a sus dos hijos y a sus nietos la fecha en que ha fijado su muerte. No hay una enfermedad que justifique su determinación, sólo una lista en una libreta de actividades que es incapaz de realizar: agacharse, lavar, conducir. Al principio, ni la hija Diane (Sandrine Bonnaire) ni el hijo Pierre (Antoine Duléry) reciben con agrado la noticia. Solamente la criada afrodescendiente de Madeleine y su jovencillo nieto amante del surf Max parecen apoyarle.
El tema de la voluntad anticipada queda allí puesto y abre un abanico dramático cuya intensidad acaba siendo inconsistente. Los personajes están construidos como estereotipos y la forma en que se desenvuelve el argumento es demasiado convencional. Ni siquiera el personaje central de Madeleine acaba teniendo la fuerza que su propia historia exigía. El problema no es la actuación de Marthe Villalonga que cumple con lo requerido, sino el excesivo respeto con el que Pozadoux se acerca a la vida de Mireille, actitud que repercute en un personaje que despierta interés pero que no va más allá del pincelazo.
Partera de oficio, y activista incansable durante su juventud, la vida de Madeleine transcurre de protesta en protesta, de lucha en lucha: por el voto de la mujer, por la liberación sexual, por el derecho al aborto, por los derechos de los afroamericanos, etcétera. Coherente con su pasado, en la vejez Madeleine tiene una última lucha por vencer: la muerte con dignidad. No se trata de huir de la vida (y del deterioro ineludible), sino de un respeto por ella. “Mi última voluntad” no explora ni de cerca lo tortuoso de las enfermedades de la vejez, sino que prefiere tomar el ancho camino del drama aleccionador salpicado de comedia. Y no lo hace con mucha originalidad. Amable de principio a fin, Pouzadoux busca enganchar al espectador desde la relación madre-hija y la inversión de roles que ocurre entre ambas durante su vida. Formalmente, son los flashbacks alternados con el presente los que le sirven a Pouzadoux para crear dicha operación. Pero la ternura y la delicadeza de las secuencias en la bañera no son suficientes para despertar suficiente empatía en el espectador. La sensación que queda, en cambio, es la de una tibieza anímica que, lejos de incomodar o sugerir, aburre.
La intensa vida de Madeleine se reduce en su vejez a una amistosa relación que conservó con un amante sin que su familia supiera, y su deseo fervoroso de poner fin a su vida no encuentra muchas trabas más allá de un doctor insípido que se resigna a dejarla salir del hospital y un hijo que se rehúsa a despedirse de ella. Hay, sin embargo, en los vídeos familiares de Madeleine que reproduce continuamente en su enorme plasma, una promesa de una cinta que pudo haber sido mejor: más lúdica, más irreverente, más humana. Pero esa promesa, gloriosamente plasmada en el último plano —eso sí— simbólico y literalmente liberador, se topa con los créditos finales y no queda más que soltar un desangelado suspiro por una cinta que desde un principio fracasa en su lucha y va caminando junto a su personaje a su sepultura y, tristemente, al olvido.
Ficha técnica:
Año: 2015. Duración: 105 min. País: Francia. Dirección: Pascale Pouzadoux. Guion: Pascale Pouzadoux y Laurent de Bartillat. Fotografía: Nicolas Brunet. Edición: Éric Neveux. Música: Sylvie Gadmer. Reparto: Marthe Villalonga, Sandrine Bonnaire, Antoine Duléry, Gilles Cohen, Grégoire Montana.