Por Gustavo Ambrosio

Cuando uno es niño siempre hay una figura fantástica o mítica que nos marca. A algunos los marcó Batman, a otros Spiderman, a otros Luke Skywalker, más recientemente quizá Frodo o Harry Potter.
¿Quién no ha imaginado estar en esos mundos fantásticos que nos parecen tan admirables?
Darren Aronofsky (Black Swan) reveló desde hace mucho tiempo su deseo por llevar a la pantalla grande la historia del Arca de Noé, fábula que le impactó en su infancia y que le inspiró al grado de hacer un poema de la misma.

Años después, y gracias a una reputación como cineasta de culto, y una nominación al Oscar, el realizador pudo convencer a los productores para que financiaran un proyecto largamente anhelado.

No es necesario que haga un resumen de la historia de Noé, todo mundo la conoce, o al menos en un país donde todas las religiones y sectas son judeocristianas. Por tanto, en este caso, aplica la regla general al contar una historia que se ha visto o escuchado muchas veces, el cómo se cuenta.

Lo primero y más resaltante a la vista es la decisión estética del director. Por un lado, la tipografía, los efectos, y hasta los diálogos nos alertan algo, no veremos las clásicas películas indies del director, veremos un mito, una historia de fantasía.
Si bien podríamos pensar que veremos algo similar a “La fuente de la vida” (The Fountain) una de sus cintas más pretenciosas, en realidad nos encontramos con un Blockbuster con un toque Arnofskista, con tintes y atmósferas chirriantes y exageradas, al mero estilo “Requiem por un sueño” (Requiem for a Dream).

La primera hora y media de la película navega en medio de una narrativa convencional y hollywoodense, con luchas de fuerza conocidas y hasta su buena batalla y criaturas mitológicas, ¿puede considerarse como un desacierto?, depende.
Por un lado, Aronofsky nos está trayendo su imaginación, sus sueños desde que era un pequeño y los plasma tal cual; seguramente vivió expuesto a muchas cintas comerciales y eso se ve claramente. Es una mirada infantil, no la del autor que conocemos. Entonces, quizá, los fans de Darren se sentirán decepcionados.

Sin embargo, el director de “El luchador” (The Wrestler) le imprime su sello y su madurez a la trama cuando todos los personajes están trepados en el arca. Es donde el filme encuentra un clímax y una fuerza narrativa que hace que la primera parte y la que le siga sean chistes.

Los conflictos éticos, morales, la obsesión religiosa. “El cielo no gobierna a los hombres, si no su voluntad”, con esa sentencia logra hacer de sus personajes, encerrados, tal como a él le gusta, unos modelos bíblicos nunca vistos en cine. Los despoja de toda su aura sagrada y los convierte en verdaderos humanos, con errores, culpas y vendettas.
En cuanto al aparato técnico y artístico, los efectos visuales resulta sorprendentes en muchos casos, en otros una ilusión sacada de una animación barata por computadora. El vestuario adecuado, el arte bien trabajado, aunque el maquillaje resulta un tanto irreal. Muchas caras limpias en las “estrellas”.

Russell Crowe hace un papel cumplidor sin ir más allá. Del resto sólo destacan Jeniffer Conelly y Emma Watson que se devoran la película con sus actuaciones llenas de emotividad dramática. Se extrañaba un papel fuerte para Conelly y Watson acaba de lograr que le lleguen más papeles a su currículum.

La música, por primera vez en una película de Aronofsky, pierde protagonismo y una serie piezas insulsas de Clint Mansell.

Noé es una película irregular, que podría resultar chocante para quienes están acostumbrados al estilo del director.  En pocas palabras, esta película es un blockbuster de autor que no busca convencer a nadie de nada, sólo busca dar una interpretación, con un imaginario de niño, del mito bíblico.

“Noé”, Escrita por Darren Aronofsky y Ari Handel, Dir. Darren Aronofsky, EUA/2014, Reparto: Russell Crowe, Jeniffer Conelly, Anthony Hopkins, Emma Watson, Logan Lerman.